Comunidad de Los Laureles se organiza para salvar al último bosque nativo de Longaví
Todo comenzó en el 2018, cuando en la Junta de Vecinos de Los Laureles en Longaví, se dieron cuenta de que el terreno donde está su sede vecinal podía ser rematado por Bienes Nacionales. La sorpresa creció cuando dentro de esos predios, considerados como prescindibles por el ministerio, se encontraban al menos 100 hectáreas del último gran bosque nativo de Longaví, que ahora podrían ser rematadas para fines agrícolas.
En la descripción de la licitación, los predios que contienen el bosque se describen como secano con presencia de bosque nativo y renoval. “Esa descripción está muy alejada de lo que vemos en la realidad, donde hay un gran bosque con especies ya maduras. Además hubo un cambio de uso de suelo y el terreno se ofrece para fines agrícolas. No existe documentación que acredite cómo se hizo ese cambio. Hemos oficiado a distintos organismos como Conaf y nadie toma conocimiento de cómo se hizo”, declara Ignacio Durán, integrante del movimiento Los Laureles.
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Ante la posibilidad del remate de Los Laureles, las y los vecinos tomaron en valor el lugar, y planifican un desarrollo comunal basado en el bosque. “Estamos armando la logística y generando iniciativas de ecoturismo, educación ambiental, extracción de productos no madereros y más. Esta comunidad vive sin servicios básicos adecuados, y vemos una posibilidad de desarrollo en la mantención del bosque. Proponemos cambiar la categoría de uso de suelo a turismo, conservación y patrimonio para que quienes lleguen a los terrenos no tengan un plan tan contrario a lo que estamos proyectando como comunidad. Además, que en vez de rematarlos se entreguen a concesión, para que se los den a quien proponga el mejor proyecto y para que sea más accesible para los vecinos presentar iniciativas y acceder a esos terrenos”, resume Ignacio.
Los vecinos quieren tener un acercamiento con el ministerio de Bienes Nacionales para plantear esta propuesta. Otro camino que utilizaron para detener el remate fue la vía legal. Sin embargo, la Corte Suprema rechazó el recurso de protección que presentaron, por considerar que las personas que lo presentaron no serán directamente afectadas por el remate. “A nosotros nos parece rarísimo que nos digan eso porque por ejemplo el predio donde yo vivo colinda con uno que será rematado”, comenta el vecino. Por su parte, la tala, fragmentación y degradación de los bosques nativos que quedan en la zona central tiene efectos que van más allá de su entorno inmediato.
El bosque Los Laureles
El caso de Los Laureles atrajo la atención de distintas organizaciones de la región del Maule, que se interesaron por el bosque y ofrecieron apoyo profesional para hacer un catastro de las especies y características de este ecosistema. “Es un bosque bastante especial, porque tiene especies propias de la región, especies endémicas y también tiene características y especies propias del bosque valdiviano, que son especies que escasean en el Maule. En el bosque se puede ver desde boldo o maqui hasta raulí, y en cuanto a fauna hay pudúes, pájaro carpintero negro, monito de monte. Es un bosque que alberga mucha biodiversidad”, acota Ignacio.
Para Cristian Delpiano, investigador del Instituto de Ecología Biológica (IEB), los bosques de esta zona deberían ser especialmente protegidos, porque están en una zona de transición entre un clima desértico que avanza hacia el sur, y se dan allí combinaciones de distintas formaciones de bosque. “Allí hay bosque esclerófilo, que es un bosque muy específico de las únicas cinco zonas mediterráneas que existen en el mundo, y que tiene especies que son endémicas de Chile por lo que su conservación tiene importancia a escala global. Además se combina con bosque templado de nothofagus. Son bosques con un gran valor de biodiversidad”; explica.
Además, estos bosques son importantes por el valor cultural que tienen para las personas, y por las funciones que cumplen de regular las temperaturas y el ciclo hidrológico. “En este momento de crisis climática, estos bosques tienen la función de regular la temperatura y la humedad atmosférica. Menos bosque significa menos agua y temperaturas más altas.
El caso de Los Laureles es un ejemplo importante, ya que en la zona central del país hay una falta de terrenos fiscales donde exista este tipo de ecosistemas, y hay una subrepresentación de ellos en el sistema de áreas protegidas. “Si Bienes Nacionales tiene en sus manos un bosque de este tipo, se debería estar craneando en la forma de conservarlo. Rematarlo para otros usos y fragmentarlo es el camino totalmente opuesto a lo que deberíamos estar haciendo”, declara.
Cristian Delpiano es parte de una iniciativa donde tres centros de investigación sobre biodiversidad y cambio climático están trabajando para estudiar, poner en valor y proteger el bosque esclerófilo en Chile. “Lo que está pasando con el bosque esclerófilo es un cambio grande, hay una reducción sostenida de la superficie total de este bosque nativo, y también hay una declinación del vigor de los bosques que todavía existen”, alerta.