Kenneth Bunker, analista: “Reclamar por resultados se vería como algo oportunista”
Tras el cierre de campaña, los esfuerzos de los candidatos para conseguir votos de cara al balotaje se van agotando. La suerte está prácticamente echada y solo faltan los últimos indecisos para tomar posición. La noche del domingo se prevé de infarto, con un recuento muy ajustado entre Gabriel Boric y José Antonio Kast.
Ad portas de la contienda, El Desconcierto conversa con el director de la encuestadora Tres Quintos, Kenneth Bunker, para revisar las principales claves del balotaje. Bunker considera que el cambio entre la primera y segunda vuelta de los candidatos ha sido notorio y se pregunta cuál de las dos versiones se impondrá una vez se conozca el ganador. Habla, entre otros temas, del miedo como elemento movilizador para votar, de los puntos fuertes y débiles de ambos en esta segunda parte de campaña y de las posibilidades efectivas de reclamar por los resultados.
-¿Qué elementos pueden decantar el balotaje hacia un lado o el otro?
Hay un elemento que resume toda la elección que es la capacidad de los candidatos de convocar el votante mediano, el votante promedio en Chile. Ambos se han trasladado hacia el centro buscando ese voto y eso explica las transformaciones en el programa de Kast y la nueva estética del programa de Boric. Buscan el voto de los candidatos que no pasaron a segunda vuelta porque no va a ir a votar más gente, por lo tanto tienen que conseguir los votos de los otros candidatos. También hay cuatro elementos sociodemográficos, los grupos clave que apoyan a cada uno: a Boric las mujeres, la gente de zonas urbanas, los jóvenes y sectores sociodemográficos de clase media. Kast tiene voto mayoritario de hombres, más viejos, en sectores rurales y de clase más baja y alta. La capacidad de movilizar a estas personas para mantener lo que tenían y sumar por sobre de esto será determinante.
-¿Qué puntos fuertes y débiles ha observado en los candidatos en la campaña para la segunda vuelta?
Ambos han hecho lo que tenían que hacer para buscar el votante mediano. La elección casi se centra más en las diferencias de lo que han sido en la primera y segunda vuelta que de un candidato contra otro. Es muy notorio que hay un Boric de primera vuelta y otro de segunda. Ese traslado es verdadero, es honesto y existe. Boric entendió que el traslado al centro tenía que ser algo más genuino, no sólo estratégico, considerando el resultado de las legislativas. Kast hizo un control de daños respecto a la primera vuelta, hizo varios cambios pero no sé si la gente los verá suficientes para poder ganar. Le quedaron pendientes en términos de derechos sociales, mientras que Gabriel Boric hizo buenos puntos en términos de seguridad y orden que eran las dos áreas que le faltaban. Ir al centro no se trata solo de una estrategia electoral. Lo que hacen los candidatos cuando cambian su discurso es aceptar que el votante mediano o la gran mayoría de los chilenos son de centro, moderados y, por lo tanto, podrían tener un gobierno exitoso si gobiernan como han hecho en sus campañas de segunda vuelta. Sin embargo, uno no entiende cuál va a ser la estrategia de los candidatos en adelante. Si gana Boric, la duda es si será el de la primera vuelta o el de la segunda. Si es el segundo podría ser un gobierno mucho más estable, pero hay muchos antecedentes que señalan que podría ser lo contrario.
-Más allá de lo que dicen las encuestas, a nivel de relato y tras los cierres de campaña de este jueves, ¿cuál de los dos relatos se estaría imponiendo?
El de Boric, sin duda. Es muy difícil pensar en un escenario donde lo que dice Kast conecta con lo más profundo de las demandas de los chilenos en los últimos años. Si bien es cierto que hay una demanda por más orden y seguridad, que son los dos ejes de su campaña, avanzar en los derechos sociales parece un tema más urgente. A pesar de que la campaña de Boric tenga algunas debilidades, por ejemplo, promete gastar mucho pero dice poco de cómo recaudar, la gente está dispuesta a dejarlo pasar porque pareciera ser que el discurso de Kast es demasiado extremo.
-¿Estamos ante una elección de extremos en ambos lados?
Sí. Hay distintas teorías sobre eso, como la de la polarización asimétrica que sostiene que Kast es más de derecha proporcionalmente de lo que Boric es de izquierda. Pero al fin y al cabo, lo que ambos candidatos dicen (programas, relatos, retórica) viene del extremo de las dos coaliciones tradicionales en Chile. En este sentido, entonces, son extremos. Boric viene de la izquierda de lo que era la Nueva Mayoría y la Concertación, y Kast de un sector más a la derecha del gobierno actual de Chile Vamos. Además, ambos proponen ideas que son más extremas de lo que habitualmente estamos acostumbrados.
-En esa búsqueda por el votante de centro que ambos han llevado a cabo estas semanas, ¿ha perdido peso la urgencia para implementar transformaciones que se instaló desde el estallido social, considerando que ahora se aplaude la gradualidad, la moderación?
Sí, esa fue una lectura en la que yo nunca estuve de acuerdo. Creo que eso fue una imagen. El chileno de derecha entendió que el cambio de Constitución pasó a ser algo de sentido común y, por lo mismo, votó en un 80% para cambiarla. En el caso de la Convención Constitucional, esa elección fue muy irregular y anormal en la tradición electoral chilena. Hubo tres reglas muy particulares que ayudaron a que la Convención fuese así: la entrada de independientes, la ley de cuotas y los escaños para pueblos originarios. Pero en la última elección de diputados y senadores vimos que cuando uno ocupa las reglas electorales normales el resultado es igual al de 2017, si es que no está un poco más inclinado hacia la derecha.
Boric busca el voto mediano porque entiende que la consigna ‘no eran 30 pesos, eran 30 años’ era errónea, era de las personas que estaban movilizadas, pero no de todos los chilenos.
-Después de los cambios y volteretas que ambos candidatos han mostrado, ¿cuál de los dos transmite más credibilidad?
Ambos tienen elementos de credibilidad. Por el lado de Boric hay un aspecto de realismo. El candidato entendió que si llega al poder va a tener que gobernar dentro de ciertos márgenes, de un contexto institucional restringido, con las limitaciones que tiene en el Congreso por los quórums. Por eso ha hecho el punto de decir que debe gobernar en la medida de lo posible. A pesar de que es evidente que es una estrategia electoral –porque sin eso no gana–, creo que también hay un aspecto de realismo y las personas se están dando cuenta. Por el lado de Kast, si bien es verdad que es un candidato de extrema derecha, también es cierto que procede de la política tradicional. La UDI no es un partido de extrema derecha, no necesariamente las personas en Chile lo ven como de extrema derecha. La gente no anda comparando si la UDI está más a la derecha que el Partido Conservador en Colombia. Para la gente eso es normal y por eso Kast tiene un aspecto de político tradicional. De hecho, a la gente que lo vota le da lo mismo si es pinochetista o no porque al final piensan en su bienestar al final del mes.
-Sobre el miedo como factor movilizador en esta elección, ¿hay más temor al supuesto comunismo que se alerta desde la derecha o al retorno al pinochetismo que advierte la izquierda? ¿Qué bloque puede movilizar más con esto?
Los discursos del miedo movilizan a personas que ya están movilizadas. Más de la mitad de las personas no votan, precisamente, porque no les gusta este discurso. Cuando los candidatos mantienen la retórica del miedo –del comunismo o del fascismo– lo hacen pensando en movilizar a los candidatos que votaron en primera vuelta y, en ese sentido, no se si sea algo positivo para la democracia. Entre los dos, podría tener más fuerza el de Kast. Es verdad que el PC tiene dificultades para condenar dictaduras en otras partes del mundo como Venezuela, Nicaragua y Cuba. A la gente eso, simplemente, no le gusta. En el caso de Kast hay un aspecto pinochetista o del argumento de que es fascista que sí cala hondo en las personas. Pero al final, eso no es la gran preocupación de la gente, son las condiciones de vida, y si sienten que los derechos sociales vienen en camino con la nueva Constitución, están dispuestos a sacrificarse un poquito para que las cosas se hagan en orden. Kast incluso puede ser representativo de ese orden. En los barrios del centro-sur de Santiago el problema no es Pinochet, es la inmigración, la amenaza al empleo. En este sentido, Kast está menos dañado que Boric y al entablar el discurso que el comunismo podría llegar tiene cierta conexión con los votantes.
-¿Es una elección más centrada en la trayectoria del candidato y su historia o en sus programas?
Se ha planteado más en términos personales que programáticos. Se debate más acerca de la capacidad de gobernar de la persona que sobre su programa. En el caso de Boric, se habla de derechos sociales y dicen que se recaudará mucha plata, pero cómo la van a recaudar. Ahí tienen un déficit en el programa. En el caso de Kast, dice que reforzará el Ministerio de la Mujer, pero lo hará o no. Los principales problemas son de honestidad o de liderazgo: si Boric puede tener un equipo que sea eficiente y si Kast puede ser genuino. Hay aspectos de la campaña que se han vuelto personales y los programas se dejaron de lado.
-Esa personalización ha favorecido a la campaña sucia, más enfocada hacia el ataque personal. ¿Qué límites puede haber para que los electores detecten estas estrategias y campañas?
Ha sido una de las campañas más sucias que se ha visto como efecto natural de la polarización. La noción de que hay mucho en juego en la elección presidencial, considerando también el proceso constituyente, hace que los comandos quieran ganar aún más y fuercen a los candidatos a meterse en temas no solo programáticos porque entienden que no se puede ganar solo con las mejores ideas, sino que hay que ir más allá. Eso es lo que hace que no vote la gente porque a las personas no les importa tanto la prueba de orina o de pelo. Cuando se personaliza demasiado, se hace demasiado específico, la gente no vota.
-¿El candidato que pierda se convertirá en referente de la oposición?
De todas maneras. En los próximos meses va a haber la construcción de los equipos y va haber un guaripolo mirando qué pasa ahí. Después viene el plebiscito sobre la nueva Constitución. Esa campaña va a ser muy dura, muy sucia, muy técnica y política. Esto va a tener que estar encauzado bajo algún liderazgo y cualquiera que no sea el presidente va a tener que cumplir un rol desde la oposición en estos cruces.
-¿Podría no resolverse el domingo el resultado electoral y tener que llegar al tribunal electoral? Primero lo planteó Francisco Chahuán (RN), luego Kast apoyó los dichos.
Es un escenario dentro de los muchos que pueden existir. Uno es que la elección sea muy competitiva como han mostrado las encuestas, y otro es que no sea estrecha y que pueda haber una distancia de 10 puntos entre los candidatos, 55-45. Solamente tiene sentido protestar la elección si es estrecha. En la primera vuelta de 1999 la diferencia fue de 30.000 votos Lagos y Lavín. Ese reclamo es algo que no se ha hecho antes en una elección presidencial en Chile. Sería una muy mala idea, sería visto como algo oportunista considerando que el Servel es una institución respetada, no sé si tendría tracción en el electorado. No hay grandes dudas puestas sobre el Servel. En cualquiera de los dos escenarios el ganador sería proclamado ganador y la página por parte de la gente se daría vuelta rápido. El Servel no son las AFP que dices que te están robando y la gente lo cree inmediatamente.
-¿Cómo afectaría la legitimidad del nuevo presidente ganar por un margen muy ajustado?
Esta es una idea que se arrastra de antes y que se llama los votos prestados. Boric obtuvo 12% de los 15 millones de personas que podían votar, y Kast el 13%. Votó por ellos una minoría muy significativa y, por lo tanto, ya llegan deteriorados a la segunda vuelta. Sin embargo, ahora se les prestan votos de otros candidatos. Pero hay un truco entre la legitimidad que entrega tener más del 50% y la gobernabilidad política que da. Para cualquiera de los dos será un desafío armar equipo y consolidar el apoyo en algo más bien político e institucional.