Cualquiera de las mujeres y niñas que desaparecen diariamente: "La bella Antonia"
La novela breve La bella Antonia nos mueve desde los principios del S XX hasta la actualidad, siempre siguiendo el hilo de la historia principal pero abordándola desde distintas perspectivas y personajes para eventualmente generar un sentido global. Antonia, la protagonista, es raptada a los 13 años, y esta desaparición es estudiada desde el año 2015. Para ir explicando el proceso de la investigación, los autores del texto se mueven entre el pasado y el presente, menciones y críticas a la prensa, a la política y a quienes detentan el poder.
Se trata de una escritura colectiva, es decir, cuyos capítulos –24, específicamente– fueron escritos por 11 autores diferentes, turnándose los capítulos por sorteo y mezclando distintos estilos y plumas que identifican a las personas a cargo de cada sección de la dura historia de Antonia. La novela no es lineal, los hilos van juntándose solamente al final de la novela. El primer capítulo toca la historia de la familia Álvarez en Taltal, el segundo habla de las conversaciones del Loco Daniel en la Araucanía, y el tercero pasa al año 2015 con un estudiante de periodismo en Santiago, y así sucesivamente. A pesar de eso, no es difícil de entender, todos los capítulos están narrados “en fácil” y es una lectura rápida mientras no te distraigas más de lo común.
La bella Antonia es una mezcla entre una novela de misterio y de drama, poniendo el foco especialmente en la última categoría: no un drama cualquiera, sino una suma dramas conocidos en el país (y en muchos otros). El drama de la desaparición del ser querido, de la incertidumbre, de la violencia sexual y de la pérdida de la identidad frente a las preguntas ¿de dónde vengo? y ¿quién es mi familia?, y al menos alguno de esos temas es seguro que en alguna medida impactará al lector.
Que se trate de una novela colectiva hace difícil categorizar la prosa, las frases o el estilo general. Cada capítulo está escrito con una pluma distinta, y –salvo en algunos capítulos específicos– esto no hace ruido, porque los contextos en que ocurre el relato cambian. Hay algunos capítulos con frases cortas y específicas, con el foco en la acción, otros que ponen el énfasis en el diálogo y la perspectiva de alguno de los personajes que cuenta una historia, y otros que se concentran en las descripciones detalladas. También hay algunos con muy poca acción, que se enfocan en caracterizar al Chile del siglo pasado. Hay narradores omniscientes, narradores observadores, narradores protagonistas, en fin, es como si todos los personajes tuvieran permiso para narrar un poco.
[Te puede interesar]: VOCES| Justicia para Denisse Cortés: La herida vital del 12 de octubre
Hay dos momentos en la novela que resultan especialmente llamativos, porque desentonan con el resto de la historia. El primero es cuando se habla del estallido social del 2019, de la violenta represión policial, y de las amenazas a las que se ve enfrentado el periodista que investiga esta desaparición, terroríficamente parecidas a las situaciones que conocimos los que participamos activamente en las protestas: “El espontáneo estallido social, que había puesto en jaque al gobierno, apuntaba a terminar con el neoliberalismo económico, experimento salvaje impuesto en Chile por los Chicago Boys tras el cruento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 (…)” (p. 83). Da la sensación de que la crítica a la dictadura –muy válida, por cierto– se sale por completo del contenido del resto de la novela, como si el/la autor/a tuviese muchas ganas de dar su opinión, aunque no tuviera mucho que hacer ahí.
El segundo momento en que hay un salto en el estilo narrativo, donde de golpe se pasa al estilo epistolar, ocurre cuando la hija perdida de Antonia deja plasmada su historia (o lo poco que se conoce de la misma) para su descendencia. Con el potente comienzo “soy una sobreviviente” (p. 49), la narradora nos lleva a su historia de pelea contra el mundo, por primera vez no contra los humanos sino contra el mundo en sí mismo. Habla de la pandemia que casi la mata, del terremoto que la deja viuda, y nos abre el espacio para conocer a sus hijos. Fuera de lo anterior, no es mucha la relevancia que tiene el personaje de Margarita para la historia. No entrega información, solamente aparece este puente entre el pasado y el no-tan-pasado (porque el presente está en la historia paralela de Antonia y Estefanía), para mostrar que existen hijos, nietos y bisnietos de la gran Antonia.
Es curiosa la forma en que los personajes más relevantes crean sus perfiles con distintos grados de profundidad, efecto claramente dado por la variedad de autores y los distintos estilos que tienen para construir a los participantes de sus acciones. En primer lugar está Antonia, por supuesto: no hay mucho sobre ella, más que lo que cuentan los demás, que la describen como bella, gentil, cariñosa, coqueta, y posteriormente lo que se sabe de su lucha por abrir un restaurant y por huir. Para ser la protagonista, sus diálogos son menos que los de casi todos los otros personajes de la novela. El Loco Daniel, por ejemplo, es un personaje muy característico, no solo se describe su vida sino también su personalidad y se le da un largo espacio para reflexionar, contar y generar expectativas sobre sí mismo. Antonio, el periodista que vendría a ser el “protagonista de la parte actual”, resulta un personaje bastante plano y sin mucho contenido, incluso sus persecutores son más complejos y distinguibles que él.
[Te puede interesar]: QUÉ SE LEE| Bessy Gallardo: “La UDI y los republicanos son seres detestables»
Esta novela toca temas actuales, muy presentes, lo que no es raro porque surge en cuarentena y se agarra de las cosas que están ocurriendo y especialmente de las que ya habían ocurrido antes y se están repitiendo. Es una novela que habla de lo cíclica que es la historia, por una parte, y de lo unívoca que es la naturaleza del ser humano, por otra. Se muestra un universo en que las pandemias existen, matan, desaparecen, vuelven y matan nuevamente. Los terremotos también aparecen y matan. Y especialmente los hombres poderosos matan, y matan sin recibir ningún castigo, una y otra vez, tanto en el siglo XIX como en el siglo XXI. Como dije antes, el drama es la esencia de esta novela, y es el drama que significa vivir en un mundo en que la violencia inevitablemente va a ser parte de la secuencia de la vida.
Desde esta perspectiva, no es una novela optimista en ningún sentido. Cuando la cerré, me dejó con la idea de que las mayores desgracias del mundo están condenadas a repetirse, y muchas de ellas ni siquiera se han dejado de repetir. Los hombres de la novela –y de la historia, y del presente– pelean contra el sistema o contra los opositores del sistema, dependiendo del grado de privilegio. Las mujeres, en cambio, antes que cualquier otra cosa peleamos contra los hombres y contra su necesidad de dominarnos. “Una mujer de 13 años fue secuestrada por un hombre mayor, violada y embarazada”, que es la premisa central de la novela, podría también ser el titular de cualquier medio de prensa, cualquier día de la semana en cualquier país del mundo. Y la resistencia es mínima. El gran mérito de Antonia, así como de todas las otras mujeres del libro que sufren por la violencia de los hombres, es la capacidad de huir y reamarse en otro espacio. No es un logro menor, por supuesto, pero no existe en ningún momento la idea de que la mujer pueda pelear y oponerse a la violencia de una forma diferente a la autopreservación.
[Te puede interesar]: Una novela conspiranoica de marcado sesgo machista: «Próximos días» de Francisco Ortega
La novela La bella Antonia hace críticas explícitas hacia la forma en que funciona la política del país, que si bien parecen fuera de lugar, un poco incorporadas con pegamento, reflejan con potencia la perspectiva de al menos algunos de los autores sobre las condiciones actuales del país: “Y las armas de los jóvenes manifestantes eran sólo palabras, consignas, gritos de justicia. Sus armas eran su coraje, la bronca acumulada durante años de abusos, de miserias, injusticias, prepotencias y privilegios que una minoría ha ostentado históricamente en este país” (p. 83). Se habla del neoliberalismo, de la censura en la prensa, y más que nada la crítica que se realiza es contra el poder del poderoso. La moraleja es dura, llena de rabia y de frustración pero también de realidad: el que tiene plata y tiene poder puede hacer lo que quiera, y los demás solo podemos observar y tratar de no meternos en sus caminos.
Entré a esta novela sin ninguna expectativa, imaginándome una suerte de Decamerón moderno, un libro de cuentos descoordinados, sin embargo esta especie de cadáver exquisito que sigue una historia coherente y cohesionada me sorprendió. Me dejó una muy buena opinión, y un interés personal por descubrir a qué autor corresponde el estilo de cada uno de los capítulos, para revisarlos con mayor calma. La bella Antonia, lamentablemente, puede ser cualquiera de las mujeres y niñas que desaparecen diariamente, y el poderoso Sotomayor Edwards (así como El Diario, censurador y amarillo, una insinuación nada sutil pero muy interesante) puede ser cualquiera de los personajes de élite que en este momento son dueños del país.
Esta crítica fue producida en el Diplomado de Periodismo Cultural, Crítica y Edición de Libros del Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile
La bella Antonia, novela de cuarentena
Autores: María Paz Arrieta Correa, Jorge Fernández Correa, Gustavo González Rodríguez, M. de la Luz Hernández Tagle, Doris Jiménez Villarroel, Francisco Leal Díaz, Juan Ignacio López Donoso, Roberto Quiroga Gutiérrez, Nelson Sandoval Díaz, Lucía Sepúlveda Ruiz, Érica Mufica Vildósola Nazir.
La Calabaza del Diablo, 2021
194 páginas
Precio de referencia: $13.000