Hoy más que nunca: derechos humanos, educación y democracia
Este sábado 10 de diciembre se conmemora un año más en donde la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos que contempla los derechos que tenemos todas las personas en el mundo por el solo hecho de existir, colocando limitaciones a los Estados respecto al uso y el monopolio de la fuerza, siendo los entes principales en resguardarlos y garantizarlos.
A 74 años de promulgada dicha declaración, estamos enfrentando momentos complejos dentro de Latinoamérica que nos hace volver a reflexionar y replantearnos los objetivos referidos a la realidad de los derechos humanos, su práctica y los procesos educativos que hay de por medio.
Bien sabemos que los derechos humanos son inherentes a las personas, establecimiento mínimos éticos y jurídicos para el resguardo de los mismos. Sin embargo, bien sabemos dentro de nuestro pasado reciente como continente cómo esas medidas han sido papel mojado, más aún si nos focalizamos dentro de la segunda mitad del siglo XX y las consecutivas dictaduras militares que azotaron al continente, siendo una de las peores crisis en derechos humanos que ha vivido el continente desde su existencia, cometiendo un verdadero genocidio político dentro del mismo.
Comenzamos desde la postura ética de que los derechos humanos deben ser inherentes a las democracias, por todos los defectos que estas presentes. Las democracias actuales deben apuntar en su conjunto a la construcción de sociedades donde su base se sustenta bajo una cultura de derechos que nos permite entender como colectivo, y no meramente como individuos por separado, para de esa forma comenzar a construir esos mínimos éticos que no solo se queden teorizados o en una mera idea utópica, sino que sean una realidad tangible dentro y fuera de nuestro continente. Pero lo anterior está lejos de ser una realidad en América Latina.
Comenzamos desde la base de que las democracias latinoamericanas han corrido peligro dentro de los últimos años en el continente. Lo podemos ejemplificar claramente con lo sucedido recién en Perú con el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo y la constante desestabilización política dentro del país vecino que, como consecuencia, ha provocado que desde el 2018 hayan pasado más de 6 Presidentes. Lo vimos también en Brasil y el temor propiciado por los grupos bolsonaristas exigiendo un golpe de Estado y desconociendo el triunfo democrático de Lula da Silva. Y claro es el ejemplo de Argentina con el intento de asesinato hacia la Vicepresidenta Cristina Fernández de Krichner. Los ejemplos anteriores, son solo algunos de los reiterados sucesos que nos vienen a evidencia que la lucha por la consolidación de los sistemas democráticos ha sido compleja y, por ende, los derechos humanos quedan en peligro.
Bajo lo anterior, cabe cuestionarse ¿qué rol juegan los derechos humanos en el fortalecimiento de las democracias contemporáneas? O bien, ¿es posible que, a través de los derechos humanos logremos consolidar democracias más fortalecidas? Sin duda, las preguntas anteriores solo se pueden responder a través de una concepción: educación. Mientras no entendamos que la construcción de una cultura de derechos humanos debe necesariamente pasar por procesos educativos (no sólo referidos a la educación formal siendo niños/as y jóvenes, sino que procesos más amplios de una educación que abarque a la sociedad toda), no lograremos avanzar en la construcción de más democracia para nuestros territorios.
En Chile, bien lo sabemos, los procesos educativos se han quedado al debe y han permitido tener a una sociedad que permanece dividida y en donde un gran sector de esta sigue justificando (o en algunos casos negando) las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura cívico militar, encabezada por Augusto Pinochet y, peor aún, cayendo una amnesia colectiva que solo se puede traducir en un retroceso democrático.
Es por lo anterior que como sociedad civil debemos avanzar hacia el convencimiento pleno de que es necesario tener educación en derechos humanos que nos permita, no sólo a las nuevas generaciones, formarnos dentro del imperativo moral de que las crisis y problemas ocurridas bajo regímenes democráticos se deben resolver bajo regímenes democráticos. De lo contrario, quebramos la convivencia sana, participativa y respetuosa que debemos tener y. por consiguiente, quebramos el imperativo moral de una convivencia basada en una lógica de derechos.
Muchos son los desafíos actuales en estas materias. Pero sin duda, 10