Plurinacionalidad y derechos de la naturaleza: horizontes emancipatorios
La descolonización de la política quizás sea uno de los ejes más complejos, pero a su vez urgente, desde donde situar lo destituyente, entendido como un proceso de quiebre y reinversión del mundo para transitar hacia el fin de décadas de neoliberalismo en Chile y, no hay duda, demandas como el reconocimiento de la plurinacionalidad y los derechos de la naturaleza son primordiales para este camino.
El domingo 8 de agosto se publicó en la editorial del diario El Mercurio un escrito que llevaba como título “Convención: avances con dudas”, en que se sitúa la plurinacionalidad y los derechos de la naturaleza como condiciones de riesgo para la democracia, proponiéndose más bien seguir modelos multiculturales como los de Australia y Canadá. Eduardo Gudynas, en un texto a modo de respuesta, señala: “El periódico chileno rechaza la plurinacionalidad y adelanta sus preferencias por un modelo multicultural como el de Australia, Canadá, Noruega y Nueva Zelanda. Sin embargo, la apuesta multicultural está repleta de problemas, especialmente por folklorizar y guettizar a los pueblos indígenas”.
Cabe relevar que hoy no sólo algunos sectores movilizados apuestan por un Estado plurinacional sino también por una plurinacionalidad desde los territorios, que excede a una política de reconocimiento de la existencia de diversos pueblos originarios, sino más bien que apuesta a un diálogo de saberes y haceres entre primeras naciones, afrodescendientes, migrantes, sectores campesinos y urbanos, pero además siendo una realidad que habitamos desde siempre, por lo que corresponde tanto a un hecho como a una aspiración.
Es así que la plurinacionalidad viene a desbaratar siglos de colonialismo y homogenización cultural, mediante un mestizaje criollo, la invisibilización y criminalización de los pueblos disidentes al relato de unidad nacional. El Estado como aparato se ha constituido desde un trinomio Estado/nación/cultura, por lo que el reconocimiento de un Estado plurinacional es un gran avance, pero que tiene sus limitaciones por su misma condición de imposición.
Para el actual proceso constituyente institucional la plurinacionalidad es una posibilidad desde donde replantear y posicionar derechos lingüísticos, justicia comunitaria, entre otros elementos, para debatir la tan necesaria autodeterminación de los pueblos a partir del reconocimiento territorial. Una nueva Constitución es un hilo más de un entramado de cambios estructurales, que sobre todo se sostienen desde la movilización social, pero por lo mismo es un camino que diversos sectores han decidido abordar, con la certeza de que este es el inicio para derrocar la Constitución dictatorial de 1980, y que los pueblos seguirán tensionando por una asamblea plurinacional, feminista y ecológica.
En este andar, inspirados por diversas experiencias latinoamericanas, los movimientos socioambientales se han referido a los derechos de la naturaleza como una narrativa posible para pensar y construir un mundo más allá del extractivismo, lo que requiere tanto de la descolonización de la naturaleza como un cambio de la matriz energética, productiva y de consumo. Por ello esta demanda tensiona de raíz el modelo económico neoliberal, cuestionando su carácter antropocéntrico y privatizador, sobre la base del despojo y desecho de cuerpos, territorios y pueblos como mecanismo de acumulación de riquezas.
Los derechos de la naturaleza requieren repensar el lugar del derecho desde un pluralismo jurídico, en que coexisten diversos sistemas normativos y en que cada uno configura un derecho propio, por lo que también remite a plurinacionalidad. Implica pensarnos como naturaleza, como cuerpos de agua, como organismos interdependientes dentro de un ecosistema, pero además desde una reconfiguración territorial en que las memorias, identidades, flujos hidrológicos y cuencas se entrelazan.
Por todo ello es que nos temen, porque la plurinacionalidad y los derechos de la naturaleza han sido reivindicaciones de los pueblos que ponen en jaque los privilegios y las ganancias de quienes han detentado un poder hegemónico, y serán bastiones desde donde dar término a las políticas de muerte. Somos ríos, torrentes, que venimos a desbordarlo todo.