Ideologías de género, justicia educativa y Educación Sexual Integral
El debate y eventual acusación constitucional al ministro Marco Antonio Ávila conectados al documento “Orientaciones para la Inclusión de las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans, e intersex en el sistema educativo chileno” ha estado marcado por el concepto de “ideología de género”.
Ideología se define como un conjunto de ideas que caracteriza el pensamiento de una persona o grupo de personas en particular. Miembros de partidos políticos conservadores han utilizado el término ideología de género para invalidar las políticas y proyectos que buscan desarrollar e implementar un plan de Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas chilenas desde la primera infancia. El argumento que se desprende de este constante uso es que lo ideológico no es “natural” sino que viene de una agenda política que se intenta sobreponer a lo que emerge “naturalmente” en los seres humanos.
Las, les y los académicos que estudiamos y analizamos cómo sucede la reproducción ideológica en las escuelas, en particular con relación a exclusiones e inequidades, hemos analizado la circulación de conocimientos y discursos de género que propician la violencia y la discriminación. Estas ideologías de género conservadoras que en la actualidad están presentes en las escuelas chilenas establecen, por ejemplo, que las personas clasificadas como mujeres al nacer son femeninas y gustan de usar zapatos con taco, aros, maquillaje, y que las personas que son clasificadas como hombres son desordenados, ruidosos, no tienen control de sus impulsos sexuales, y están “naturalmente” predispuestos para gustar de actividades físicas de alto rendimiento.
Estas asociaciones parecen ser tan culturales que inmediatamente surge la pregunta ¿qué tiene que ver la biología con estas actividades? Existen múltiples estudios que refutan que las actividades, aptitudes y predisposiciones tradicionalmente asociadas a cada sexo tengan relación con impulsos biológicos. También se ha encontrado que la cantidad de población en la que no se da la supuesta correlación “natural” que debería haber entre sexo, género, expresión de género y orientación sexual y que presentan algún tipo de variación, es mayor que la cantidad de individuos en las que todas estas variables coinciden de acuerdo con los supuestos ordenamientos “biológicos”.
A pesar de esto, algunos políticos han seguido insistiendo en que es inmoral que un infante en sus primeros años de escolaridad sepa que existen hombres que se sienten atraídos por otros hombres, pero es completamente aceptable que ese mismo sujeto consuma constantemente contenido que explícitamente muestra cómo existen hombres que se sienten atraídos sexualmente por mujeres.
En las escuelas ya se reproducen ideologías de género, así como otros conocimientos que nadie cuestiona en relación con su posible asociación a la biología humana.
Lo que buscan los críticos del ministro Ávila es que estas ideologías de género conservadoras sean las únicas que existan en las escuelas y que no se integren otros tipos de conocimiento sobre género y sexualidad debidamente planificados para cada edad.
En la escuela ya existen niños, niñas y niñes, además de familias que no calzan con lo normativo y que son discriminadas y excluidas constantemente. Es insostenible y poco ético que la escuela siga reproduciendo conocimiento en el que explícita e implícitamente se siga implantando la idea de que sólo existe una forma de existir en el mundo y de hacer familia. Es antidemocrático que en la escuela siga existiendo una sola agenda política en relación con temáticas de sexualidad y género.
Las ideologías de género tradicionalistas propician la discriminación y violencia contra esa mayoría de la población en la que no se coinciden sexo, orientación sexual, género, y expresión de genero de manera normativa. La Educación Sexual Integral busca terminar con la discriminación y la violencia en contra de lo que sale de lo normativo de manera responsable y cuidadosa.
Bajo estas premisas, como madre y académica, es más ético apoyar la ESI en las escuelas que condenarla. Situaciones de abuso como las que se han denunciado en Talcahuano sucederían menos si docentes, niños, niñes, niñas y sus familias tuvieran los conocimientos necesarios para levantar la voz en contra de la violencia sexual.