PERFIL| Jerónimo Reyes: Rehabilitando a través del kung-fu
Es domingo, son pasadas las 15:00 horas y en Santiago Centro la temperatura máxima pronosticada es de 13 grados, pero parecen menos. Mientras la mayoría de las personas se disponen a descansar durante los últimos momentos del fin de semana, una pequeña puerta en calle Salvador Sanfuentes se mantiene abierta. Desde afuera no se alcanza a divisar lo que ocurre allí. Basta con entrar para encontrarse con un amplio techo de vigas descubiertas, desde las que cuelga un saco de boxeo. El suelo de baldosas está delimitado por tatamis (planchas de colchoneta), en las paredes del lado izquierdo hay espejos y al fondo un mueble con palos, espadas, cuerdas, pelotas, protecciones y más. La pared del lado derecho aloja un altar y fotos con un árbol genealógico.
En medio del espacio hay una camilla y un aro de luz. Jerónimo Reyes acaba de dictar un seminario híbrido, online y presencial de masaje terapéutico con baoding (esferas chinas), mismo que dictó también el día anterior debido a los aforos limitados por la pandemia. En una situación de normalidad la escuela Wu Hsing Tao Chile estaría abierta de lunes a domingo. El sifu (maestro) pasa más tiempo allí que en su casa.
Subir el cerro de Renca
Delgado, de cabello corto y castaño, camina como si sus pies no rozaran el suelo, habla con tranquilidad. Su acento argentino es evidente. Ha luchado sin éxito por dejarlo, a pesar de los 20 años desde que llegó a Chile. Viste un pantalón ancho negro de tela y una chaqueta también negra con logos de la escuela. No tiene hijos, vive solo con su perro y le gusta subir el cerro de Renca los fines de semana; al menos solía hacerlo antes de la pandemia.
No hay día en que no entrene, comenzó a los seis años por salud, hoy tiene 38. Planea seguir hasta los 90 o hasta que el cuerpo “le aguante”. Cuenta que sus padres lo inscribieron en clases de artes marciales en Villa Ballester, Buenos Aires, porque sufría de asma y necesitaban que mejorara su estado físico, además la escuela quedaba en el mismo barrio. Se sintió cercano al kung-fu tradicional y al sanda (boxeo chino) porque su abuelo, un boxeador chileno que había competido en torneos, le enseñó previamente algunas posturas y bloqueos.
“Entrenaba mucho, le ponía garra. Muy buen competidor, compañero, también de los pocos –como yo– que lleva tantos años con el mismo maestro y eso es un mérito muy importante [...], casi 30 años”, comentó desde Argentina Walter Santillán, también sifu y primer discípulo del ta sifu (Gran Maestro) Alejandro Sabio, fundador de la escuela.
Monitor con déficit cognitivo
En el árbol genealógico de la pared derecha está el linaje completo del que proviene un estilo, hay diversos en China y generalmente dependen de familias. El ta sifu Alejandro Sabio es el único occidental en el de la familia Wang. Al hablar de su maestro, al sifu Jerónimo se le ilumina la cara, dice que la humildad y el respeto son muy importantes en las artes marciales. “Yo elegí a mi maestro y él me eligió a mí ahora último, como discípulo, porque yo considero que es uno de los más grandes que hubo en la historia del wushu (arte marcial) en Sudamérica. En una conversación que tuvimos yo le dije 'vos sos el mejor maestro de Sudamérica y sos el que más sabe' y él nunca va a creer que lo es”.
Pese a que su escuela Wu Hsing Tao Chile, filial de la de Buenos Aires, se centra en artes marciales chinas con fines medicinales y deportivos, el sifu Jerónimo dice que le gustaría volver a competir. Hace algunos años se destacó en esta área: “Era un chico al que le encantaba entrenar, muchas veces entrenaba con alumnos mayores y le gustaba hacer combate con ellos. Desde muy chico lo llevé a varios torneos de los que salió varias veces campeón en combate y formas”, señaló el ta sifu Alejandro Sabio desde Buenos Aires.
El frío se hace más intenso y la única estufa de la escuela está mala. Sentados en semicírculo también se encuentran René Utreras padre e hijo y Linda Rojas, profesora de kung-fu para niños y secretaria del club deportivo WHT. Escuchan atentamente la conversación. René hijo se soba las manos y ajusta la bufanda. Tiene 27 años y entrena hace 6 con el sifu Jerónimo.
René Utreras padre comenta que su hijo tiene síndrome de Asperger y un déficit cognitivo leve, razón por la que siempre estaba buscando lugares: “Mi mundo era él, miraba colegios para adultos, colegios especiales, siempre algo de desarrollo, que le diera independencia, y se me ocurrió que sería una buena opción y le achunté”. Este año, René Utreras hijo se convertirá en instructor de algunas disciplinas chinas y cumplirá su sueño de dar clases para niños y niñas con síndrome de Down. “Este kwoon (escuela) es distinto a todos los otros [...] Son sus amigos, nos apoyamos, están las 24/7 pendientes de sus alumnos y eso no pasa en ningún lado. Esta escuela podría ser la primera en tener un monitor con déficit cognitivo en el país y eso es un logro del Sifu y de Linda”, señala René padre.
Maestro de kung-fu en la contru
Se escuchan bocinas afuera, algunos autos acelerando, pero dentro de la escuela el tiempo se paraliza. Es un universo paralelo en plena capital. Algunos de los ornamentos y estatuas se parecen a los de los restaurantes chinos, lo que le da un aspecto bastante familiar. Predominan los colores rojo, negro y dorado. El sifu parece también combinar.
Jerónimo recuerda que cuando llegó a Chile no hizo clases de inmediato: “Cuando llegué acá, no me da ningún tipo de vergüenza decirlo, estoy orgulloso de haber llegado a trabajar en la construcción, porque eso me dio un carácter en la parte laboral y en la personal. Porque uno cuando trabaja duro y trabaja de abajo se va formando. El trabajo es muy bueno [...], en la parte física y de artes marciales uno adquiere un tipo de fuerza diferente, uno adquiere otra voluntad”. De esta manera juntaba dinero para viajar tres veces al año a capacitarse al país vecino y continuar con su formación marcial.
Se vino a Chile porque su padre había llegado a trabajar un tiempo antes y una vez que Jerónimo terminó el colegio le dijo que debía elegir entre seguir estudiando o trabajar, y optó por lo segundo. Durante ese periodo y luego de obtener su faja negra con el grado de profesor, comenzó a hacer clases particulares así, en sus mismas palabras, fue “ganando experiencia” para las clases con grupos más grandes que realiza hace 16 años.
Durante la pandemia la sede ubicada en pleno barrio universitario no pudo abrir, hicieron clases online, pero la plata no daba. Jerónimo dice que fue un tema complejo: “Podría haber decidido no seguir con la escuela ya que no tenía ningún tipo de ingreso para mí. Empezamos a trabajar con la gente más personalizada, enseñar un poquito más, hacer cursos como el de hoy. Así logramos conseguir el dinero para el alquiler. Fue un esfuerzo en realidad. Uno con su escuela no se fija en si vale la pena, solo en que se pueda mantener funcionando”. Además tuvo que profesionalizar algunos de sus hobbies como orfebrería, arte, escultura, restauraciones “y eso me dio un poquito de margen para poder sobrevivir en este periodo”, cuenta.
[caption id="attachment_705563" align="alignnone" width="600"] Torno Intercontinental de Artes Marciales, Chile 2019. ©Trinidad Vercellino[/caption]
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La escuela además de ofrecer sanda, kung-fu tradicional, baji quan y kung-fu para niños, tiene clases de chi kung y tai chi, entre otras. Las dos últimas relacionadas a la medicina tradicional china (MTC) reconocida por ser preventiva. Es en este contexto reciben como alumnos a adultos mayores o personas con diversas lesiones que no pueden practicar otros deportes. La creencia de que las artes marciales son violentas quedó en el pasado. "El que es agresivo en las artes marciales no entiende lo que son las artes marciales”, acota el sifu.
Dentro del camino del kung-fu existen las artes internas y las externas. Una vez que se dominan las físicas y se tiene cierto control del cuerpo, la siguiente etapa es pasar al interior. Así fue como Jerónimo se interesó en el chi kung hace más de 15 años y llevó la inquietud hasta su maestro. Él lo derivó con otro de la misma escuela y el resto es historia: hoy el sifu forma instructores y profesores.
Linda Rojas conoce a Jerónimo desde hace 12 años, pero trabajan juntos hace cinco. Ella es preparadora física y técnico en deporte, lo que ha complementado clases de kung-fu para niños. Es la mano derecha del sifu. Coordina, ve documentaciones y que todo funcione. Se emociona mientras lo describe: “Es una persona que sabe mucho, nos enseña mucho, nos exige mucho y es comprensivo. Siempre está ahí cuando uno lo necesita, estemos como estemos, no tengamos plata, etc”.
Un centro cultural para las artes chinas
La escuela va mucho más allá de ser un negocio, Linda comenta: “Nosotros somos como una familia aquí, a la persona que entra la tratamos como una familia, estamos pendientes de ella, qué les pasa, lo que tienen, por qué no vienen, los llamamos, lo que sea”. René padre e hijo están de acuerdo y asienten con la cabeza mientras escuchan.
Según su padre, René Utreras hijo era muy temeroso, “ahora el miedo ya no está en su diccionario”. René hijo complementa: “Lo que más me gusta de las artes marciales es el sifu. Es muy buen profesor, nos enseña bien. Es un amigo, como hermano”, cierra.
Jerónimo ha hecho clases a adultos mayores y a personas con problemas reumáticos, pero no le gusta mucho hablar del tema, por discreción y porque cree que él solo brinda las herramientas y la persona hace el resto del trabajo. “Para que uno haga kung-fu tiene que gustarle y hay que dedicarle energía y tiempo. Eso es lo principal, que la persona le encuentre sentido a lo que está haciendo”, comenta.
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Las artes marciales son para todo el mundo. Linda y Jerónimo concuerdan en que los ejercicios se pueden adecuar, se debe ir evaluando la necesidad y posibilidad de cada persona. “Con los adultos mayores no se puede hacer lo mismo que con una persona de 28 años; la edad tiene mucho que ver. Los niños desarrollan sus capacidades a temprana edad, los adultos mayores necesitan trabajar muy interno, necesitan sus tiempos. Hay que simplificar las cosas o adaptarlas”, dice el sifu. Lo más relevante es diferenciar entre un peleador y un practicante, alguien que realiza los ejercicios por salud o como un pasatiempo. “Uno no puede generar todo alrededor del combate, incluso la defensa personal no tiene que ver con pelear, sino con cuidarse a uno mismo. Aprender a correr es mejor que aprender a pelear en defensa personal”, enfatiza.
Actualmente el sifu Jerónimo es faja negra quinto tuan, no planea volver al país vecino de forma permanente y su sueño es “ampliarse al tema sociocultural”. Tener una sede más grande donde poder mostrar diversas disciplinas. Un centro cultural para las artes chinas, como la danza del león; proyectar películas, dar seminarios, diversificar la oferta formativa y formar filiales para expandir estos conocimientos.