Vengo a resucitar muertos: Octubre y el borrador de 2022
El triunfo del rechazo significó una derrota estratégica tal, que además de desmoralizar al oficialismo, nos quitó los horizontes y los sueños de futuro. Y vengo a establecer algo profundamente impopular para los tiempos que corren: aquellos horizontes perdidos están (igual de perdidos) en el borrador de nueva constitución del 2022 y en las consignas que se oían en la calle en octubre de 2019.
Una cosa es cómo se comportó la Convención Constitucional, quiénes y cómo fueron las y los convencionales, cómo fue la campaña que se levantó para el plebiscito, entre otras. Pero otra muy distinta es que ese borrador haya sido en su totalidad incorrecto o inválido. Hubo algunas enmiendas e incisos particulares que determinaron el resultado, hubo un desprestigio del órgano que determinó el resultado, hubo un hastío del pueblo por los últimos sucesos políticos que determinó el resultado y también hubo un electorado impredecible que determinó el resultado. Incluso habría que decir que hubo ciertos personajes y anécdotas que contribuyeron al resultado.
Esa derrota, a muchas y muchos nos hizo entrarnos a nuestros espacios privados, cabizbajos y de hombros flojos. Al parecer en ese momento cedimos el horizonte, la posibilidad de algún horizonte. Sin embargo, la verdad siempre encuentra un intersticio para salir a la superficie –como diría el filósofo francés Badieu–, y en este caso se trata de algo que se escribía en las murallas y se gritaba en las calles durante el estallido: NO+ABUSOS.
Han pasado cuatro años y en realidad no hemos cambiado, seguimos buscando dignidad y una vida libre de abusos por parte de quienes más tienen. Seguimos cediendo ante la más pura indignación frente a fundaciones, convenios y lencerías. Seguimos padeciendo precios sin relación con nuestros sueldos, pensiones de miseria y educación desigual, por nombrar algunas. La lucha por la dignidad no terminó, tan solo se veló.
Se olvidan de que ese octubre no era de nicho. Fue más amplio, mucho más amplio de lo que se quiere hacer ver toda vez que se habla de octubristas o monos peludos, pero el pueblo de Chile hoy sigue queriendo que no haya más abusos. Se vio, en ese entonces, un viernes 25 de octubre de 2019, cuando llevábamos siete días de protesta pura y dura, y aparecieron en Santiago aproximadamente 1.200.000 personas en la Plaza a la que momentáneamente llamábamos Dignidad – concepto que ahora nadie se atreve a decir -. Nadie se atreve a decir “dignidad”, nadie se atreve a cantar “el derecho de vivir en paz” ni “el baile de los que sobran”, nadie se atreve a decir “estallido” ni “revuelta”. Nadie se atreve, tristemente, a hablar de octubre, pero ¿hay alguien allí afuera que quiera hablar de una vida libre de abusos? Yo creo que sí.
Nos hemos dormido de vuelta y con ello se extinguió el poder impugnador que nos llevó un poco más cerca de los cambios sustantivos. Ahora, en el largo sueño, un Consejo Constitucional mueve los hilos de las marionetas de lo que fue un proceso que buscaba justicia.
De igual forma, un gobierno que prometía ser la vía a ese fin de los abusos se muestra mareado frente a la opinión pública, frente al pueblo, en los medios de comunicación. Pero aún pueden recuperar el Sur si dicen fuerte y claro “NO+ABUSOS”, si se posicionan desde ahí y explican qué sistema y régimen esperan pavimentar para Chile, para una sociedad que cumpla con la consigna, la de la vida digna en lo cotidiano, la de la vida justa y menos desigual.
No solo de dialogo viven el hombre y la mujer, también de impugnación y resistencia, y es hora de que el gobierno muestre esos dientes.