VOCES| En tiempos de elecciones: Los animales tienen la palabra
En estos días, ad portas de la elección presidencial, le llueven cartas y petitorios a la candidata y candidatos, como también a quienes integran la Convención Constituyente. En este ámbito, recuerdo un momento que me animo a rescatar. Se trata de una “Carta de los animales al futuro Presidente de Chile”, de 1958, cuando los candidatos fueron Jorge Alessandri Rodríguez –que ganó–, Salvador Allende Gossens, Eduardo Frei Montalva, Luis Bossay Leiva y el cura de Catapilco Antonio Zamorano.
Cumpliendo una función ventrílocua, la actriz Nieves Yankovic, autora del texto, le dio voz a los animales en un programa de radio. Nieves era una persona encantadora. En ese entonces era la directora de la Unión de Amigos de los Animales. Además, junto a Giorgio di Lauro, hizo documentales en los cuales participó Violeta Parra, debida y oportunamente reconocida por la pareja de cineastas. Después, en el período de la Unidad Popular, fue candidata a diputada por la Izquierda Cristiana y participó en la fundación de ese partido. Proponía que el trato de la militancia debía ser de “hermanos-compañeros”, que connotaba la fraternidad que ella soñaba para nuestro país.
En fin, en La Reina se le conocía además por tener decenas de perros con los cuales hacía giras por los restoranes de Santiago para conseguirles comida. El 31 de julio de 1987, bajo dictadura, se inauguró el Centro Cultural Nieves Yankovic; en esa ocasión Giorgio di Lauro me entregó la “Carta de los Animales”. Quisimos publicarla en la revista La Castaña, pero ese número nunca apareció y recién ahora hemos compilado todos los números de la revista. Incluido ese inédito (Editorial Asterión, 2021).
Carta de los animales al futuro Presidente de Chile/ Por Nieves Yankovic
En el Evangelio según San Juan leemos que ‘no hay amor más grande que el que da su vida por sus amigos’. Nosotros los animales, tenemos este amor, pues damos la vida por millares, diariamente, por nuestros amigos, los hombres. Por eso, en nombre de San Francisco de Asís, quien nos amó hasta llamarnos sus hermanos, pedimos clemencia a Ud., futuro Presidente de Chile.
Yo, viejo perro guardián, agobiado por la vigilia, que entrego mi vida por salvar a Yo, fiel perro ovejero, compañero inseparable del hombre en su trabajo, ya sea de día o de noche. Yo, perro lazarillo, que soy ojos del ciego y lo guío a través de las tinieblas como una madre guía a su hijo. Yo, perro vago, sin más mérito que el de calentar con mi pobre piel apolillada al niño, también vago, en las orillas del río Mapocho y al niño triste de la población callampa, en su cama sin frazada. Yo, que lamo las heridas y las lágrimas de los abandonados, que sufro en silencio los golpes, las patadas y el maltrato, que juego con el niño con quien nadie quiere jugar.
Todos nosotros, humildemente, pedimos ¡clemencia!
Nosotros, los miserables caballos de carretelas, que con los ijares y el lomo destrozados por la carga y los huascazos ayudamos a nuestro amo a ganarse el pan, que empapados de helada en las frías madrugadas de invierno y entumecidos de cansancio le entregamos todas nuestras pobres fuerzas. Nosotras, las yeguas de trilla, que de sol a sol somos trituradas por el fuego, el vértigo, la soga.
Todos nosotros, humildemente, pedimos ¡clemencia!
Y nosotros, los vacunos, alimento para nuestro amo y señor, el hombre, también pedimos clemencia en la hora de nuestra muerte. Todos nosotros, los del reino animal, los llamados irracionales, ya que no nos fue dado nada más que sentir dolor y alegría; y que está exclusivamente en la mano del hombre el darnos lo uno o lo otro.
Nosotros, por eso, le pedimos a Ud. ¡clemencia! Clemencia para los amigos olvidado del hombre, clemencia para los más débiles y los más desamparados.
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La Unión de Amigos de los Animales ruega a Ud. futuro Presidente de Chile, que combata la crueldad y que, sobre todo, suprima la actual perrera; que lo único que ha hecho es tratar de endurecer el corazón del pueblo, de nuestro generoso pueblo que siempre amó a sus animales, aunque a veces, por ignorancia, los maltratara.
Un hombre que puede lacear a un perro y arrastrarlo, junto a su pequeño amo que, llorando, se abraza a su cuello… ese individuo no es un hombre. Un hombre que fría y deliberadamente envenena a un animal está más abajo de la escala humana de valores que el animal mismo. Porque el hombre es responsable y el animal no lo es. Estos individuos que dan el ejemplo de la brutalidad y crueldad gratuita son elementos peligrosos para la comunidad.
Un médico francés cuenta que en su país, durante la ocupación por los nazis, estos instauraban perreras en los pueblos y de ahí reclutaban a los guardianes para los campos de concentración. Porque el que sádicamente maltrata a un animal, con el mismo sadismo y con placer aún mayor torturará a un ser humano, cuando se le ofrece la oportunidad.
Señores candidatos a la Presidencia de la República:
Les pedimos por favor que alguna vez visiten la perrera. Que una sola vez y nunca más miren con sus propios ojos todas las atrocidades que ciertos hombres cometen amparándose vilmente en la ley. Les rogamos que una sola vez vean de cerca, ante las jaulas de la perrera, los ojos llenos de espanto, de súplica y de lágrimas. Los ojos de niños y ancianos, de pobres y de ricos de todos los que aún tienen sentimientos. Y que vean, dentro de las jaulas, ojos que buscan con ansiedad la cara del amo que los ha de salvar del infierno y cuya alegría no tiene límites cuando, por fin, la divisan.
Pero estos son pocos. Los más quedan atrás, desesperados, aullando de terror, trepando por las alambradas. Cayendo al último bajo el impacto del veneno retorciéndose, revolcándose, gritando siempre. Gritando una sola palabra que nadie en ese infierno comprende, la palabra ¡clemencia! Porque nosotros creemos que el destino y la finalidad del hombre son la generosidad y la nobleza de corazón hacia hacia sus semejantes y hacia todos los seres creados por Dios. Y entre estos, más que nada hacia aquellos que nos sirven con tanta lealtad y abnegación sin pedir otra cosa que un poco de amor.
Migajas de amor
Sabemos que hay muchos males en la sociedad humana en que el hombre abusa con el hombre y que son más importantes y requieren remedio más urgente que los casos de abuso y de crueldad para con los animales. También sabemos que Cristo dijo a la mujer griega que ‘no está bien quitarles el pan a los niños para tirárselo por los perros’, a lo que la mujer respondió: ‘Sí, Señor, pero los cachorros debajo de la mesa comen las migajas que dejan caer los niños’.
Son estas migajas las que pedimos, nada más. Estas migajas de pan, de amor, y de comprensión que no se quitan a nadie y que son suficientes para defender contra el hambre, el abandono y la crueldad a nuestros fieles amigos, los animales. Darles estas migajas a ellos, en vez de dejarlas perderse por egoísmo y comodidad, es ejercer la virtud cristiana de la caridad y actuar de acuerdo con el destino del hombre como ser responsable y consciente.
Por eso nos permitimos pedirle, futuro señor presidente de la República, que escuche el llamado de nuestros humildes amigos. Como corresponde al mandatario de un país civilizado y cristiano, y que les otorgue ese favor que con todo respeto le solicitan: ¡clemencia!