Crítica de cine: “Gaucho americano”, un pequeño relato épico
En medio de un valle rodeado de montañas, el sonido de las ovejas balando comienza a acercarse y a llenar el ambiente. Un perro comprometido corre de un lado a otro tratando de evitar que algunas rezagadas se alejen del grupo y, un hombre a caballo guía con sus gritos a todo el conjunto desde la distancia.
Los personajes y el ambiente llegan nosotros a través de planos detalles, que poco a poco se van abriendo, hasta permitirnos conocer a Joaquín y a Víctor en medio de este mundo: dos arrieros de la Patagonia en el interior rural de Idaho.
Este documental chileno tiene ciertos aires de western, al ambientarse en medio de un Estados Unidos aún salvaje e inexplorado, en donde la naturaleza permanece indómita. Los protagonistas deberán cumplir su misión, el arreo de ovejas, bajo la continua amenaza de depredadores. Lejos de todo, su motivación se basa en que el mantener aquella vida nómade les permitirá ahorrar para sus familias y su futuro, sin traicionar su honor, con su sombrero de gaucho, arriba de un caballo, y junto a sus fieles perros.
El relato de una hora explora la interacción de estos hombres con ese paisaje tan distinto, que, bajo la luz del sol proyecta la belleza de los diferentes tonos que puede adquirir cada color, y luego, dentro de sus tráilers, bajo la oscuridad de la noche se detiene en los pequeños gestos humanos. Para llegar a esto, el filme tuvo como origen una investigación sobre un fenómeno real en que gauchos de la Patagonia chilena, son contratados como arrieros de ranchos en Estados Unidos.
Entonces, Joaquín y Víctor, acompañados solamente por sus perros y caballos tendrán que proteger sus piños de miles de ovejas de los depredadores, en una tierra ajena que creen poder dominar. Un pequeño relato épico, en que lo salvaje de la naturaleza se enfrenta al trabajo del ser humano, manteniendo esta persistencia -como buena película del oeste- de continuar con una actividad en su formato tradicional, sin doblegar los métodos de explotación a la tecnología.
El trabajo de sonido es impecable, y permite observar, sin abusar, el choque cultural y de comunicación entre los chilenos y sus patrones gringos. Dificultades y equívocos debidos a la precariedad del conocimiento del idioma del otro, lo que termina por abrir un nuevo espacio de enfrentamiento para los personajes. Ya no es solo el ambiente; están también esos otros seres humanos.
Así la cámara los acompaña y se queda con ellos todo el tiempo, manteniendo fuera de campo lo más duro de la naturaleza – la sangre, la muerte-, quizás más que para alejar lo crudo de las temáticas, sea para recordarnos que esta vez la historia es sobre estos dos hombres trasplantados a miles de kilómetros de sus casas, que intentan detener el inevitable cambio.
Lo más interesante del filme está en lo absurdo de su premisa, en que hay comedia y drama en este juego de mirar a dos gauchos haciendo lo mejor que saben hacer en el Estados Unidos más profundo y rural posible. Sin embargo, lo absurdo no se limita a ellos, sino que parece envolverlos; puesto que los seguimos en una cacería de coyotes y leones, en intentar mantener los lazos con quienes aman desde la distancia, y en el hecho cierto de que la ranchera mexicana hable tan inequívocamente sobre sus raíces y sentimientos.
La perfecta elección de los personajes quienes son dos sujetos distintos entre sí, por edad, generación y carácter, quizás entrega cierta luz sobre los efectos de dicho trabajo y el realizarlo en calidad de migrante. En donde uno es solitario y silencioso, el otro desea abiertamente el contacto con otros, intentando aprender el idioma, e incluso haciendo compras. Aceptación y resistencia, que se forjan en la soledad y belleza de una siesta en medio del campo mientras el viento mueve la maleza a tu alrededor y tus perros duermen a tus pies.
Estreno en:
Cine Hoyts
Centro Cultural La Moneda
Centro Arte Alameda – Sala CEINA
Ficha Técnica
Dirigido por: Nicolás Molina.
Escrito por: Paula López Wood, Valentina Arango y Nicolás Molina.
Producido por: Joséphine Schroeder
Compañía Productora: Pequén Producciones
Director de fotografía: Nicolás Molina
Producción de terreno: Allan Bortnic
Sonido directo: Jorge Acevedo
Montajista: Camila Mercadal
Música original: Ángel Parra
Diseño sonoro: Roberto Espinoza
Corrección de color: Alexis Rodil, Kenzo Mijares
Post producción de sonido: Sonamos
Post producción de imagen: Kenzo Mijares
Artículo publicado en alianza con Culturizarte.
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