Patrimonio Cultural: de la monumentalidad al buen vivir

Patrimonio Cultural: de la monumentalidad al buen vivir

Por: Paulina Soto Labbé | 08.09.2022
Urge transitar   desde   la   monumentalidad   y   la   verticalidad   de   las operaciones de patrimonialización hacia una noción integral y biocultural de patrimonio vivo y dinámico, identificada con el concepto del “buen vivir” y convivencia intercultural. 

En los últimos meses, cuando el fantasma de la pandemia parece ir desvaneciéndose poco a poco, y las gentes van regresando nuevamente a las calles, se revela con crudeza la ciudad post estallido con sus muros y monumentos históricos cubiertos de rayados, manchados por las huellas del fuego o desgarrados por la furia iconoclasta que cuestiona los símbolos del Estado-nación construido.

La prensa conservadora no tarda en denunciar el supuesto “abandono del patrimonio” con críticas disparadas por actores –cuyos conflictos de interés son fácilmente descifrables– en contra  de “autoridades” aludidas como entes abstractos cuya identidad, obvio, debe buscarse en el Estado y en sus responsables sectoriales.

Ello resulta particularmente útil cuando el clima es propicio para asimilar las entelequias, “gobierno”, o bien, “izquierda”, a la promoción de la “vandalización”, deducida de su apoyo a la revuelta social, las disidencias, los temidos mapuches que osan enarbolar su bandera en la cúspide de la estatua de Baquedano y, por supuesto, la propuesta de Constitución que el domingo pasado fue desaprobada en las urnas.

Quienes desde distintos frentes tenemos responsabilidades y hemos ocupado puestos gravitantes en los ámbitos de las culturas, las artes y los patrimonios, ya sea en la academia, en el Estado o en la cooperación internacional, coincidimos en su defensa. No nos complacen los rayados hedonistas que degradan los valores arquitectónicos, históricos, artísticos e identitarios que encierran las casas, edificios, esculturas, plazas, ni mucho menos los espacios que cohesionan a las comunidades en torno a la cultura. Patrimonios son valores trascendentes y compartidos.

Es por ello que hemos apoyado decididamente el programa de recuperación de espacios públicos promovido por el Gobierno del Presidente Gabriel Boric y que la alcaldesa Irací Hassler ha desplegado en la comuna de Santiago, con la experiencia emblemática del Barrio Meiggs. Observar los componentes de dicha intervención aparece como un buen ejercicio para comprender su enfoque integral: ordenamiento del comercio ambulante a través de las regulaciones normativas y de la vigilancia de las policías para permitir el uso seguro de las calles por parte de la ciudadanía y el diseño de espacios públicos recreativos, con activa participación de vecinos y locatarios, como el mejor dispositivo de control social de las violencias entre las personas.

Ante la vulneración de la cúpula del Museo Nacional de Bellas Artes, emblema del patrimonio urbano y obra del gran arquitecto Emilio Jequier, el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), que he tenido la misión de presidir como subsecretaria del Patrimonio Cultural, reaccionó inmediatamente y es así que oficiamos tanto al Consejo de Defensa del Estado como a la Contraloría General de la República para que se siga el procedimiento legal y se determinen los delitos y las penas que correspondan de acuerdo la Ley de Monumentos (N° 17.288).

Sin embargo, nuestra mirada, lejos de agotarse en los aspectos punitivos, apunta hacia la educación patrimonial y a la resignificación de los patrimonios (así, en plural). Acciones que, en los Días de los Patrimonios se manifiestan en un amplio programa de actividades institucionales y ciudadanas que trascienden a la arquitectura y sus espacios, y se extienden a las dimensiones inmateriales y naturales de aquello que valoramos y atesoramos como sociedad. La Política de Educación Patrimonial, como el Programa de Sitios de Memoria, impulsados durante mi gestión, son llevados a cabo por las comunidades y los grupos organizados que sólo requieren del apoyo del Estado para potenciar sus capacidades y amplificar su impacto.

Por ello, entre mayo y septiembre de este año, el Consejo de Monumentos Nacionales ha otorgado la protección a cinco sitios de memoria solicitada por organizaciones de la sociedad civil. Desde la Subsecretaría y el Servicio del Patrimonio Cultural, hemos diseñado un programa de apoyo a Sitios de Memoria que contribuirá al desarrollo de una cultura ciudadana que dé garantías para la no repetición de los horrores cometidos en esos lugares. Asimismo, al interior de la Subsecretaría comenzamos a desarrollar distintas plataformas de identificación de agentes patrimoniales y herramientas para la toma de decisiones; así como para las consultas ciudadanas e indígenas y otros procesos participativos necesarios para generar normativas pertinentes y actualizadas, así como una Política de Educación Patrimonial de amplio espectro.

De allí que la participación sea hoy un elemento clave para la legitimidad y la sostenibilidad de la gestión patrimonial. De allí que la consulta indígena previa, que mandata el Convenio 169 de la OIT suscrito por Chile, así como la consulta ciudadana, sean procesos ineludibles para la promulgación de una Ley de Patrimonios. De allí que la co-creación junto a las y los vecinos en las normas de intervención de las zonas típicas declaradas por el CMN esté comenzando a instalarse como una práctica necesaria para la protección sustentable de los barrios de valor patrimonial.

En la misma dirección se encamina el actual proceso de modernización de la Secretaría Técnica del CMN, con el fin de agilizar y descentralizar gestiones y procedimientos, para, por un lado, minimizar el impacto de los rescates arqueológicos en proyectos de infraestructura, optimizando los tiempos para las autorizaciones y, por otra parte, otorgar mayor autonomía a las localidades y a las propietarias y propietarios de inmuebles patrimoniales.

Urge transitar   desde   la   monumentalidad   y   la   verticalidad   de   las operaciones de patrimonialización hacia una noción integral y biocultural de patrimonio vivo y dinámico, identificada con el concepto del “buen vivir” y convivencia intercultural.  Una en la cual confluyen indisolublemente el patrimonio cultural material e inmaterial y el patrimonio natural y en cuyo centro se ubican las comunidades, las personas y los seres sintientes que comparten un territorio. Una noción que se viene consensuando entre las actorías locales, nacionales y multilaterales que nos dedicamos al diseño y gestión de los patrimonios, así como a un conjunto de expresiones y materialidades que resguardan esos valores trascendentes y compartidos que deseamos heredar a las nuevas generaciones.

El cambio de paradigma que la actualidad exige implica reconocer a las comunidades como las generadoras, portadoras, transmisoras y agentes de reconocimiento, validación y recreación de aquellos lugares, espacios, edificios, paisajes, prácticas, costumbres, creencias, lenguas, expresiones y valores que les son significativos, que los identifican y cohesionan como colectivos humanos diversos e insertos en la interculturalidad.