¿Abrir o no las escuelas? ¡Claro que es político!

¿Abrir o no las escuelas? ¡Claro que es político!

Por: Rodrigo Mayorga | 11.07.2021
Si nos importa tanto tener las escuelas abiertas (y sin duda hay razones para que así sea), debemos actuar acorde a ello. La pandemia nos ha afectado a todos económicamente y también al país; es normal y entendible buscar donde "recortar". Pero si creemos que es primordial que las escuelas abran, entonces tienen que tener los recursos para hacerlo: no hay otra forma. No se trata sólo de voluntades, o de "esfuerzos" (como dijera hace algunas semanas el ministro de Educación). Se trata de políticas públicas y de participación ciudadana. En una palabra, de política.

Días atrás, en una carta al director de un periódico nacional de alta circulación, se criticaba al debate sobre abrir o no las escuelas durante la pandemia por ser “un tema político”. La desafortunada frase no sólo confunde “lo político” y “lo partidista”; también parece asumir que problemas de alta complejidad social se resuelven sólo con una tabla Excel. El problema del debate sobre abrir o no las escuelas es, justamente, que no ha sido lo suficientemente político. Hacer política significa deliberar y tomar decisiones respecto al rol que queremos que ocupe una institución tan importante como la escuela y, a la vez, ejecutar acciones coherentes con estas decisiones.

La escuela cumple al menos tres funciones esenciales: una función educativa (cognitiva, pero también relativa al desarrollo socioemocional de niños y niñas), una función de bienestar (pues provee, entre otras cosas, de alimentación y salud) y una función de cuidado (o lo que algunos prefieren llamar un "factor protector"). Esta última es históricamente reciente: la escuela NO siempre ha cumplido el rol de "cuidar" a niños y niñas mientras sus padres trabajan. En el siglo XIX, había que convencer a estos últimos para que enviaran a sus hijos a la escuela pues, al hacerlo, perdían manos para el trabajo. Cuando en el siglo XX finalmente comenzaron a enviarlos, no fue para irse a trabajar tranquilos, sino para que recibieran alimentación y acceso a servicios de salud. La función de "cuidado" de la escuela se dio casi por suerte: cuando más tarde en el siglo XX los patrones laborales y familiares cambiaron, la escuela ya estaba allí, resolviendo de antemano el problema de "dónde dejar a los niños". Esto explica, en parte, que su función de "cuidado" no haya sido debidamente reconocida y que se haya esperado que la cumpla, casi por deber, sin destinársele los recursos ni los soportes necesarios para ello.

El cierre de las escuelas producto de la pandemia no ha hecho el trabajo de los profesores más fácil. Es más, si las escuelas han podido cumplir de alguna forma con sus funciones educativas y de bienestar, ha sido por profesionales de la educación que han redoblado sus esfuerzos. Ello se hace aún más complejo en un sistema escolar precarizado durante décadas, al que le exigimos mucho, aunque cuente con muy poco. Y, a pesar de esto, le estamos destinando aún menos recursos a las escuelas. El presupuesto nacional de Educación para 2021, por ejemplo, se redujo en comparación al de 2020. En escuelas y colegios privados, mientras tanto, numerosos apoderados exigieron que se les cobrara menos porque "clases online no era por lo que ellos habían pagado". ¿Es posible hacer más con menos? No se necesita una tabla de Excel para hallar esta respuesta.

Si nos importa tanto tener las escuelas abiertas (y sin duda hay razones para que así sea), debemos actuar acorde a ello. La pandemia nos ha afectado a todos económicamente y también al país; es normal y entendible buscar donde "recortar". Pero si creemos que es primordial que las escuelas abran, entonces tienen que tener los recursos para hacerlo: no hay otra forma. No se trata sólo de voluntades, o de "esfuerzos" (como dijera hace algunas semanas el ministro de Educación). Se trata de políticas públicas y de participación ciudadana. En una palabra, de política.