Derecho a la salud: El proyecto institucional de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano
A fines de 2019 el entonces ministro de Salud, Jaime Mañalich, aseguraba que el sistema de atención pública de Chile era "uno de los mejores y más eficientes del planeta". Eran los días en que el país salía a las calles a expresar sus demandas por una vida digna, donde la salud era una preocupación capital. En enero de 2020, el funcionario redobló la estrategia exitista al afirmar -durante una interpelación en el Congreso- que los libros de reclamos de las oficinas del COMPIN “estaban llenos de felicitaciones", comentario que fue recibido con escepticismo.
Con la llegada de la pandemia, el Gobierno mantuvo el discurso por encima de los hechos, y en junio de 2020, el entonces ministro Mañalich debió renunciar al cargo tras descubrirse que los reportes de contagios y muertes por COVID-19 ofrecidos a organismos internacionales y la ciudadanía eran incongruentes.
La precariedad crónica que aqueja al sistema de salud chileno persiste y los indicadores de diversas mediciones sitúan a Chile dentro de los países con mejor sistema de seguridad sanitaria a nivel regional y de respuesta a la pandemia. Un juicio que no es compartido por los usuarios de la red pública toda vez que existen centros de salud que deben realizar completadas para reunir fondos de funcionamiento y las filas en los consultorios fueron reemplazadas por esperas en el domicilio para acceder a procedimientos que aún tardan años en llegar.
Esta paradoja de los indicadores tecnocráticos y el exitismo discursivo en materia de salud es descrita por el rector de la Academia (UAHC), Álvaro Ramis, como “una tiranía de los promedios”. Asegura que estas mediciones de la realidad solo consideran en el cálculo a quienes gozan de coberturas de salud privada a través de isapres u otros sistemas, mientras segregan del gráfico a la población más vulnerable.
En busca de lo que denomina, “una humanización de la salud pública”, la jefa de las carreras del área de salud de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Marcela Herrera, estima que hay que dejar atrás el actual modelo donde la atención de calidad es un privilegio sólo disponible en el sistema privado. Esta nueva noción de salud comunitaria, que va más allá de una medición basada exclusivamente en indicadores y rankings, requerirá de profesionales con una mirada social y comprometida con la salud como un derecho humano, asegura. En tal sentido, se declara satisfecha del rol de las nuevas carreras del área que la Universidad Academia de Humanismo Cristiano dictará desde 2022: Enfermería, Nutrición y Kinesiología.
“La apertura de estas carreras nos parece algo tremendamente concordante con la salud entendida como un derecho primordial. Lamentablemente, por muchas décadas la salud no ha sido entendida como tal y tampoco los estudiantes han sido formados en esa comprensión”, advierte ante la necesidad de crear un nuevo perfil de funcionarias y funcionarios vinculados con las comunidades, el territorio, el diálogo de saberes y una interdisciplina forjada desde los primeros años de la vida académica.
Un nuevo modelo chileno de la salud pública que centra su labor integral en la comunidad y la familia como prioridad, emerge como respuesta ante el antiguo modelo dedicado a la atención de individuos, agrega Herrera. Asimismo, la docente proyecta la urgencia de superar el escenario de rehabilitación y secuelas que nos heredará la pandemia del coronavirus.
Coincide la responsable de la carrera de enfermería de la Academia, Roxana Krumell. “Lo que nuestro sistema de salud requerirá a partir de finalizado el confinamiento es profesionales de la salud realmente preparados para un gran desempeño en el área comunitaria, con absoluta incidencia en áreas como la salud mental y que se articulen entre otras disciplinas como el trabajo social, la terapia ocupacional o la kinesiología”.
En esa línea, la nueva carrera de nutrición de la Academia, liderada por la docente Ana María Neira, se hace cargo de esta crisis redefiniendo la perspectiva comunitaria y el mejoramiento de la calidad de vida desde la autosustentabilidad, algo propio de estos tiempos, señala.
“La atención de los y las nutricionistas siempre se ha vinculado a un sello clínico de prescribir dietas, el trabajo en consultas de hospital o con personas que desean bajar de peso. Es tiempo de integrar miradas transversales y recoger una formación concordante con nuestros tiempos, donde la atención primaria es el centro del modelo de salud junto al trabajo con los territorios en las comunidades, complementar la salud mental y física con aportes de la soberanía y la seguridad alimentaria, que se ha visto tan amenazada el último tiempo por la pandemia y su crisis económica”, asegura.
Derecho a la salud: un proyecto institucional
Un objetivo similar plantea Iván Silva, responsable de definir la malla curricular de la carrera de kinesiología en la Academia. Explica que el principal foco de esta carrera será sumar a la formación disciplinar, el análisis e interpretación social de la salud física a lo largo de todo el ciclo vital y con un marcado vínculo entre los y las estudiantes con la comunidad y el territorio en influencia permanente con otros/as estudiantes de diversas carreras que se complementan entre sí.
"Incentivaremos de manera temprana una innovadora coordinación con esas otras disciplinas. El desafío es superar la manera en que las carreras de salud chilenas suelen dictarse en facultades parceladas, donde los estudiantes de distintas carreras jamás interactúan entre sí", señala el académico especializado en Terapia Manual Ortopédica. Se manifiesta optimista de las posibilidades de interacción entre estudiantes de kinesiología con sus pares de Psicología, Trabajo Social o Terapia Ocupacional de la UAHC, todas ellas disciplinas que dialogarán de manera concreta con las reconocidas cátedras básicas sobre historia social y política, pensamiento y cultura latinoamericana, inclusión o género y multiculturalidad, como sello particular de la Academia.
La profesora Neira, por su lado, va más allá e imagina a estudiantes de arquitectura aprendiendo de sus compañeros del área salud para diseñar espacios de hospitales y centros de atención primaria, a estudiantes de trabajo social y terapia ocupacional armando equipos para generar políticas efectivas y de mayor adherencia a los tratamientos, por ejemplo.
“Creo que en esas posibilidades del diálogo nacerá una mejor atención para la salud pública, algo que hoy falta mucho. Este interés natural por el cuidado del otro es algo que debe nacer en los espacios universitarios como un enfoque de salud general y comunitario, como un proyecto de país”, estima.
Krumell, en tanto, interpreta la promoción y la prevención en salud como un factor enriquecedor desde el llamado social e innovador de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Destaca que cada carrera de la UAHC cuente con un plan común y cátedras de Derechos Humanos, Justicia Social e innovación.
“Creemos en la formación de profesionales conectados con una mirada más abierta y un nivel de formación integral, pero también sustentable e intercultural, que comprenda la diversidad de dimensiones que enfrenta el sector de la salud en nuestro país”, explica sobre las posibilidades de explorar la salud ancestral, diversas cosmovisiones y políticas comparadas con países vecinos.
Las dificultades en acceso a la salud y su aseguramiento para grupos como migrantes, adultos mayores y segmentos vulnerables de la sociedad son las que sostienen la actual percepción de crisis y exclusión en la atención primaria de calidad, reitera Marcela Herrera.
“Las listas de espera para cirugías y tratamientos ya eran enormes antes de la pandemia. Estamos muy lejos de garantizar acceso a la salud y muy cerca de, por ejemplo, retornar a los niveles de desnutrición infantil de los años 80”, considera respecto de los rankings de desarrollo en los que descansa la política sanitaria chilena.
Actualmente, este sistema binario de salud, que segrega entre quienes pueden pagar por atenciones de calidad y quienes no, se enfrenta a debates institucionales relevantes en busca de asegurar este derecho vía constitucional.
“Es un asunto de gran fragilidad y precarización de la vida, que explica la fuerza de la revuelta social posterior al 18-O y el apoyo al momento constituyente que estamos viviendo ahora. Ese acceso a la salud es algo que debemos fortalecer desde la formación de nuevos estudiantes de las carreras de la salud para aportar en el fortalecimiento de los programas de salud y de la estructura del país finalmente”, reflexiona la profesora Herrera.
También para el rector Ramis, este contexto constituyente urge la preparación de profesionales en carreras diseñadas y construidas para un sistema de salud donde la atención integral y comunitaria sea un derecho y las variables determinantes de este proyecto de país sean analizadas en el currículum de carreras como enfermería, kinesiología, nutrición, terapia ocupacional, trabajo social o psicología, entre otras.
“Para esto es fundamental construir un andamiaje en la lógica social y comunitaria, donde la prevención sea un punto central junto a dinámicas de cuidado y un enfoque de la salud como un derecho garantizado. Un proyecto singular para la misión y visión de nuestra universidad”, declara.