¿Es posible salvar la flora y fauna de Latinoamérica? 262 proyectos que lo están logrando
¿Qué tienen en común el paujil de pico azul, el águila del Chaco y las flores endémicas de Atacama? Aunque son especies de flora y fauna originarias de distintos países, las tres se encuentran en peligro de extinción. La buena noticia es que, a pesar de los problemas, existen proyectos de conservación que están tratando de que la humanidad no pierda estas especies para siempre. Y en varios casos lo están logrando.
La caza y venta de animales silvestres, la tala ilegal y la deforestación son amenazas que están atacando rápida y eficazmente la biodiversidad. Sin embargo, también hay varios esfuerzos de conservación liderados por diversos actores que buscan hacer frente a estos problemas. Mongabay Latam ha documentado y publicado desde 2018 las estrategias de conservación que han tenido resultados positivos concretos en la región. Son 262 historias ubicadas en 22 países y cubiertas por más de 70 periodistas de América Latina.
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Para ordenar la información, se han creado distintas categorías. “¿Quiénes son los protagonistas?” es una de ellas. Ahí se pueden seleccionar proyectos realizados por pueblos indígenas, científicos, comunidades locales, gobiernos, organizaciones ambientales y/o empresas privadas. El filtro “Área de trabajo” fue dividido en: áreas naturales protegidas —tanto públicas como privadas—, territorios indígenas, comunidades forestales y ecosistemas no protegidos. Finalmente, en el filtro “¿Qué se conserva?” se han considerado especies de vida silvestre —tanto fauna y flora— y recursos naturales —agua, bosques y suelo.
Si bien son varias las especies de fauna que se buscan proteger o salvar de la extinción, como la rana arlequín, la ranita Loa de Chile o la cotorra margariteña de Venezuela, resaltan también los esfuerzos de conservación de especies como la ballena, el tiburón, el cóndor andino y el jaguar porque, en muchos casos, implicaron estrategias transfronterizas y la participación de varios actores.
La base también nos permite identificar el liderazgo que tuvieron las mujeres en los proyectos de conservación a nivel latinoamericano. Se ha contado el rol de las mujeres Kariña, guardianas de los bosques en Venezuela, de las mujeres guardaparques que protegen a las tortugas marinas de Nicaragua de los traficantes y las mujeres y familias Maya Qʼeqchiʼ que rescatan semillas nativas en Guatemala.
Las mujeres maya qʼeqchiʼ, en Guatemala, trabajan por la seguridad alimentaria de sus familias y la comunidad. Foto: Asociación Ak’Tenamit.
Otro aspecto importante es la participación de los pueblos indígenas en la defensa y cuidado de sus territorios. Hay historias de poblaciones indígenas peruanas y ecuatorianas que apuestan por la creación de equipos de vigilancia comunitarios para luchar contra la deforestación. También hemos cubierto enormes esfuerzos de reforestación, como el caso de siete comunidades de las etnias shipibo-conibo y cacataibo, en Perú, que lograron la recuperación de más de 116 mil hectáreas de bosque.
Una historia inspiradora más es la del Grupo Tortuguero de una comunidad indígena de la Nación Comcaac, en México, que lucha por aumentar la población de tortugas marinas en el Golfo de California. En cinco años, lograron liberar más de ocho mil crías de tortuga golfina en 14 kilómetros de playa.
Las historias que hemos documentado han demostrado la efectividad de los esfuerzos de conservación. Un caso ejemplar es el de la pava aliblanca, ave emblemática de Perú que se creyó extinta. Luego de más de cuarenta años de trabajos de conservación, se logró recuperar la población de 400 individuos.
La pava aliblanca (Penelope albipennis) se caracteriza por tener el plumaje negro en casi todo su cuerpo con solo 8 a 9 plumas de color blanco en las alas. Foto: Gerlinde Taurer.
Participación comunitaria y alianzas internacionales
Aunque no incluimos la participación de los niños como una categoría específica, encontramos historias de conservación donde ellos fueron los protagonistas del cambio. En Colombia, alrededor de 400 niñas y niños se preparan en las comunidades indígenas del Cauca para ser los nuevos defensores del territorio y protegerse, de esta forma, del avance del narcotráfico y otras mafias criminales.
En Chile, gran parte de las más de 500 especies de plantas que habitan en pleno desierto de Atacama están en peligro por factores asociados a las actividades humanas. Sin embargo, niños de una pequeña escuela están cultivando algunas de estas especies en peligro con el fin de aprender de su “patrimonio vegetal” y así evitar su extinción.
Niños chilenos que participan en el proyecto que busca proteger flores nativas. Foto: Cristián Ascencio.
El caso de las comunidades forestales en México es particularmente importante. La mayoría de ellas ha logrado proteger sus bosques a pesar de las enormes amenazas del crimen organizado y del narcotráfico. Así, por ejemplo, en el estado de Durango, cuatro comunidades encontraron en el manejo forestal sostenible una actividad que les permite tener opciones económicas y cerrar el paso a los cultivos ilícitos, como la amapola. Aquí, tras décadas de trabajo, ahora, mil familias viven de la silvicultura.
Del mismo modo, los esfuerzos transfronterizos han demostrado buenos resultados. En la Selva Maya, el éxito del modelo de concesión forestal comunitaria en Petén ayudó a la creación de un corredor biológico que une la Reserva de la Biosfera Maya (Guatemala), Calakmul (México) y las Montañas y Bosques Mayas (Belice). Esta expansión ha significado un gran beneficio de la vida silvestre y de proyectos de desarrollo económico basado en actividades extractivas sustentables.