CRÍTICA| "Perro bomba": La película que Kast debería ver para hablar de inmigración
Un discurso “patriota” que propone cerrar la frontera y frenar el tránsito de inmigrantes. La zanja planteada por el actual candidato de derecha se parece al muro de Donald Trump; ambas suenan a broma, pero son propuestas reales. Probablemente a quienes promueven el odio y la xenofobia pueda molestarles que Perro bomba sea una película chilena que comienza en creole y en la que gran parte de los diálogos ocurren en ese idioma, con personajes que no son actores profesionales sino trabajadores venidos de otros países compartiendo roles con destacadas figuras del cine nacional.
La cámara sigue en la noche a Steevens Benjamin, un joven haitiano instalado hace varios años en Santiago en un relato entrañable y realista que combina elementos de la ficción y del documental, adentrándose en la dura vida de familias que han inmigrado a Chile. Como repitió en el último debate presidencial, Kast promueve la deportación, fácilmente, como si esto no implicara un gran drama social, además ¿deportarlos adónde? Obviamente si lo dejaron todo, es porque ya no podían seguir donde estaban.
Steevens es uno de ellos; vive con su familia adoptiva, tiene un trabajo y ha logrado cierta estabilidad. Hasta que llega Junior, amigo de infancia con el que creció y al que recoge en el aeropuerto. Una cámara subjetiva muestra lo que ambos ven desde el bus que ingresa a la ciudad, y la promesa de ganar “plata, mucha plata”.
[Te puede interesar]: CRÍTICA| «El juego del calamar»: En el infierno no hay reglas
¿Tienes luz todo el día?, pregunta Junior, el recién llegado de Haití, al visitar la modesta habitación que arrienda Steevens. Muy pronto la ilusión quedará en entredicho. El anfitrión le consigue trabajo a su amigo y este es humillado por los compañeros y el patrón. Todo cambia para Steevens al enfrentar el racismo del jefe (Alfredo Castro) y golpearlo. Pierde el empleo y es apresado, su comunidad lo rechaza y corre el peligro de ser deportado. Queda a la deriva y aplana las calles de Santiago con todo lo que posee en un pequeño bolso. Así llega a miserables habitaciones, albergues y la cama de su abogada, mientras deambula vendiendo Super 8 o estacionando autos, siempre encontrando a alguno dispuesto a aprovecharse, pero también la mano amiga de quienes no tienen –como él– nada que perder.
El joven realizador Juan Cáceres, egresado de la carrera de cine de la Universidad de Chile, ha señalado que intentó tener un guion para lograr financiamiento sin éxito. Luego lo desechó y se largó a grabar la vida de Steevens, actor autodidacta haitiano, improvisando y construyendo una historia en el camino. Para hacerlo, el equipo contó con actores naturales del grupo familiar y del entorno del protagonista, logrando una factura fresca, arriesgada, lejos de fórmulas probadas.
Una de las pocas escenas que resultan algo forzadas, es el encuentro romántico con la abogada que defiende al joven al final de la película (Blanca Lewin), pues pone en duda la ayuda incondicional a otros sin sexo u otro interés de por medio, solo por conmoverse con la situación que muchos han vivido por venir a Chile. El final abierto es un acierto, otorgando la posibilidad al espectador de confiar en que todo saldrá bien para Steevens.
Si quiere mejorar su discurso y tener un mayor conocimiento sobre la vida de los inmigrantes, ciertamente esta es una película que Kast y todo aquel que promueva el odio racial, debería ver.