Héctor Noguera y Culturas: "Con el 0,3% de presupuesto no se puede hacer nada"
Es imposible hablar de teatro, cine y televisión de los últimos 60 años sin mencionar el nombre de Héctor Noguera. Su presencia permanece indeleble en más de 20 películas, casi 30 telenovelas y 150 obras sobre las tablas, lo que lo convierte en un imprescindible y parte de la historia de las artes en nuestro país.
Todo ese bagaje, desde su infancia en el centro de Santiago, la temprana muerte de su padre, las enseñanzas de Eugenio Dittborn y Luis Alberto Heiremans, la amistad que lo unió al artista plástico Claudio Bravo, los agitados y revolucionarios años 60, la agonía del teatro en dictadura y su paso por el cine y la TV, están presentes en Autobiografía de mi padre (Editorial Catalonia, 2021) las memorias actorales de Noguera escritas por su hijo Damián, músico y licenciado en Literatura de la UC.
“Tito” confiesa en esta entrevista que “soy malo para trabajar solo, soy bueno para trabajar en compañía (…) Damián leyó lo que yo había escrito y me dijo que hiciéramos algo, pero con una condición, que borrara todo lo que yo había hecho y empezáramos de nuevo”.
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Así fue que comenzaron a tener encuentros en los que Noguera contaba episodios de su vida que poco a poco fueron configurando esta biografía, en la que se privilegian las vivencias actorales y personales de “Tito” por sobre la narración netamente cronológica, en un recorrido lleno de profundas emociones.
Además, conversamos con Noguera sobre la Convención Constitucional, el estado actual de las artes en Chile y su visión respecto de quién podría ser el próximo Ministro/a de las Culturas.
-¿Cómo lograron con Damián equilibrar lo público y lo íntimo, lo político y lo social, en esta autobiografía?
Eso lo logró Damián. Está escrito en base a las cosas que yo le cuento, pero es él quien valoriza estas historias y las ubica en diferentes contextos, no de forma cronológica, sino que hace una mezcla de tiempos y épocas que son muy sorprendentes para mí. Por ejemplo, yo le comento que nuestra primera hija, con Claudia, la perdimos a pocas horas de nacer. Damián lo relata mientras estamos narrando la historia de El rey Lear. Así van apareciendo las diferentes situaciones y eso da la sensación que te da la memoria, que salta de un lado para otro.
Damián va tomando y contextualiza, creando una atmósfera a cada acontecimiento envuelto en lo político, lo social, lo personal, el oficio del teatro. Yo creo que el oficio de la actuación es lo más importante de este escrito, lo que siente, lo que le pasa a uno en el escenario o frente a un lente. Se mete en rincones muy recónditos de lo que es ser actor.
La lucha por la sobrevivencia del teatro
-En los años 60 te toca vivir la revolución del teatro chileno, ¿cómo viviste esa época de innovación de cambios políticos que tuvieron un corte tan abrupto con el golpe de Estado?
Los actores convivimos con todos los mundos y en esta autobiografía me doy cuenta del paso por diferentes periodos, diferentes modos de ser del chileno, de percibir la realidad. Los artistas tenemos un doble juego porque participamos de los cambios pero al mismo tiempo los estamos observando. Y ahí estaban las preguntas de Damián sobre lo que yo sentía o hacía en ciertos momentos, había que indagar en qué le pasaba a uno realmente.
-¿Cuál es la deuda que tiene el Estado con las artes y las culturas? ¿Sientes que falta impulso y desarrollo?
Durante la dictadura el teatro estaba en una lucha, cumplíamos el rol de combatirla creando conciencia en la gente. Pero después de la dictadura, continuamos luchando por la sobrevivencia del teatro, sino desaparecíamos. Siempre hemos estado en peligro de no existir, claro que ahora esa lucha es más personal, menos comunitaria, estamos en la búsqueda de la observación de uno mismo o de un grupo. Eso debilita las artes porque estás tratando de salir a flote y ese desgaste es muy fuerte, resiente tu creatividad.
"La Constitución somos nosotros"
-¿Cómo percibes el desarrollo del proceso constituyente y cuáles son tus expectativas?
La posibilidad que la comunidad pueda colocar sus propias temáticas, es lo que me parece más valioso. Cuando salga la nueva Constitución, todos los chilenos podremos decir que estuvimos, ahí que participamos. El desarrollo mismo es un poco inquietante porque a uno le parece que las cosas se demoran en salir, que la discusión es quizás demasiado larga, pero imagínate que uno no tuviera idea de lo que pasa adentro, de las disensiones, las peleas, los acuerdos y desacuerdos. Eso me parece mucho más confiable: que todos estén discutiendo, pero que lo sepamos, aunque eso nos provoque inquietud. Hay que apoyar el proceso, en el sentido que la Constitución somos nosotros, nos refleja y si las cosas no andan bien, es nosotros no andamos muy bien tampoco (risas).
-¿Es Héctor Noguera candidato al Ministerio de Cultura?
¡No, para nada! Hay personas que lo creen, pero en talla. Sin embargo, el que más me gusta para el cargo es Pablo Paredes, porque ser Ministro es un cargo que requiere de personas que tengan un perfil político, y cultural y de las personas cercanas al presidente electo, Pablo es el que más me gusta. Es muy difícil hacer que un Ministerio de Cultura sea efectivo cuando no hay presupuesto. Con el 0,3% de presupuesto no se puede hacer nada, el Ministerio se transforma en una especie de cartón, en un honor, pero que no puede ser efectivo. Si necesitamos que este largo país tenga cultura, que existan bandas, orquestas, ballet, ópera, literaturas, escuelas, eso requiere es una inversión muy importante. Se están construyendo espacios muy lindos y equipados, pero sin formar artistas que puedan dar uso a los edificios en esos territorios.