Opinión sin garantía, imposible no comunicar
En 1962 un grupo de filósofos, lingüistas, psicólogos y psiquiatras del Mental Research Institute en Palo Alto lanzaron el libro Pragmatics of Human Communication: A Study of Interactional Patterns, Pathologies and Paradoxes. En español, esta obra se tradujo como Teoría de la Comunicación Humana: interacciones, patologías y paradojas, aunque en inglés el título se refería a la pragmática de la comunicación, lo que sin duda es más apropiado y fiel a lo que el texto nos enseñaría.
En este importante estudio, sus autores reflexionan sobre los actos del lenguaje y su implicancia en la conducta humana. En su axioma uno nos dicen que es imposible no comunicar. Es decir, todo acto tiene connotación de mensaje y este afecta a quien lo emite y a quienes lo reciben. Incluso el silencio es un acto comunicacional.
La importancia de la pragmática de la comunicación humana es que nos alerta de las implicancias sociales de los actos lingüísticos y de sus implicancias .
Esta semana el país estuvo expuesto a un triste ejemplo del impacto que tiene nuestro modo de comunicar. Y no fue cualquier decir: fue un acto lingüístico que se escudaba en el diágnostico de una profesional que, en principio, tiene el poder para realizarlo.
Entendemos por diagnóstico el acto de identificar una enfermedad o trastorno médico en un paciente y que tiene como finalidad buscar un tratamiento efectivo para la dolencia del paciente.
Aunque parezca de Perogrullo, este diagnóstico debe ser realizado por una persona debidamente acreditada y, principalmente, profesional, que haya tenido contacto con el o la paciente o, en su defecto, haya realizado alguna investigación sobre aquella dolencia y que por este motivo haya sido consultada a la hora de diagnosticar.
Entendemos por opinión el acto lingüístico de expresar, de modo subjetivo, creencias, juicios o valores acerca de un tema o hecho y entedemos por afirmación un acto lingüístico que se somete al juicio de verdadero o falso y para que sea considerado verdadero es necesario que lo afirmado pueda ser sustentado con datos e información comprobable y considerada verosímil.
¿Qué sucede cuando una opinión es falsamente expresada como afirmación de un diagnóstico? Genera confusión en quienes la escuchan.
Cuando esta opinión se refiere a un supuesto diagnóstico y se emite sin fundamentos por medios de comunicación, daña la calidad de la democracia. No sólo daña a la persona que fue víctima de esta opinión negando lo sucedido y revictimizándola. Nos daña a todas como sociedad porque reproduce un modo violento de comunicar.
¿Las personas de un país democrático tienen el derecho a emitir opiniones? Sin duda. Todas podemos expresar nuestro sentir, pensar o creer sobre cualquier tema. Pero el derecho a emitir diagnósticos sólo es concedido a quienes, por su práctica profesional pueden hacerlo.
Vale resaltar que hacer diagnósticos sin ser profesional de la medicina, psiquiatra o psicóloga tratante va contra la ética de las disciplinas y realizarlo a través de medios de comunicación hiere nuestros códigos.
En el caso específico de esta semana, la afirmación sin garantías de una diputada, disfrazada de diagnóstico, revictimizó a una persona a quien sus derechos fundamentales fueron vulnerados por agentes del Estado. Un acto violento que la dejó ciega, sin olfato, sin gusto.
Lo más grave de esta afirmación infundada es que fue emitida por una parlamentaria, que además ostenta el título de psiquiatra, aunque el Colegio Médico de Chile la expulsó por otros actos antiéticos.
La violencia simbólica reproducida en el lenguaje, la falta de ética y las mentiras son un modo de comunicar. Resta saber si, como sociedad, estamos disponibles para legitimar este modo violento de expresarse que nos daña a todas.
Partiendo del principio de que es imposible no comunicar y es imposible no ser afectada por comunicaciones violentas, como sociedad y como personas que buscan un país y un mundo mejor ¡debemos decir basta! Y para esto debemos develar cada acto que pone en riesgo nuestra democracia. Guardar silencio frente a la violencia, o frente a quienes permiten que estos actos se repliquen, tambien es un acto y como tal transmite un mensaje.
Envío todo mi apoyo a la senadora Fabiola Campillai y solidarizo con su dolor e indignación.