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ADELANTO| "Contagio": La novela sobre el origen de la pandemia en China escrita por un chileno

Por: Wilson Nanculef | 10.05.2021
La historia de “Contagio, la ruta del virus de la seda” comienza un 23 de enero de 2020, cuando el Gobierno de China anunció la cuarentena total en Wuhan. En ese momento, tres ciudadanos deciden revelarse para contarle al mundo la gravedad de la situación y advertirles sobre lo que les pasará. Aquí presentamos un adelanto de la novela escrita en pandemia por el chileno Alberto Delgado y que publica Trayecto Comunicaciones.

Rumores verdaderos

Wuhan, provincia de Hubei, China, 25 de diciembre de 2019. Es Navidad en esta gran ciudad y se celebra solo como una fiesta comercial, sin el espíritu cristiano occidental; grandes tiendas colocan árboles luminosos para atraer clientes y vender regalos, pero no se realizan oficios religiosos que anuncien la buena nueva, el nacimiento del niño redentor.

Las calles están repletas de gente que asiste a sus trabajos, escuelas y negocios —aquí no es día feriado— y el metro de Wuhan circula con gran cantidad de pasajeros apretujados en sus vagones. Entre los pasajeros del metro se encuentra el doctor Li Wenliang, quien se dirige a su consulta médica en el Hospital Central de Wuhan. Luego de treinta minutos de viaje, el Dr. Li baja del metro y camina unas cuadras para llegar al hospital; al ingresar le llama la atención que en el hall de acceso a urgencias haya un tumulto de gente y se pregunta si hubo un accidente.

No obstante, el Dr. Li, cuya especialidad es la oftalmología, se encamina a su consulta en el tercer piso para comenzar la atención de sus pacientes. En esta jornada, según su agenda médica, deberá atender veinticinco personas. La primera es una mujer de mediana edad, que le comenta:

—Doctor, estoy preocupada con lo que está pasando en mi villa. He sabido de muchos vecinos que están enfermos, con fiebre y llegando al hospital. ¿Usted sabe algo?

El Dr. Li responde con naturalidad:

—No he sabido nada al respecto, pero trataré de averiguar sobre el tema. —Y luego termina de examinarla,

recetándole nuevos anteojos ópticos.

En los días siguientes, el Dr. Li sigue su rutina diaria de trasladarse al hospital de Wuhan, observando que la sección de urgencias cada vez se ve más saturada de enfermos. Para el día 30 de diciembre, el Dr. Li —inquieto por esta situación— les pide a sus colegas los exámenes de los últimos pacientes que han llegado al hospital. Luego de revisarlos, llega a una conclusión alarmante: todos muestran síntomas similares a la epidemia de SARS1, acontecida a comienzos del nuevo milenio.

Al terminar su trabajo del día, el Dr. Li regresa a su hogar. Lo reciben su esposa y un hijo pequeño, descansa un rato y luego se dispone a escribir en la red WeChat —el WhatsApp chino— algunos mensajes a sus colegas, incluidos en un grupo privado, para alertarlos sobre una infección parecida al SARS. Uno de sus mensajes decía: Amigos, estén alertas por una nueva infección de coronavirus y adviertan a sus familias y seres queridos. Usen trajes de protección. 21:13

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Este mensaje se replica muchísimas veces, las personas empiezan a comentar en la red la advertencia del Dr. Li, y a relacionar esto con la situación de vecinos y conocidos que se enferman rápidamente.

Pocos días después, el 3 de enero de 2020, mientras atiende en su consulta del hospital, el Dr. Li recibe una visita inesperada. La secretaria se lo comunica por el teléfono interno:

—Doctor, en la recepción hay dos agentes de policía que preguntan por usted, dicen que es muy importante.

—Ahora no puedo atenderlos, estoy examinando al Sr. Chang. Dígales que vuelvan más tarde, por favor.

Pasan unos instantes y suena de nuevo el teléfono.

—Doctor, los agentes insisten en hablar urgente con usted.

—Está bien, los atenderé en unos minutos, termino con este paciente y los hace pasar.

Minutos más tarde, los agentes irrumpen en su consulta, dejando salir a la persona con su prescripción médica.

—¿Es usted el Dr. Li Wenliang?

—Así es, ¿en qué puedo ayudarlos?

—¿Usted ha escrito todos estos mensajes por WeChat, que advierten de un peligroso virus a sus amigos y conocidos?

—Sí, eso es correcto, pero yo envié esos mensajes por mi chat privado. ¿Cómo obtuvieron la información?

—Eso no importa, doctor. Debemos notificarle que está acusado por las autoridades, ya que sus mensajes se han difundido a miles de personas.

—¿Acusado por enviar mensajes?

—No, por difundir rumores falsos y alarmar a la población, eso es un delito. Mis superiores han preparado esta declaración para que usted la firme. Léala. —El agente le entrega el documento al doctor Li.

—¡Pero aquí dice que admito mi culpabilidad! Yo no puedo firmar esto.

—Doctor, si usted no firma esta declaración, tendremos que arrestarlo y enfrentará un juicio.

Frente a las amenazas, el Dr. Li no tiene más remedio que firmar, y antes de retirarse los agentes le advierten:

—¡Y deje de hablar sobre el tema! No queremos volver a visitarlo.

Acto seguido, los policías efectúan un procedimiento similar con los amigos del grupo de chat privado del Dr. Li, quien debe seguir su rutina de trabajo habitual en el hospital de Wuhan. Sin embargo, la cantidad de enfermos graves que llegan a urgencias sigue aumentando.

Se establece en este momento, como consecuencia de los hechos anteriores, un punto de quiebre en la vida del Dr. Li: si las autoridades chinas hubiesen escuchado las advertencias del médico, millones de personas podrían haberse salvado. Solo bastaba con tomar las medidas necesarias para contener el primer brote de la epidemia, evitando su propagación. En lugar de esto, el Gobierno Comunista chino muestra su formidable poder y control sobre sus ciudadanos, a quienes vigila en todo momento y circunstancia: sus pasos quedan registrados por miles de cámaras con reconocimiento facial instaladas en calles y avenidas de las grandes ciudades. De igual forma, sus actividades por las redes de Weibo y WeChat son monitoreadas por miles de agentes del Estado chino, al otro lado de las pantallas de los smartphones y computadores de las personas.

Ha transcurrido una semana desde la visita de la policía. El Dr. Li atiende en su consulta a una paciente con glaucoma y le receta algo para disminuir la presión ocular.

Al día siguiente, el doctor amanece con mucha fiebre, tos y dolor en todo el cuerpo y no puede asistir a su trabajo.

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