Entre la memoria y una obsesión: el PC y la renuncia de Fernández
La carta de renuncia voluntaria de Patricio Fernández a su rol de asesor presidencial a cargo de la conmemoración de los 50 años del golpe militar, parece un escrito hecho por alguno de los protagonistas del 11 de septiembre de 1973.
Si en el futuro alguien tomara esta carta y no pusiera atención en su fechado ni en el contexto desde donde se origina la misiva, podría, perfectamente, sospechar que se trata de un escrito del asesinado general Carlos Prats, del entonces Secretario General del Partido Socialista (Carlos Altamirano), o incluso del mismísimo presidente Salvador Allende.
Es una carta donde destacan párrafos que, en vez de traer aires de justicia, paz y reconciliación, retoman aquel vendaval de intolerancia, polarización y totalitarismo de aquellos días en que Chile se volvió un botín preciado para la guerra fría: “Presidente: mi persona se ha vuelto un escollo para el buen desarrollo de esta conmemoración y el reto es tan grande e importante que quisiera pedirle entender mi decisión indeclinable de hacerme a un lado”.
Ahora, la figura de Fernández a cargo de esta conmemoración (que el gobierno instaló como uno de los hitos relevantes de su programa), generó, desde un inicio, molestia en el Partido Comunista, colectividad que siempre ha sido celosa de todo trabajo institucional que tenga que ver con temas de memoria (es cosa de preguntarle a Sergio Micco), Derechos Humanos (salvo cuando tienen que ver con violaciones a los derechos humanos en Cuba, Venezuela, Nicaragua o China) y tratamientos mediáticos y académicos relativos al juicio histórico del proceso político de la Unidad Popular y de los días de gobierno de Allende ( ¿cómo habrá reaccionado el comité central del PC cuando el presidente Boric recomendó leer el último libro de Daniel Mansuy sobre Allende y la UP?).
Puede que para el Partido Comunista, y para muchos de sus ex militantes, que hoy conforman agrupaciones de derechos humanos, la designación de la figura del ex director del The Clinic como asesor presidencial para esta tarea haya sido reprochable desde su génesis, por el sólo hecho de que su segundo apellido es Chadwick, o porque no olvidan su crítico libro sobre el régimen cubano (Viaje al fin de la Revolución).
Uno podría esperar que el reproche y cancelación que hizo el Partido Comunista a Fernández responda a estos motivos propios de la lógica del siglo pasado, donde las trayectorias de las personas estaban atadas a visibles hilos rojos que eran movidos desde las consecuencias ideológicas y partidistas, de lo contrario, quedaban expuestas, en el más suave de los casos, a ser apuntadas con ese clásico calificativo (usado para apuntar a todo aquel que no comulgue con los arrebatos de la pulsión) de “amarillo” o, en el peor de los casos, a recibir escupitajos y golpes (como le ocurrió al presidente Boric cuando tuvo la mala idea de sentarse en un banco cerca de la otrora Plaza de la Dignidad).
Aunque quizás sea mejor pensar que la obsesión del PC contra Patricio Fernández responde a aquello: a la pulsión propia de un sector político que no encaja muy bien en la actual sociedad de la transparencia y la híperinformación.
De lo contrario, si el motivo fuera sólo la entrevista que Fernández concedió al sociólogo Manuel Antonio Garretón, donde, según algunas ilustres parlamentarias, el periodista habría justificado el golpe de Estado y tratado con liviandad lo ocurrido el 11 de septiembre del 73, estaríamos en presencia de una tergiversación o derechamente, de un acto de desinformación hacia la opinión pública, dado que el mismo sociólogo Garretón salió a desmentir que esto fuera cierto (que Fernández hubiese justificado el golpe).
Entonces, de haber sido por esta razón que el partido comunista le hizo la cruz al hombre nombrado por el Presidente Boric para coordinar la conmemoración de los 50 años, no quedaría otra que pedir a la recién inaugurada (por decreto) Comisión Asesora contra la Desinformación, a través de su mentora, la ministra Camila Vallejo, que asumiera este caso como el primero de su recién estrenada aparición y aclarara que la persecución a Patricio Fernández correspondió no a sus dichos ni publicaciones, sino que a lo que simbolizaba su trayectoria, al peso de su apellido y a su independencia política.