Ignacio Araya, especialista en medioambiente: “Un próximo gobierno debe entender lo que está en juego cuando hablamos de las consecuencias del cambio climático”
El lapidario informe emanado este lunes 9 de agosto desde el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) que actualizó las ya graves conclusiones del mismo reporte difundido en 2013, advierte que las fuertes lluvias que solían ocurrir cada 10 años ocurren ahora cada tres años y que los procesos de sequía se extendieron en un 70%.
“Este informe es una alerta roja para la humanidad”, dijo el vocero del estudio y secretario general de la ONU, António Guterres. Agregó que el umbral de 1,5 grados que la comunidad internacional debe detener está “peligrosamente cerca” y sus efectos son casi irreversibles.
Después de estas conclusiones draconianas respecto del compromiso de los principales gobiernos que aportan mayores niveles de contaminación a nuestra atmósfera, se espera que aparezcan lineamientos claros para crear programas institucionales que tracen una ruta de disminución de carbono y una dura declaración sobre el urgente nuevo rumbo que la humanidad debe tomar para enfrentar el cambio climático.
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En esta encrucijada, los patrones de producción y consumo que han sido capaces de modificar el complejo sistema climático planetario exigen una revisión no solo a nivel amplio y global, sino personal, estima el geógrafo Ignacio Araya. El Master of Science en Cambio Climático, Desarrollo y Política de la Universidad de Sussex, Reino Unido, explica que el deterioro ambiental se entrelaza, también, con factores sociales como la pobreza y la desigualdad territorial a través de efectos como la sequía o la migración. Desde su disciplina, identifica espacios que han sido poco atendidos sobre los efectos del cambio climático a nivel de política pública, la cobertura de los medios y la mirada ciudadana. Es así, como grandes empresarios que atajan cuencas de ríos y favorecen la desertificación de tierras a partir de cultivos poco sustentables, acusan al cambio climático de dejar sin agua a territorios completos.
“En particular, algo que me impresionó mucho en su momento fue cuando estudié en la universidad -no hace mucho- y me tocaban clases con profesores que no creían en el cambio climático. Esto lo comento para entender el escenario que vivimos hoy: uno donde la mayoría estamos más o menos conscientes de las causas del cambio climático, pero es muy necesario llevar ese entendimiento más adelante y comprender sus efectos más allá de lo más visible que es el derretimiento de los polos, el retroceso de los glaciares y las sequías. Son nuestros patrones de producción lo que ha impulsado muchas de estas consecuencias y provocan un círculo vicioso en el caso de la deforestación y la desertificación. Desde las raíces del problema podemos entender hacia dónde se dirige y cómo responder a él de manera local”, estima el profesor de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, quien ha desarrollado su carrera colaborando en instituciones como OCDE, CEPAL y la Fundación Chile Descentralizado.
Desde este entorno y experiencia, el geógrafo cree que existen políticas ciudadanas y de formación que deben reconsiderarse para pasar de las intenciones o el asombro por el efecto del cambio climático, a acciones concretas.
“Analizar nuestro contexto y revisarlo en una perspectiva de cambio climático para enfrentarlo a través de una sociedad que siempre ha sido autodidacta en términos de ciudadanía. La comunidad ha ido aprendiendo y participando en un movimiento civil con determinación y organización, como hemos visto recientemente”, explica sobre un germen que hay que cultivar desde la edad escolar pensando en los principales afectados por las consecuencias del cambio climático.
“Hay una dimensión del currículum escolar más o menos sistemática sobre este tema, pese a que progresivamente se han ido disminuyendo las horas de la enseñanza de las ciencias sociales en las escuelas, siendo que el cambio climático no es solamente un problema físico, sino social. A ese déficit que tenemos en cuanto a la formación ciudadana vinculada con el medio ambiente, hay que sumar la falta de puentes y mecanismos que deben tender las políticas públicas para escalar la participación ciudadana en este aspecto”, cree Araya.
Una perspectiva institucional climática
Describe la acción gubernamental ambiental ante el avance del cambio climático como poco eficiente, restrictiva y limitada a momentos específicos como la cuestionada presidencia chilena de la reciente COP 25. Una falta de acción institucional que la formación ciudadana temprana puede relevar si se actúa a nivel comunitario por sobre las respuestas tecnocráticas para exigir e impulsar cambios sistemáticos.
“Un próximo gobierno debe entender lo que está en juego cuando hablamos del cambio climático y sus consecuencias. Generar iniciativas que conecten con las diversas realidades del país y necesidades de adaptación. Desgraciadamente es algo que se ha mencionado muy poco en los programas de los/as candidatos/as a la presidencia. Poner el foco científico, económico, educativo y político en el cambio climático requiere redefinir la manera en que nos relacionamos con la naturaleza y el entorno. Un buen paso inicial es la intención de transformación que proponen los constituyentes a través de proyectos como comprender la importancia del agua como un derecho humano y consagrarlo en una nueva constitución. Proteger el agua se vincula directamente con la adaptación al cambio climático, detener la desigualdad en muchos lugares del país afectados por esta consecuencia. Una persona con sus derechos ambientales, sanitarios y personales tiene muchas más posibilidades de adaptarse a la crisis del cambio climático. Para que esto se logre, es fundamental que una nueva constitución sea redactada con una perspectiva climática, ya que se trata de un texto que determinará nuestras vidas durante las décadas siguientes”, explica el geógrafo y docente del diplomado “Cambio climático y liderazgos para las ciudadanías del futuro” que dicta la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
El diplomado que comienza sus clases el 21 de septiembre de 2021, está dirigido a educadores/as, miembros de organizaciones de la sociedad civil, funcionarios/as públicos o de municipios, personas con trabajo territorial y en general en busca de actualización disciplinar para la aplicación de ciudadanías activas en el ámbito de las transformaciones del cambio climático y el desarrollo sustentable.
Más información sobre este Diplomado de la Academia aquí:
http://www.academia.cl/diplomados/cclimatico