TPP-11: cobre de ida ¿y a Chile qué?
Para qué nos vamos a contar los dientes entre piratas. Por 40 años Chile pavimentó una ruta que lo lleva a ostentar el título de la nación con más Tratados de Libre Comercio del mundo. Nuestros productos llegan al 62% de la población mundial. En dos décadas lo que exporta el ‘western forestal’ se ha triplicado. El mercado para los salmones se ha sextuplicado. Las cerezas y los arándanos registran ventas sobre los 2.500 millones de dólares.
Para sus defensores, el Tratado Transpacífico (TPP-11) asegura la reducción de aranceles en mercados hoy restringidos. Abriría puertas a las faenadoras de chancho en Japón –ver reunión ChilePork en Tokio-; a las carnes y lácteos en Canadá -los precios de la savia bovina están disparados en Norteamérica. Bien por ellos, pero ¿a Chile qué?, ¿celulares con internet a precio justo?, ¿protección de las semillas tradicionales?, ¿red de trenes y teleféricos?, ¿más capacidad para la CuentaRUT? Si al menos el cuento se tratara de un acuerdo “Corfo-Toyota-CAP-Soquimich” para producir automóviles eléctricos en Antofagasta, dado que por ahí sale el 38% de las exportaciones oceánicas (SUBREI, 2021)…
El entusiasmo devocional que muestran los políticos canadienses por el acuerdo Transpacífico se explica en sus 6.457 pozos petroleros y las reservas encontradas en la región de Alberta (World Energy Trade). Esto proyecta al coloso norteamericano como potencia energética al menos del presente siglo. Un quinto de los buques comerciales que llegan desde el ‘mamut del norte’ portan carbón bituminoso. Este se usa para la producción de acero y el funcionamiento de las centrales termoeléctricas. Desde el Instituto Chileno del Acero informan que el consumo de este material ha aumentado en casi 40% en dos años. La histórica siderúrgica de Huachipato es administrada por la Compañía de Aceros del Pacífico. Y esto nos trae de vuelta al condoricosas nacional. La CAP está hoy controlada principalmente por Invercap, de Julio Ponce Lerou, y cuenta con la participación de la -oh sorpresa- japonesa Mitsubishi (DF). ¡Plop!
Tomémonos el caldo con aliño bien picante: la producción de arenas bituminosas canadienses muy pronto podrían duplicar todo lo que contamina Chile en un año (World Resources Institute). ¿Dónde están los ecologistas guardaparques con sombrero canadiense? Recordemos los tres glaciares que la Barrick Gold intentó “reducir” para extraer el oro andino. A esto se sumó la destrucción de humedales altiplánicos por parte de la Kinross-Maricunga el 2015 cerca de Copiapó. También los irreversibles daños en Putaendo por parte de la Andes Copper, y la agresiva estrategia de la Trimetals Mining en el glaciar Argüelles del Cajón del Maipo. Todas corporaciones canadienses.
En el año 2019 el Consejo de Defensa del Estado interpuso una demanda por daño ambiental cometido por la Barrick Gold. En febrero de 2022 la Corte Suprema se manifestó acusando a Pascua Lama de incumplir el plan de cierre. Con la firma del Tratado, ¿cómo quedaría la situación? (Chile Sustentable).
Al menos la vieja rencilla entre ‘élites de izquierda y de derecha’ ahora se mueve al paradojal terreno del siglo XXI: cómo hacemos para que las ineludibles responsabilidades ecosistémicas sean ejercidas por las comunidades que defienden las fuentes de vida, sin que esto signifique un “ataque terrorista” para las tan sensibles billeteras de la corte celestial.