Migración: la otra cara de la moneda
Los economistas Esther Duflo y Abhijit Banerjee, ganadores del Nobel de Economía en 2019, en su libro Buena economía para tiempos difíciles, reflexionan acerca de la búsqueda de mejores soluciones para los problemas socioeconómicos de la actualidad. Si bien reconocen la gravedad y complejidad de la crisis y los desafíos que enfrentamos, lo más interesante a mi modo de ver es su interpelación para reconocer nuestros errores en cuanto a nuestra apreciación de los fenómenos económicos.
Uno de los temas que eligen estos autores para ejemplificar lo anterior es lo relativo a la migración, y que conlleva una famosa y supuesta simple regularidad microeconómica, aquella que indica que cuando un grupo de migrantes establece su residencia (legal o ilegal) en un país hipotético, la oferta laboral aumenta reduciéndose el salario que pagan las empresas, tal como sugiere la ley de la oferta y la demanda. Siguiendo la misma lógica, las empresas contratan migrantes a un costo más bajo, prescindiendo de los nacionales, lo que aumenta el desempleo (y si los migrantes tienen bajo nivel educativo afectan más a los trabajadores nativos menos cualificados).
Los autores demuestran que, dados los niveles actuales en los flujos migratorios a nivel mundial, es imposible hablar de una avalancha migratoria ya que esta se mantiene alrededor del 3%, niveles similares a los de 1960 o 1990. No sólo esto: en base a estudios experimentales sostienen que la migración no tiene efectos contraproducentes para la economía y hasta puede ser beneficiosa, para trabajadores cualificados y no cualificados, debido a una complementariedad con los trabajadores locales. Además, el inmigrante consume bienes y servicios, aumentando la demanda laboral del país receptor y presionando al alza las contrataciones y los salarios, sin considerar el aporte de aquellos migrantes con vocación emprendedora.
La evidencia empírica muestra que el efecto demanda domina y tanto en Europa como en EE.UU. la migración tiende a aumentar el empleo. Como señalan González Ferrer (2002) y Card (1990). los efectos sobre el salario son más bien ambiguos. Lo anterior es perfectamente aplicable a Chile, tal como lo señalan los resultados de la reciente Encuesta Nacional de Migración 2022. Estos muestran que el fenómeno migratorio, más allá de su debida regularización, presenta tremendas oportunidades para nuestra economía.
Algunos datos ejemplificadores. Para la mayoría de los migrantes, Chile constituye su primera elección como destino y el 85% planea quedarse a vivir aquí en el mediano plazo. Su tasa de participación laboral es altísima, llegando al 95% en el caso de los hombres, lo mismo respecto a la tasa de ocupación que alcanza al 92%; similar porcentaje de los asalariados extranjeros reciben pagos de cotizaciones previsionales. Respecto a su formación, los migrantes venezolanos, uno de lo más numerosos en el último tiempo, declaran en un 64,6% que poseen educación terciaria completa (técnica y universitaria) y de estos más del 47% en las áreas de ingeniería y tecnología; porcentajes significativos, aunque un poco menores, registran migrantes de otras nacionalidades.
Esto claramente demuestra un despilfarro de talento que debe ser subsanado. Para ello, sin duda, urgen políticas efectivas de regulación migratoria que faciliten tanto su incorporación formal al mercado del trabajo como a su continuidad de estudios. Siempre es recomendable revisar nuestra historia y valorar el significativo aporte que distintas comunidades de migrantes han realizado para la prosperidad de nuestra patria. Hacerlo bien es hoy un imperativo.