Inteligencia Artificial en las escuelas
A fines de 2022 se abrió el acceso a ChatGPT y en un mes batió todos los récords de masificación, impacto que ha sido acompañado de admiración y pánico acerca de lo que es capaz de hacer. Y una de las reacciones de mayor preocupación viene del ámbito educativo.
Parece que finalmente la tecnología cumpliría su promesa de imitar e incluso superar la inteligencia humana, al mismo tiempo que pone en manos de los estudiantes la posibilidad de hacer un by-pass a cualquier exigencia académica.
Si se mira lo que está pasando en perspectiva, la llegada de ChatGPT también podría considerarse como una más de las olas de artefactos tecnológicos que cada cierto tiempo golpean las puertas de las aulas escolares, cada una con sus potenciales promesas y riesgos.
En este caso, las aplicaciones de IA generativa basada en modelos de lenguaje, cuyo más conocido exponente es ChatGPT, son los nuevos oráculos capaces de responder de manera sorprendente a nuestras preguntas. Sin embargo, por tratarse de algoritmos estadísticos que no entienden lo que responden, también generan basura que no es fácilmente detectada si no se sabe del tema consultado.
Es verdad que esta tecnología trae algo cualitativamente nuevo –la invasión del espacio del lenguaje, que creíamos exclusivamente humano, lo que tiene profundas implicancias en nuestra relación con las máquinas– sin embargo, también es cierto que el desafío que representa para las escuelas suena conocido.
Para los estudiantes, ChatGPT es una nueva herramienta para desarrollar muchos de sus trabajos escolares.
Antes de ChatGPT tenían que buscar en Internet, evaluar y seleccionar fuentes apropiadas en base a las cuales elaborar sus trabajos. Esto era en el mejor de los casos, porque la verdad es que muchos copiaban y pegaban lo primero que encontraban esquivando el desafío escolar. En este sentido, usar ChatGPT no es muy distinto a lo que se hacía antes con Google si lo que se busca es hacer un by-pass a la exigencia académica.
Tanto la Web antes, como ahora la IA, desafían la enseñanza y la forma en que se evalúa el aprendizaje. Las habituales preguntas que los docentes plantean a sus estudiantes, que fueron pensadas en los tiempos en que el conocimiento estaba encapsulado en las bibliotecas, y que buscan desafiarlos a pensar, pierden ahora su poder cuando los estudiantes pueden usar Google o ChatGPT.
La tentación es mantener las viejas preguntas y evitar que se use la tecnología, pidiendo, por ejemplo, trabajos escritos a mano. Esto es intentar tapar el sol con un dedo; las ayudas digitales de la IA están en los bolsillos de todos los estudiantes y es iluso pensar que puedan ser del todo prohibidas. Además, tomar el camino de la prohibición no sería lo más recomendable.
Disponemos de asistentes digitales cada vez más sofisticados que llegaron para ayudarnos en nuestras capacidades de pensar y actuar en el mundo, y la escuela es el lugar para aprender a usar estas herramientas, integrándolas en nuestro aprendizaje.
Tal como la escuela integró libros, calculadoras e Internet, ahora le toca incorporar las nuevas herramientas de IA, lo que, por supuesto, implica repensar las preguntas con que desafiamos a los estudiantes a pensar y evaluamos sus aprendizajes.