VOCES| Parque Cultural de Valparaíso: A la vanguardia del nuevo Chile plurinacional
El Parque Cultural de Valparaíso cumple 10 años. En Dinamarca, país donde transcurrió nuestro exilio, los cumpleaños 10, 20, 30, 40, 50 etc, se llaman años redondos y se celebran echando las campanas al vuelo. No se envían invitaciones. La casa está abierta para todos y todas desde la madrugada: amigos, vecinos, parientes, en una convivencia alegre y bien regada, que se prolonga hasta el amanecer. Es un ajuste de cuentas con el decenio transcurrido y un avance del futuro, con sus incógnitas y esperanzas.
El decenio de este Parque Cultural se merece una celebración redonda, con un balance de lo bueno y de lo malo, proyectando su futuro en un país que, por primera vez en la historia, construye su institucionalidad con plena participación de toda su diversidad política, social, cultural, de lenguas y de género. ¡Qué hermoso desafío!
El Parque Cultural es un verdadero milagro en una ciudad tan disminuida durante los últimos años. Desde que abrió sus puertas ha funcionado sin pausa, día y noche. Ha sido el lugar de encuentro, de exposición y debate del arte, de la cultura consagrada y emergente. Ha abierto sus salas para la explosión creativa originada por el estallido social. Nada ha quedado afuera: el movimiento danza para todos, conciertos, un laboratorio escénico, exposiciones, representaciones teatrales, conciertos, exhibiciones cinematográficas, bienales de arquitectura, lanzamiento de libros, seminarios internacionales, prácticas circenses, jornadas para la conservación y el manejo de la huerta del parque, convocatorias múltiples para niños, adultos y ancianos.
En suma, no solo es un centro cultural, sino también un espacio para la reflexión de nuestros anhelos y nuestras carencias. Un sitio de memoria y de futuro. Sensible a los sueños de los jóvenes, las experiencias de los viejos, los anhelos feministas y las angustias de los discriminados. No olvidando la noble misión de velar por la vigencia de los derechos humanos.
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La restauración arquitectónica de la ex cárcel pública ha sido un gran acierto. Una talentosa respuesta que no olvida el pasado, pero lo habilita magistralmente para su nueva vocación. Su largo cuerpo horizontal pintado de un color blanco impecable, deslumbra con el habitual clima luminoso de Valparaíso y conserva los múltiples ventanucos propios de una celda.
A los pies de este edificio, se extiende un enorme césped pulcramente conservado, situación excepcional en la escarpada geografía porteña, que sirve como parque público para toda la ciudad.
Aproximándonos al borde de este parque, disfrutamos con una vista espléndida de la bahía y de esa cadena incomparable de cerros que la rodean, acogiendo la más pintoresca colección de viviendas autoconstruidas, que trepan audaces sorteando esa loca geografía.
En su proximidad, otra joya olvidada hasta ahora: un antiguo polvorín, sitio arqueológico levantado a fines de la época colonial, junto a una red de otras instalaciones similares, destinadas a proteger el puerto de la eventual agresión de los barcos ingleses. El polvorín es un edificio de inigualable valor patrimonial, recuperado para disfrute de todos nosotros, gracias a la iniciativa de localizar allí el Parque Cultural.
En suma. Han sido diez años fecundos para el puerto y para todos los chilenos. Ni el maldito virus logró paralizar sus actividades, que tuvieron lugar por los medios tecnológicas que nos permiten la comunicación a distancia.
Abrigamos la certeza que el Parque Cultural de Valparaíso, sabrá interpretar y estar a la vanguardia del nuevo Chile, plurinacional y más democrático, que estamos diseñando en la Convención Constitucional.