El retorno a las grandes alamedas: Apuntes de un cambio de mando histórico
“Chilenas y chilenos, habitantes de nuestra patria, pueblo de Chile. Esta tarde, por primera vez, les hablo como Presidente de la República”. La Plaza de la Constitución respondió con un ovación cerrada. Así comenzó el discurso de Gabriel Boric desde un balcón en el Palacio de La Moneda, de frente a una masa de gente que coreaba “¡Boric, amigo, el pueblo está contigo!”. Fue la coronación de una jornada que comenzó muchas horas antes, en Valparaíso.
El perímetro estaba cercado alrededor del Congreso. La presencia policial era alta y los colegios de las Avenida Argentina suspendieron sus clases por el evento. Ya a las 8.00 de la mañana había un grupo de mujeres instaladas al lado de las vallas más cercanas, según lo permitían los anillos de seguridad, esperando al próximo Presidente.
Temprano comenzaron a llegar las suburbanas con los parlamentarios, los primeros invitados a la jornada. La mayoría pasaba directo en los vehículos hasta los estacionamientos subterráneos del Congreso, pero algunos, los menos, se bajaban a caminar hasta la entrada.
Una de ellas fue Fabiola Campillai. La ahora senadora en ejercicio llegó temprano, vistió un traje rojo intenso y se dio el tiempo de hablar con la prensa del lugar. “Es un día histórico en el cual el pueblo entra al Senado a través de una mujer, pero no cualquiera, una mujer que fue víctima de la represión de este Estado y este gobierno”, sostuvo y emplazó que apoya “la libertad de nuestros presos políticos del estallido social. Salieron a protestar por todos nosotros y hoy están en la cárcel y los verdaderos delincuentes en las calles”.
Emilia Schneider, quien asumió su primer periodo como diputada, llegó también caminando. "Espero poder trabajar de la mano con la comunidad LGTBI y las disidencias sexuales que me trajeron acá. Quiero ayudar a los movimientos sociales en el Congreso", afirmó. Luego, fue al encuentro de Campillai.
Allí, alejadas de las cámaras de televisión y entremedio de los camiones con equipos de transmisión, se abrazaron las dos parlamentarias históricas. Una, representando por primera vez a la comunidad trans en el Congreso y la otra una senadora a punto de asumir con el objetivo de justicia y reparación para las víctimas de violaciones a los derechos humanos durante el llamado “estallido social”.
La derecha también se hizo presente y el Partido Republicano llegó en ‘patota’. En las elecciones lograron 15 diputados y 1 senador, aunque, al poco andar, los inaceptables dichos misógenos de Johannes Kaiser y la difusión de noticias falsas de Gonzalo de la Carrera llevaron a que abandonaran la colectividad. Sin embargo, ahí estaban ambos en el grupo, Kaiser con un cigarrillo y un sombrero vaquero, sacándose fotos con la bancada “republicana”.
Primero venían sesiones en ambas cámaras para que asumieran los y las nuevas parlamentarias, justo después se elegirían a los presidentes de cada una de ellas. Fue durante ese proceso que en el Senado se vivió una polémica donde la derecha encontró algo del protagonismo que perdió desde la dura derrota en segunda vuelta.
Las negociaciones duraron hasta entrada la noche anterior, pero elegir a la mesa del Senado resultó más difícil que lo que parecía en un primer momento y todo el proceso terminó con un quiebre de Chile Vamos -según lo calificó más de un senador de Renovación Nacional-. La importancia, al menos de la jornada, era que quien presidiera la Cámara Alta entregaría la banda a Gabriel Boric.
Desde RN acusaron haber quedado fuera del pacto de gobernabilidad senatorial, donde la centroizquierda negoció con la UDI y Evópoli la presidencia para Álvaro Elizalde (PS) y la vicepresidencia para Luz Ebensperger (UDI), sin considerar a la colectividad encabezada por Francisco Chahuán. “A las 8 de la mañana me escribe Paulina Núñez y me dice ‘no llegaron ni contestaron el teléfono’”, acusó el senador Manuel José Ossandón.
Para Ossandón, el asunto fue una “traición”. “Chile vamos está quebrado, a nosotros nos traicionaron”, afirmó tras la sesión. Cómo no, si precisamente él era uno de los candidatos para presidir la Cámara Alta. “Cuando un partido es incapaz de respetar los acuerdos con sus socios, menos es capaz de dar gobernabilidad”, afirmó el parlamentario. En tanto, Iván Moreira (UDI) lo acusó, sin mencionarlo, de haber ofrecido a Giorgio Jackson sus votos para los proyectos del gobierno a cambio de un apoyo para la testera.
En la gradas del Senado se trataba de dar alguna interpretación, mientras algunos recordaron cuando en 1990 Jaime Guzmán le dio su voto al senador DC Gabriel Valdés, en una movida contraintuitiva por la que el gremialista recibió críticas. “La UDI debe estar tratando de salvar al Senado”, dijo en las tribunas un asesor comunicacional de un parlamentario de RN. La tesis sería que la UDI calculó que con un PS en la cabecera las probabilidades de lograr una negociación con los convencionales que permita que el Senado no desaparezca en la nueva carta fundamental serían más altas. Una jugada que su partido aliado no estaba dispuesto a hacer. Por su parte, Fabiola Campillai pidió la palabra y con soltura lanzó: “Chile está aburrido de estas negociaciones y de estas peleas. Yo soy independiente y mi voto es independiente, les pido que votemos ya”.
El pacto de gobernabilidad bastó sin RN y a pesar del empeño de RN de levantar a Francisco Chahuán, Álvaro Elizalde se convirtió en el nuevo presidente del Senado.
Con el atraso, se aceleró el protocolo y Elizalde salió casi corriendo a encabezar la ceremonia donde entregaría la banda presidencial.
El presidente más joven del mundo
“Usted está atornillando al revés con la educación. Ha seguido incentivando el negocio de la educación y eso creemos que no puede seguir permitiéndose. Así que sepa que vamos a seguir en la calle, movilizándonos por una educación pública, gratuita y de calidad. (…) ustedes los gobernantes tiene el deber de escuchar lo que dice la gente en la calle”. La escena fue hace 9 años, durante el primer mandato de Sebastián Piñera. En ese entonces, Gabriel Boric era un líder estudiantil y abordó a Piñera en la calle, durante una actividad.
En 2011, Gabriel Boric, Camila Vallejo y Giorgio Jackson lideraron un movimiento que llegó a paralizar a los estudiantes del país. Heredera de la “Revolución Pingüina”, esta movilización se puso como objetivos lograr una educación pública, gratuita y de calidad. Logró poner en jaque al primer gobierno de Piñera con protestas que duraron más de seis meses ese año y que continuaron en gran parte del 2012. Pero luego, se convirtieron en una generación que además de enfrentar al poder, entendieron que podían tomarlo. Así, Boric dirigirá la nación acompañado de Vallejo como su ministra vocero y de Jackson como ministro Secretario General de la Presidencia. Ya después del cambio de mando, Vallejo, consultada por este salto desde la calle hasta La Moneda diría que esta nueva etapa se trata de un “cambio ciudadano”.
La jornada estuvo llena de simbolismos: los primeros en ser recibidos en Cerro Castillo fueron las organizaciones sociales; la banda presidencial fue confeccionada por un sindicato textil de mujeres revolucionarias; la primera foto oficial fue con los gobernadores regionales, en línea con la descentralización; asumió como Presidente “ante el pueblo y los pueblos de Chile”, reconociendo a los pueblos originarios; su edecán de Carabineros es mujer por primera vez en la historia; la conductora del Ford Galaxy también es mujer por primera vez.
Pero eso no fue todo. A diferencia de los cambios de mando anteriores, el ahora Presidente Boric no invitó a los personeros de las grandes empresas en el país. No estaban las cabezas de la Sociedad Nacional de Agricultura, ni de la Sofofa, y menos Juan Sutil, el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, quizás el máximo representante gremial.
Sí estuvieron Gustavo Gatica y Fabiola Campillai. El primero como invitado de honor del Presidente y la segunda como senadora recién asumida. Ambos víctimas de violaciones a los derechos humanos durante el gobierno del mandatario saliente durante el “estallido social” que comenzó el 18 de octubre de 2019. De acuerdo a distintos organismos, fueron más de 8.000 víctimas de violencia estatal, más de 400 las personas que sufrieron trauma ocular y más de 30 los fallecidos.
La ceremonia continuó. Piñera se sacó la banda presidencial, aunque no evitó un último hecho incómodo y besó la piocha de O’Higgins antes de soltarla, ante la mirada atónita de Boric. Finalmente, Álvaro Elizalde hizo entrega de la banda, se cantó el himno y con ese acto se concretó el traspaso.
Algunos leen la victoria de Boric y su asunción como el fin de la transición. Para la escritora y dramaturga Nona Fernández, nominada al National Book Award en Estados Unidos, el proceso es más profundo aún: “Lo que estamos estamos viviendo es sin duda el resultado de una revuelta social en la que estamos participando todas y todos. Es el comienzo de dejar atrás la dictadura”.
“Es, por fin, el término de la dictadura, después de tantas décadas”, reflexionó tras la ceremonia.
Pero así como lo nuevo llega, lo viejo se va. Piñera, ahora un ciudadano más -al menos desde lo legal, porque continúa siendo uno de los más grandes empresarios del país- bajó los escalones de la tarima de la mesa del salón de honor del Congreso y caminó acompañado de Cecilia Morel ante el aplauso de los invitados de honor.
Mientras salía del Congreso, lo último que escuchó Piñera antes de abandonar el salón de honor fueron los gritos de algunas voces desde la tribuna que gritaron “asesino”.
El metal tranquilo de su voz
“Por aquí, desde donde les habló, pasó Balmaceda y su dignidad chilena, Pedro Aguirre Cerda y su gobernar es educar, citando a Valentín Letelier. Por acá, pasó también Eduardo Frei Montalva y la promoción popular, el compañero Salvador Allende y la nacionalización del cobre, Patricio Aylwin y la recuperación de la democracia, Michelle Bachelet abriendo caminos inexplorados con la protección social”, recordaría Boric desde el balcón.
Ya en Santiago, por la Alameda, miles de personas siguieron la travesía del Ford Galaxy mientras Boric se encaminaba a La Moneda acompañado de su ministra del Interior, la doctora Izkia Siches, primera mujer en ocupar el cargo. Al llegar la Plaza de la Constitución, frente al palacio, se acercó a las vallas a saludar a la gente que, a gritos, le pedía una saludo, un apretón de manos o una selfie. Entre la multitud, una niña le ofreció una hoja con un dibujo, Boric recogió el papel y lo guardó en el bolsillo de la chaqueta.
[caption id="attachment_726635" align="alignnone" width="900"] FOTO: Agencia Uno[/caption]
Tras recibir los honores de la guardia presidencial, Boric y la comitiva enfilaron al interior de La Moneda. Sin embargo, el ahora Presidente hizo una pausa y desvió su camino. Se acercó a la estatua de Salvador Allende, inclinó la cabeza y la saludó, en homenaje al exmandatario. Luego, entró a La Moneda.
Dispuestos ya para el primer discurso presidencial, la seguridad abrió parte de las vallas para dejar que la gente se acercara más al edificio. La multitud corrió en estampida para ganar un lugar, como si se tratara de un concierto. A las 19.57 horas, Gabriel Boric salió al balcón.
“Chilenas y chilenos, habitantes de nuestra patria, pueblo de Chile. Esta tarde, por primera vez, les hablo como Presidente de la República”, comenzó, “la emoción que he sentido al atravesar a este Palacio es profunda y necesito compartirla con ustedes que son parte protagónica de este proceso (...) no estaríamos aquí sin la movilización de ustedes”.
“Aquí se escuchan los ecos de quienes se han levantado contra la opresión (…) resuena el clamor feminista y su lucha por la igualdad”, reflexionó el Boric. La mención viene acompañada de una declaración de un proyecto de gobierno abiertamente feminista y a solo tres días de la masiva marcha del Día Internacional de la Mujer el pasado 8 de marzo, donde participaron las ministras del gabinete.
“Es este Chile que solo en un puñado de años, y ustedes lo han vivido, ha debido atravesar terremotos, catástrofes, crisis convulsiones y una pandemia mundial… y violaciones a los derechos humanos que nunca más se repetirán en nuestro país”-recordó- “siempre nos sacudimos el polvo, nos secamos las lágrimas (…) y seguimos, siempre seguimos”.
“Quisiera compatriotas que la gente de Puchuncaví y de Coronel puedan mirar hacia el futuro y saber que sus hijos no van a crecer rodeados de contaminación (…) (quisiera) que los niños y niñas de Alto Hospicio sepan que también van a poder acceder a una vivienda digna; que los vecinos de Antofagasta, Maipú, Hualpén sientan tranquilidad al volver de sus trabajos y tener tiempo para vivir junto a sus familias. Por eso impulsaremos, como hemos comprometido, las 40 horas (de jornada laboral)”, sostuvo frente a la multitud.
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“En el sur tenemos un problema. Antes se hablaba de la pacificación de La Araucanía. Qué término más burdo e injusto. Después decían el conflicto mapuche. No, señores, no es el conflicto mapuche. Es el conflicto entre el Estado chileno y un pueblo que tiene derecho a existir y allí la solución no es ni será la violencia”, afirmó.
“Los invito a que nos escuchemos de buena fe, sin caricaturas. Tomémonoslo en serio, de todos los bandos, nosotros mismos también: escuchemos de buena fe, para que el plebiscito de salida sea un punto de encuentro y no de división. Y podamos aquí, junto al pueblo, firmar por primera vez en la historia de Chile una constitución democrática”, llamó.
“Hoy era necesario hablar, mañana todos juntos a trabajar”, agregó y finalizó con un último guiño a Allende: “Como pronosticara hace casi 50 años Salvador Allende, estamos de nuevo, compatriotas, abriendo las grandes alamedas, por donde pase el hombre y la mujer libre para construir una sociedad mejor”.
“¡Seguimos! ¡Viva Chile!”.