22 de agosto, Consejo Constitucional y 50 años
Ayer la derecha insistió en el respaldo y lectura de una resolución de la Cámara de Diputados del 22 de agosto de 1973, haciéndolo pasar por una remembranza cualquiera y evidenciando en realidad una nueva justificación del Golpe de Estado. Intentan hacer ver inocuo su irrestricto respaldo jurídico y político a ese texto que hablaba de faltas constitucionales. Hablemos entonces de asuntos constitucionales.
Una nueva constitución habría sido una importante conmemoración por los 50 años, como un revés frente a la constitución escrita en dictadura. Su falta de legitimidad radica en el cómo, cuándo y quiénes dieron vida a su redacción. En dictadura, entre cuatro paredes y a manos de unos pocos hombres representantes del más puro conservadurismo, simpatizantes del régimen militar.
Es válido, entonces, preguntarse cómo está ocurriendo hoy. Quiénes están a cargo del borrador de nueva constitución, cómo y dónde está pasando. ¿Cabe en esta configuración un cierto ejercicio honrado de memoria? ¿evidencia el Consejo Constitucional alguna respetuosa conmemoración por los 50 años del Golpe de Estado?
Cambiar la constitución de Pinochet, terminar con la constitución de Jaime Guzmán, derrocar la constitución de la Comisión Ortuzar, rechazar una constitución ilegítima por haber sido redactada en dictadura y aprobada en dudoso plebiscito, tener una constitución hecha en democracia. Esos eran los motores que llevaban a la consigna de AC -Asamblea Constituyente-, que expresaron por años una demanda ciudadana y, sobre todo, cada vez que se articulaba o estallaba algún movimiento social.
En noviembre de 2019, a raíz del Estallido Social, se acordó un proceso constitucional que respondiera, en lo posible, al sentido pedido popular de tener una nueva constitución que fuese legítima y representativa. Y más, que derrocara un enclave dictatorial que nos persigue rígidamente hasta hoy.
Quedan poco menos de tres semanas para el 11 de septiembre, día en que se cumplen 50 años desde el Golpe de Estado. Cinco décadas son poco tiempo, es menos de lo que vive (en promedio) una persona. Estamos hablando, sin duda, de la historia reciente de nuestro país. La herida sigue abierta. Hay comunidades y países que conviven y padecen la conmemoración de acontecimientos mucho anteriores y bajo ningún aspecto los relativizarían, al tiempo que en Chile se siguen negando cuestiones atroces como el mismo Golpe y todo lo que le siguió. Se crea o no, hay sectores que erigen justificaciones y defensas de dichos sucesos. Todo esto cuando, repito, la herida sigue abierta.
Ambos fenómenos están estrechamente vinculados y esperaríamos que una nueva constitución democrática y representativa, por lo tanto legítima, realizada de manera participativa y de puertas abiertas de cara a la ciudadanía, fuese una de las más relevantes formas de conmemorar los 50 años. Pudo ser que llegáramos a esta conmemoración con un nuevo texto bajo el brazo que representara un ejercicio de memoria y al mismo tiempo nos permitiese mirar al futuro con una nueva hoja de ruta y horizontes país actualizados y validados de manera popular.
Mientras, en vez de eso, los mismos sectores que se empeñan en dar al proceso constitucional un carácter regresivo, en el Congreso Nacional se empeñan en dar lectura a una resolución de hace 50 años en que se anuncia y justifica el Golpe de Estado. Es revictimizante por donde se mire.
Nos aproximamos al 11 de septiembre con un proceso fallido y un Consejo Constitucional liderado por un sector que justifica y relativiza el Golpe y el régimen autoritario que instaló, negando el trauma colectivo que cargamos desde entonces.
No me parecería raro que se rechace el nuevo texto, en consideración de que la discusión en torno a sus enmiendas ha ido tomando un carácter regresivo y en tanto el proceso no cumple con las expectativas que la ciudadanía y el pueblo pedimos.
En un año en que el tejido social resiente su erosión aún sin cicatrizar, aquella que nos impide una verdadera integración social y política, aquella que alimenta una crisis de sentido común, no me extrañaría que las personas que asistamos a las urnas no creamos que este nuevo texto sea digno de lo que hace tanto tiempo pedimos para renovar nuestros votos con la patria.