Ganadería y carbono neutralidad: reducir las emisiones de la carne en América Latina
Criamos a la hacienda en el ambiente que nos da cada uno de nuestros campos, algunos con lagunas y otros con bosques nativos. Allí, las vacas se alimentan a pasto natural, con una rotación uniforme para mantener la productividad del pasto. Esto, junto a 180 hectáreas de árboles implantados hace varios años, nos permite ser carbono positivos, capturando más emisiones de las que generamos”.
Marina Born es la directora de Estancia Caldenes, una empresa agrícola-ganadera de más de 70 años de historia en Argentina. Con campos en varias partes del país, la empresa vende más de 7.000 cabezas de ganado al año, que luego se exportan a China, Europa y Estados Unidos, y además produce soja y maíz certificado en cerca de 11 mil hectáreas.
Caldenes fue certificada como carbono positivo en base a una norma ISO en uno de sus campos y va camino a hacer lo mismo en todos los demás. Ello significa que el cuidado del suelo y las prácticas ganaderas y agrícolas le permiten capturar más dióxido de carbono del que genera, lo que abre la vuelta a vender bonos de carbono por las emisiones evitadas.
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Frenar la suba de la temperatura en 1.5 grados centígrados, la meta del Acuerdo de París de cambio climático, requiere no sólo reducir las emisiones sino también alcanzar un balance entre lo emitido y lo capturado. La agricultura y la ganadería pueden contribuir a esa meta, pero lograrlo requerirá cambios en el sector.
La producción de carne vacuna representa casi el 60% de las emisiones procedentes de la agricultura y el cambio de uso del suelo, de acuerdo a un reciente estudio. Sin embargo, es posible disminuir esas emisiones mediante un nuevo modelo de producción, en línea con lo realizado por Caldenes, y cambios en las dietas, sostienen los investigadores.
Las vacas emiten metano, un gas de efecto invernadero, cuando digieren plantas. El metano también es emitido por el estiércol. Además, el óxido nitroso, otro gas de efecto invernadero, se emite a partir de los desechos de las vacas y de los fertilizantes químicos utilizados en los cultivos producidos para alimentar al ganado.
“América Latina puede ser un productor y exportador sostenible de carne vacuna pero todavía estamos muy lejos de ello. No se está haciendo lo suficiente para mejorar la eficiencia y cuidar los recursos naturales”, sostuvo Patrice Dumas, investigador del centro CIRAD de Francia y uno de los autores del informe.
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Cambios en la producción en América Latina
Junto con investigadores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Dumas analizó las opciones del sector de la agricultura y el uso del suelo en América Latina para alcanzar un equilibrio de emisiones en 2050. Para ello, se consideraron diferentes escenarios de reducción de emisiones, con mayor o menor grado de ambición.
Para los investigadores, lograr el equilibrio de emisiones en el sector será imposible sin reducir la huella de emisiones de la carne vacuna. Ello requerirá “acciones transformadoras” tanto del lado de la oferta como de la demanda del sector, ya que incluso en los escenarios más ambiciosos las emisiones de la producción están lejos de cero.
Aunque reconocen que una cría de ganado más intensiva puede traer sus propios problemas, los investigadores analizan cómo puede dar lugar a menos emisiones de producción por unidad de producto y a un menor uso de la tierra. Para ello, identifican una serie de prácticas que pueden reducir las emisiones en la producción ganadera, basándose en estudios de casos de toda la región.
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La lista incluye dar al ganado alimento más digerible, sea pasto o alimento concentrado, rotar el ganado en las pasturas para que coincida con el renacimiento del pasto, eliminar las plantas que el ganado no puede comer, evitar la degradación de las pasturas y añadir leguminosas fijadoras de nitrógeno en las pasturas, entre otras medidas.
El estudio también sugiere el uso de las silvopasturas, una práctica que combina silvicultura, forraje y ganadería y permite contar con suelos más sanos y menos emisiones. Además se proponen cambios en el manejo del estiércol, la reducción de fertilizantes sintéticos y el uso de leguminosas como cultivos de cobertura para bajar las emisiones.
“Tenemos que incrementar la eficiencia y no desperdiciar espacio,” resume Dumas. “Hay iniciativas que van en la dirección correcta en toda América Latina pero todavía no es suficiente. Las emisiones siguen siendo altas y van camino a incrementarse si los países siguen con los mismos estándares de producción para adelante”.
La ganadería ya forma parte de planes de reducción de emisiones, o mitigación, en marcha en países de América Latina. Al mismo tiempo, gobiernos de la región han sumado nuevos compromisos en los últimos años, como en el caso del metano y la meta de reducir el 30% de las emisiones al 2030 acordada en la COP26.
Uruguay logró bajar la emisión de gases de efecto invernadero del ganado hasta un 16 % por kilo de carne producido al mejorar las prácticas de gestión sin aumentar los costos, de acuerdo a un estudio presentado por el gobierno. Mientras que en Brasil el plan ABC de agricultura baja en carbono fomenta la adopción de nuevas prácticas ganaderas.
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La dieta de América Latina
Teniendo en cuenta las preferencias en la dieta en América Latina, los investigadores coinciden en que, si bien no será necesario ni probable un cambio total hacia dietas veganas o vegetarianas en los próximos años, la reducción de las emisiones ganaderas requerirá cambios en el lado del consumidor, especialmente en los países de mayor consumo de la región.
En Brasil se consumen 13 gramos de carne vacuna al día por persona, cifra que se eleva a 18 gramos de carne vacuna al día por persona en otros países del Cono Sur, frente a una media de 9 gramos en América Latina, una media mundial de 4 gramos y menos de 4 gramos en América Central y el Caribe. El consumo de carne vacuna está distribuido de forma desigual en la región. Los autores sugieren que hay margen para reducir este consumo y mejorar los resultados nutricionales en la región.
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Para ello, una opción es reemplazar parte de la ingesta de proteínas del ganado vacuno con cultivos ricos en proteínas como la soja o los porotos. Además sugieren reemplazar parte del consumo de carne por otros productos ganaderos como la carne de cerdo y el pollo, que generan menos emisiones que las vacas.
El consumo de carne vacuna en los países con mayor consumo como Argentina ya está disminuyendo por suba de precios y cambios en las dietas. Al mismo tiempo, el mercado de las alternativas a la carne compite cada vez más con los productos cárnicos convencionales en atributos importantes como el sabor, el precio y la comodidad.
“Tanto los productores de alimentos como los consumidores tienen un papel que desempeñar en la reducción de las emisiones de la carne mientras la población mundial sigue creciendo,” sostienen investigadores del World Resources Institute en un artículo publicado este año.