Neruda, la poesía y la virilidad
Que un aeropuerto se llame o no Pablo Neruda, que las feministas de España pidan sacar sus libros de las lecturas obligatorias o que algunxs profesorxs lo dejen de enseñar, no va a borrarlo de la faz de la literatura ni del devenir cultural de Chile. El problema no es él, sino lo que parte de su vida y obra representan: una exaltación de la virilidad. Coleccionar conchas marinas, botellas y mástiles de proa se parece a acumular historias de infidelidades y seducción como trofeos, en una carrera de pruebas en que pareciera que es mérito eso de “ganarle” a otros en en el espacio amatorio y cultural.
Leí Confieso que he vivido siendo muy joven y no quedó en mi memoria la escena de la violación, pero sí una en que el Premio Nobel se jactaba de haberse turnado con Pablo Picasso para tener sexo con la misma mujer en las afueras de un evento al que debían asistir. Estaba lejos aún de discusiones feministas, así y todo los dos Pablos cayeron de mi gracia. Sin que por eso dejaran de seguir pareciéndome tremendos artistas.
Más adelante volveré a la polémica desatada en redes respecto a si estás de un lado o del otro entre poetas y escritorxs, en este caso frente al posible cambio de nombre del aeropuerto de Santiago por el del Premio Nobel hace un par de años. La poeta Alejandra del Río fue una de las defensoras de Neruda e intentó separar en su alegato el gusto por un artista de la defensa de sus acciones o ideología: “Ahora resulta que soy machista porque me gusta la poesía de Neruda. También soy facista porque me gusta Pound, monarquista porque leo a Pessoa, suicida porque me encanta Plath, pederasta por Wilde, lesbiana por Safo, cuica por Huidobro, camiona por Mistral, borracha por Teillier y comilona por de Rokha”, escribió en su cuenta de Facebook.
De otro
Los peores poemas de Neruda son los más recordados, y podrían incluso parecerse a una canción de Luis Miguel. Viendo la serie de Netflix pensé en el poeta chileno, al oír una de las letras del cantante mexicano: “hoy serás mía”. Y repetí “De otro. Será de otro. Como antes de mis besos”. Una poética del amor romántico, en que las mujeres somos vistas como un territorio a conquistar, o peor aún, como salvajes disputándonos por ellos o volviéndonos locas antes su indiferencia u olvido.
En el mismo Confieso que he vivido, Neruda se refiere a su relación con Josie Bliss, a quien describe como una pantera birmana “de un paroxismo salvaje”, enferma de celos que habría tratado de atacarlo con un cuchillo, y a la que abandona. El poeta elegía cómo ser recordado y leído a futuro. O sea, como un prolífico escritor, conectado con los principales artistas de su tiempo, comprometido con la causa de la justicia social y las luchas de la humanidad, y a la vez un conquistador y ganador, o en buen chileno: el que la tenía más grande.
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El Neruda de El libro de las preguntas o el de Las piedras del cielo, o el de Residencia en la tierra me agrada más que el megalómano del Canto general. El libro aborda la historia del continente americano y por lo mismo se compara con un poema épico contemporáneo, siguiendo la ruta de La Araucana o La Ilíada. Sin negar el impresionante nivel literario de muchos pasajes, lo monumental de su apuesta tiene que ver con esa masculinidad que puede abarcarlo todo, desde el paisaje a la política. Como si proezas sexuales y amorosas, y capacidad de hablar sin titubeos de los grandes problemas de la humanidad, la historia, los procesos sociales, hicieran su poesía “más potente”.
Esta competencia viril sigue presente en el campo cultural chileno. Quien haya participado en algún evento literario se habrá dado cuenta del momento en que apenas bebidas unas copas algunos escritores suelen comenzar a hablar de su tema predilecto: ellos mismos, enumerando sus premios, méritos y demases. El “yo-soy-el/la-mejor”, sale a relucir en tertulias y encuentros, que a veces asoman a la palestra pública como sucedió a propósito de la muerte de Nicanor, ocasión en que Zurita declaró que Parra le había copiado unos poemas.
¿Alguno quiere darme una lección a mí?
Aunque temblemos al escucharlo recitar, hilando más fino se vislumbra el afán épico de Zurita al querer dar cuenta del tema de los detenidos desaparecidos desde una perspectiva casi omnisciente. Por ese mismo tiempo se embarcó en una discusión en redes sociales con la poeta Verónica Jímenez a raíz de una risible pregunta de esta última sobre lo peor que puede pasarle a un poeta, ofreciendo alternativas. La alternativa 1 era institucionalizarse, en otras palabras, volverse un poeta oficial, lo que quizás provocó la molestia de quien escribiera poemas en el cielo y el desierto. Los ánimos se fueron caldeando y se armó una gran rosca en que se cuestionaba si la pregunta era o no idiota, para terminar Zurita con un “¿pero alguno quiere darme una lección a mí, imbéciles?, ¿con qué ropa?... ¿qué han escrito?”. En el fondo, la pregunta era “a quién la han ganado” y la respuesta del propio Zurita: Yo la tengo más grande que todos ustedes.
La poeta se despidió con insultos: “ándate a la conchatumadre viejo culiao… métete tus poemas en la raja”. Entonces, volviendo al tema del comienzo. ¿Se debe dejar de enseñar a Neruda porque en sus memorias confiese una violación? No. Se lo debe enseñar con sus grandes momentos, con su historia, sus bajezas y contradicciones. Se debe enseñar a Zurita, a Nicanor, aun cuando moleste la insistencia con que han intentado demostrar ser mejores que el resto. Se debe enseñar a las poetas y narradoras que han ocupado lugares destacados y también a aquellas y aquellos cuyas voces titubeantes han narrado desde la duda, la ambigüedad y el cuestionamiento, desde lo pequeño, el pliegue y el borde, desde lo precario y lo íntimo, y también a aquellas que como Verónica Jímenez les pidieron que se guardaran los poemas y comentarios en mejor parte. Citando muchos carteles de marchas feministas es hora de repetir: “Neruda, cállate tú” para que otras voces comiencen a oírse. O simplemente, decirles que en verdad, después de todo, “no la tenían tan grande”.