Los ataques sionistas y la continuidad de la Nakba palestina
El 15 de mayo, al mismo tiempo que Israel celebrará su declaración de independencia del Mandato Británico, conmemoramos la Nakba, en español la “Catástrofe” palestina. Una palabra con que la que los árabes nombran la atrocidad a la que fue sometido el pueblo palestino por parte de las fuerzas sionistas en 1948, incluida la limpieza étnica que desplazó a cientos de miles de personas de sus hogares, obligándolas a vivir en el exilio.
De acuerdo con el historiador israelí Ilán Pappé, la limpieza étnica de Palestina se llevó a cabo por medio de ataques terroristas, expulsiones de aldeas enteras de sus hogares, masacres de algunas de ellas –que sirvieron para asustar a otras poblaciones, para que huyeran de sus hogares “voluntariamente”–, y toda clase de violaciones a los derechos humanos. Este proceso también implicó la anexión de territorio palestino –adicional al que la partición de Palestina por parte de las Naciones Unidas le había concedido, unilateralmente, al Hogar Nacional Judío– al de Israel, reduciéndolo a sólo una fracción de su total histórico.
A todas luces, una injusticia que la historiografía oficial israelí por décadas prefirió ocultar y disfrazar. Pero la Nakba no se trata meramente de un hito histórico que haya quedado en el pasado, sino más bien un proceso continuo que perdura hasta hoy: la limpieza étnica, la violencia contra el pueblo palestino para hacerlo desaparecer continúan. Un claro ejemplo son los asentamientos judíos en los territorios palestinos ocupados, aquellas localidades en las que la potencia ocupante ha trasladado ilegalmente a población civil, y en las que ha impuesto que sólo personas judías puedan residir, en pleno territorio palestino. Adicionalmente, Israel cuenta con un conjunto de leyes que hacen posible en estos territorios que los colonos judíos puedan expropiar viviendas palestinas –práctica que es muy usual–, dejando a sus víctimas sin un hogar. Todo esto es parte de un proyecto político de despalestinización y judeización del territorio controlado militarmente por Israel.
En este contexto, desde principios de este mes han sido noticia internacional los ataques de grupos colonos y de extrema derecha israelíes a hogares palestinos en el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Oriental (la mitad palestina de la ciudad, bajo ocupación israelí). Los ataques tienen lugar en el contexto de las tentativas de los mismos de hacerse con viviendas del barrio, pertenecientes a más de 30 familias palestinas, por medio de la expulsión de sus residentes. Intentando revocar estas expulsiones, los habitantes de Sheikh Jarrah acudieron a la Corte de Apelaciones, la cual el 2 de mayo dictó que, en lugar de ello, debían llegar a un acuerdo para pagar un arriendo por residir en sus propias casas, y reconocer a los colonos como sus dueños.
El escenario en Jerusalén desde ese día ha sido el de manifestaciones violentas de israelíes de extrema derecha gritando cantos como “¡Muerte a los árabes!”, mientras atacan, incluso en algunos casos con armas de fuego, a los hogares palestinos, y a árabes que rezaban en la Mezquita de Al-Aqsa en el mes del Ramadán. Las protestas de los palestinos contra estos ataques, a su vez, fueron violentamente reprimidos por la policía, resultando 169 personas heridas por ella en las cercanías del establecimiento religioso, muchas de ellas en los ojos y en la cara. Tristemente, estos acontecimientos no se tratan de una situación de excepción, sino de una constante que hacen que ha afectado por décadas a los palestinos de los territorios ocupados, que viven con la inseguridad de poder perder sus hogares solamente por ser árabes. A 73 años de las masacres que iniciaron la limpieza étnica, en pleno 2021, la Nakba continúa.