Yo cuido yo estudio: ¿Cómo conciliar la labor parental con la educación?
En los últimos años ha tomado mayor relevancia en la agenda y debate público el interés por temas relacionados con la corresponsabilidad o, dicho de otra manera, con la capacidad de conciliar, tanto para hombres como mujeres, la vida laboral y familiar.
En este contexto ha cobrado notoriedad la discusión respecto de la distribución de labores de cuidado al interior del hogar, ya sea de menores de edad, personas mayores o gente que presente alguna situación de capacidades diferentes o enfermedad. Y si bien como país hemos dado pasos importantes hacia una mayor equidad de género, lo cierto es que siguen siendo las mujeres quienes, por lo general, postergan sus aspiraciones profesionales y personales.
Según cifras del año 2022 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el 73,5% de los nacimientos en Chile se concentran entre los 20 y 34 años de la madre, justamente la edad en que se accede a la educación superior e iniciándose a la vida profesional. Entonces, ¿cómo podría compatibilizarse la maternidad y la crianza con los estudios?
Proyectos de ley como “Yo Cuido Yo Estudio”, presentado en enero de este año en el Congreso y que ya ha ido avanzando paulatinamente hacia su potencial aprobación, es un primer paso. La iniciativa busca establecer un marco legal de resguardo y protección a estudiantes de la educación superior en situación de embarazo, maternidad, paternidad o que detenten el cuidado personal de un menor o de una persona dependiente, que permitan asegurar condiciones de conciliación entre sus responsabilidades familiares y sus actividades académicas y formativas.
Lo anterior es un factor sumamente relevante, ya que incide directamente en un elemento clave de la empleabilidad: la cantidad de horas trabajadas. En este aspecto, las mujeres en promedio, de acuerdo con el último Boletín Estadístico Trimestral que publicó a fines de junio el INE, trabajan en promedio 35,5 horas a la semana, mientras que los hombres alcanzan las 40,5 horas.
La mayor carga de trabajo no remunerado que actualmente asumen las mujeres también incide en la posibilidad que ellas tienen de asumir roles de mayor responsabilidad, lo que a su vez influye en la gran brecha salarial entre hombres y mujeres, que en promedio alcanza un 18,9% de acuerdo con el INE.
Esta situación seguirá subsistiendo, mientras las empresas y las universidades no asuman su “corresponsabilidad social” para diseñar jornadas laborales y/o académicas que consideren la realidad y las necesidades que conllevan los cuidados de los hogares.
Paralelamente, muchas parejas están postergando la paternidad producto de que no hay medios, recursos y/o tiempo para compatibilizar la crianza con los estudios y el trabajo como desean hacerlo. Este factor claramente ha contribuido al descenso de la tasa de natalidad que en 2022 fue de 1,4 hijos por mujer, cifra que se distancia de la de la denominada tasa de reemplazo que es de 2,1 en promedio. Lo anterior significa que los recién nacidos no serán capaces de sustituir a la generación de sus padres, lo que generará efectos económicos y sociales que tendremos que afrontar en los próximos años.
Más allá de las leyes que se apliquen para estandarizar criterios en casos de embarazo, crianza y labores de cuidado, las instituciones de educación superior no sólo tenemos un rol fundamental en que se forme una cultura en la que no sea prohibitivo estudiar y cuidar de la familia a la vez, sino que debemos convertirnos en agentes sociales que visibilicen estas temáticas, promoviendo cambios y siendo referentes en estas materias.