Simone Biles y la tiranía del ser
Las declaraciones de la atleta olímpica Simone Biles, al momento de su renuncia a seguir participando, al menos transitoriamente, en las pruebas deportivas, resultaron expresivas de su decisión. “Tengo que preocuparme de mi salud mental y no hacer lo que el mundo quiere que haga. Ya no confío en mi misma”. Frases que probablemente resuenen para muchos y muchas, pero que en ella alcanzan ribetes de interés mundial. ¿Podrá advertirse en esta situación, acaso, demandas convertidas en auto demandas, en donde estas actúan en nosotros en forma tiránicas, y en la cual los autorreproches terminan por alcanzar un rol desestabilizador? “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que se está realizándose”, señala en uno de sus escritos, el filósofo coreano Chul-Han, describiendo el sentido común de los tiempos actuales.
Es interesante registrar en el caso de la atleta, pero también en muchos otros como ella (ese es el sentido de poder aludirla) donde estaría el problema de salud mental, tan en boga además en nuestros días, y con el cual se ha querido connotar su retiro. ¿Es en su decisión de parar? ¿O más bien en su opuesto, es decir, en la de continuar a todo costo personal?
Puede servirnos esta situación para señalar algo respecto de los síntomas de esta índole; del padecimiento psíquico o emocional tan presente en nuestros días. Estos no corresponden necesariamente a algún tipo de patología o enfermedad mental. Al contrario: pueden ser también una forma de resistencia, de rebeldía y subversión. Un modo de desadaptación frente a preceptos de toda especie, a lo que nos disciplina y nos normaliza: desde el mercado hasta los de la imagen. Incluidos también los mandatos personales, parapetados en la apelación de tener mas fuerza de voluntad ante lo propio que nos desobedece. Por eso los síntomas son siempre singulares, y su escucha debe ser de la misma manera, en tanto exceden a las clasificaciones y son creaciones propias ancladas en nuestra biografía.
Es lo que escuchamos a diario. En la clínica con nuestros pacientes, pero asimismo fuera de ella; en donde unos y otros viven también en un ambiente de competencia, no deportiva en este caso, sino social y económica. “Quisiera borrarme”, “desaparecer”, “estar en una isla desierta”, “que nadie me pudiera ubicar”, resultan expresiones bastante familiares. Incluso, algunas de ellas, a nosotros mismos. Conforme a un deseo de no responder a imperativos que empiezan a aparecer como no propios, buscando una forma de fractura con ellos. De tomar distancia. De que esos roles expiren. Pero, a la vez, del pánico de no vivir con ellos. Por eso mismo los deseos de muerte suelen aparecer y acompañarlos. La forma que tienen algunos para esto es colapsar, enfermar. A manera de permitirse parar, de autorizarse a ello. Literalmente “tomarse licencia”; que en nuestro país, por causas “psicológicas”, es una de cada tres.
No sabemos, finalmente, si la decisión de Simone Biles a volver a competir tiene que ver con la fuerza de esa presión que vuelve a instaurarse. Asimismo, este paréntesis es una pausa para volver a la misma fuente de tensión. Como el mismo rol que cumplen muchas de las licencias médicas por causas como esta. O, quizás esperamos, sea una ligazón algo distinta de sus propios deseos con los deseos de los otros.