¿Qué sucedió con el PAES y el SAE?
La educación en Chile es una temática que ha estado últimamente en boga. Esto se debe a dos noticias relativamente recientes: la entrega de los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) y las largas filas de espera que tuvieron que realizar diferentes padres y madres para inscribir a sus hijos, siendo culpado por esto el Sistema de Admisión Escolar (SAE).
Obviamente existe mucho que analizar sobre el sistema educacional chileno. No todo recae en la PAES ni tampoco en el SAE. La realidad también depende de otros factores tan diversos como importantes, pero antes de explicarlos, primero analicemos los resultados de la PAES y el rendimiento del SAE, para así contextualizarlos.
Uno de los datos que generó más conmoción fue la brecha entre los resultados de la educación municipal y privada, donde los establecimientos privados tuvieron un promedio de 749 puntos en matemáticas y de 701 en lenguaje, estableciendo un rendimiento 27% más alto que los establecimientos municipales, los cuales tuvieron 611 puntos de promedio en matemáticas y 529 en lenguaje.
Un dato interesante, aportado por EconomíaEnTresMinutos, resulta del análisis de colegios con alto rendimiento, donde podemos ver que el Colegio Cordillera (ubicado en Las Condes) consiguió 66 estudiantes que promediaron 698,5 puntos, estableciéndose como el primero en el ranking, mientras que el Instituto Nacional promedió 612,4 puntos, bajando al puesto 201, lo cual es bastante lejano al puesto número 9 que poseía en 2005. Acá podemos ver que los rankings no tienen importancia por sí solos: si bien el IN está más abajo que el Cordillera en el ranking, esto se debe a la mayor cantidad de alumnos que posee el Instituto, donde muchos sacaron puntajes más bajos. La realidad es que otros casi 200 estudiantes sacaron puntajes altísimos, lo cual, si consideramos solamente los 180 puntajes más altos, tendríamos un promedio de 701,6 puntos, superando al Cordillera, tanto en alumnos con puntajes altos, como en promedio de puntaje general.
Cuando vemos el rendimiento del SAE, podemos ver que existieron muchas críticas a las grandes filas para inscribir a los niños en los colegios. La misma alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, mencionó que “hemos visto frustración porque (los apoderados) sienten que el esfuerzo que ellos han puesto no vale nada. Esto es sencillamente a la suerte”. Sin embargo, la realidad es más complicada.
El nuevo sistema sí posee ciertas ventajas. Los establecimientos educacionales ahora poseen una baja capacidad para manipular la demanda estudiantil y mantener a aquellos estudiantes con mejor prontuario académico, porque los sistemas administrados unilateralmente por las escuelas eran increíblemente discriminatorios, existiendo características que diversos establecimientos no veían favorables al ingreso del alumno, como por ejemplo familias de menos recursos o madres solteras.
También posee problemas, como la falta de información en sus bases de datos, ya que les falta contemplar casos especiales como de familias que cambian de ciudad o hijos con demanda de educación especial. Pero el principal problema del SAE y del sistema educativo en general (y aquí es donde quería llegar) está relacionado a fallas estructurales del sistema.
La gran dificultad que suponen estas fallas estructurales es la desigualdad que existe en torno a estas desigualdades, distribuyéndose las problemáticas en torno al sistema educativo público más que privado. Estas fallas se pueden observar en los diversos establecimientos que existen en Chile, tanto en fallas simples como en aquellas más complejas. Podemos ver problemas más prácticos, como la falta de infraestructura, donde colegios pueden llegar a no poseer suficientes sillas o mesas para sus estudiantes; vivir con ventanas y puertas en mal estado; ofrecer almuerzos nulos en calidad nutricional; convivir con pocos espacios recreacionales, y así hay bastantes problemas prácticos más.
Pero no solamente va por las fallas de estructura en su sentido más figurado. También existe un problema estructural en cuanto a la cantidad de oferta educativa presente, la cual (en el ámbito público) logra ofrecer educación de calidad, pero de forma muy reducida, existiendo pocos establecimientos de calidad, siendo estos bastante más deseados que otros. Esto genera que la oferta pública no pueda satisfacer la cantidad de postulantes que buscan ingresar a colegios de calidad, provocando una segregación estudiantil en base al dinero, lo que constituye una problemática de clase, ya que, en una sociedad tan desigual como la nuestra, aquellos que tengan mayores ingresos económicos podrán pagar un colegio privado, por lo que simplemente postulan a otro establecimiento de su gusto.
Todo esto se suma a diversos problemas concretos como: las excesivas horas de jornada determinadas en la JEC; la sobrepoblación de alumnos en diversas aulas del país; los pocos recursos para personal docente; y así se podría seguir.
Claramente las críticas son justificadas, pero no nos enfoquemos solo en el SAE. Las críticas provienen por sus filas de espera y su aleatoriedad, pero, a diferencia de lo que piensa Evelyn Matthei (proveniente de un partido conservador la UDI), la aleatoriedad es una herramienta bastante certera para evitar esta segregación social que realizan los colegios. El problema es que muchas veces a estos sectores les molesta tener que convivir con sectores de diferentes clases sociales.
Tampoco nos enfoquemos en la PAES ya que, si bien tiene aspectos por mejorar, este realmente no es el problema de la educación chilena. Como vimos, los mismos resultados nos muestran que existe segregación entre la educación privada y pública, pero eso no significa que dentro de la educación pública no existan malos resultados: el mismo Instituto Nacional consiguió mejores puntajes al ver a sus mejores estudiantes (contando el mismo número de estudiantes) que el Colegio Cordillera; sin embargo, dentro del mismo colegio, existen muchos alumnos que no consiguen resultados satisfactorios, lo cual baja el promedio general del colegio, mostrándonos que la misma educación pública posee una segregación dentro del colegio.
Es importante mejorar estas problemáticas relacionadas a la segregación en el ingreso escolar y al bajo promedio de los colegios municipales, ya que así podemos ingresar alumnos de bajos recursos a colegios de calidad y llevarlos a conseguir mejor rendimiento en las pruebas que les permitirían continuar sus estudios en la universidad. Para ello debemos enfocarnos en las problemáticas estructurales y, para que eso suceda, el plan de cambio debe ser integral, buscando incluir a la educación pública como prioridad de inversión del Estado.
Deben realizarse múltiples procesos, pero estos deben ir de la mano. Realizar inversión en colegios públicos no sería una gran ayuda si no existe una protección a los estudiantes vulnerables, porque justamente aquellos que seguirían llegando a la “excelencia académica” serían aquellos que pueden mantenerse estudiando y no (por defecto) trabajando. Lo mismo sucede después; una educación de calidad en el colegio es importante, pero para que estos no entren en desigualdad de oportunidades y sean contratados en trabajo de baja calidad debemos potenciar la gratuidad en universidades públicas de calidad.
Por lo mismo, debemos iniciar desde lo más estructural, intentando incluir la educación como un derecho social al que todos deben acceder, buscando que el Estado sea garante de este derecho y no un simple subsidiario como lo es actualmente, para así ir fortaleciendo la educación pública. Mientras, se deben implementar las múltiples reformas mencionadas, pero partiendo de la base de que el Estado debe hacerse cargo de esta segregación escolar. De lo contrario quedamos entregados a iniciativas privadas múltiples, lo cual no resulta en un proceso integral, sino desconcentrado y administrado de forma difusa, no constituyendo un proceso que realmente fortalezca la educación pública y combata la segregación estudiantil.