OPINIÓN | ¿Tiene solución el problema del florecimiento de algas en el cultivo de salmones?
Durante los últimos días, hemos visto en diversos medios, que en la zona del Fiordo Comau y otros sectores costeros de la Región de los Lagos y Aysén, han ocurrido masivas mortalidades de salmones en cultivo, fenómeno que según los voceros de la industria serían producto de “florecimientos algales” naturales, causando millonarias pérdidas a este rubro. Pero ¿qué es un florecimiento algal? De partida, las algas no florecen y tampoco se trata de un fenómeno tan natural como se señala. Lo que ha ocurrido en las últimas semanas, pero también en innumerables ocasiones en las últimas dos décadas, es que alguna microalga natural se comienza a reproducir descontroladamente, en esta ocasión ha sido Heterosigma akashiwo, llegando a concentraciones tan altas que llegan a teñir el color del mar.
Estos colores pueden ir desde el verde intenso, al café y rojo. Y estas microalgas unicelulares, pueden establecer formaciones que dañan las branquias, agotan el oxígeno, o contienen distintas toxinas que pueden afectar desde moluscos hasta a mamíferos marinos, como ocurrió hace unos años en el mayor varamiento de ballenas registrado, o incluso al ser humano.
¿Pero por qué ocurre este crecimiento descontrolado? Existen diversas teorías que señalan que al verse afectado el equilibro en el océano, una especie en particular puede descontrolarse, lo que, en el plancton, es difícil de comprobar. Lo que sin embargo sí está claro, es que para que este crecimiento ocurra, debe haber presencia de nutrientes. Las microalgas son vegetales que aparte de luz, requieren nutrientes que actúan como fertilizantes para su crecimiento. Y se ha visto que en las zonas donde se realiza el cultivo de salmones, ocurren crecimientos algales descontrolados con mayor frecuencia que en lugares alejados de estos o de otras fuentes de contaminación orgánica.
Por otra parte, se sabe que, para producir 1.000 Toneladas de salmones, se generan al menos 500 Toneladas de residuos, en forma de fecas, excreciones y alimento no ingerido. Por lo tanto, extrapolando estas cifras, podemos calcular que la salmonicultura chilena, la cual produjo alrededor de 1 millón de toneladas de salmones en el año 2020, produjo cerca de 500.000 toneladas de residuos orgánicos en el mismo período. Lo que es equivalente a una fila de camiones de 320 km llenos de lodos. Esta enorme cantidad de residuos, equivalentes a los residuos orgánicos que genera anualmente toda la Región de Valparaíso, se vierten al mar, sin tratamiento alguno, en el lapso de un año, en los fiordos que van desde Puerto Montt a Magallanes.
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Así, tenemos que estos residuos orgánicos se descomponen y se pudren en el mar, liberando una cantidad enorme de nutrientes, los que en parte son aprovechados por las microalgas existentes para su crecimiento. Si a esto le sumamos el aporte de otras actividades humanas, no es de extrañar que algunas especies de microalgas encuentren condiciones propicias para un crecimiento explosivo propio de un desequilibrio ecológico, tal como el observado en los fiordos y que ha aparecido últimamente en la prensa. Por lo tanto, si bien las especies que causan estas mortalidades son naturales, no lo es la fuente de nutrientes que ingresa a las aguas patagónicas producto de la salmonicultura, que cuenta con un desarticulado marco regulatorio y menor fiscalización a la necesaria.
Pero ¿cómo prevenir que esto siga ocurriendo? Bajo estos evidentes signos de desequilibrios, cobra especial relevancia el Proyecto de Ley que modifica la Ley de Pesca y Acuicultura, con el objeto de exigir la remoción de sedimentos a los titulares de concesiones de salmones, el cual se encuentra en análisis por parte de la Comisión de Intereses Marítimos, Pesca y Acuicultura del Senado (Boletín 12.050).
Este proyecto, según dice su nombre, contempla exigir la remoción de los residuos inorgánicos que se acumulan bajo los centros, lo que está muy bien, pero en lo que respecta a los residuos orgánicos, aparentemente solo se queda en el nombre, dado que solamente se ha contemplado que se pida un “Plan de Recuperación y un Plan de Investigación” de la siguiente manera: “El plan de recuperación tendrá por objeto establecer el uso de mecanismos físicos, químicos o biológicos tendientes a mejorar las condiciones del área de sedimentación, permitiendo que se acelere la incorporación de la materia orgánica al ambiente. El plan de investigación tendrá por objeto el estudio y desarrollo de métodos y tecnologías para la recuperación de los fondos marinos, cuyos resultados deberán ser entregados al Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura, para mejorar los planes de recuperación.” Esto último es eludir el problema de fondo de los desequilibrios ecológicos y dejar a cargo del problema a la institucionalidad que hasta ahora se ha mostrado incompetente y por qué no decirlo, negligente.
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Esta redacción del proyecto de ley reviste especial relevancia, dado que por una parte no está considerando la protección de los lagos en los que se realiza salmonicultura y por otra parte, no previene que la contaminación orgánica siga ocurriendo, sino que solo solicitará o que se introduzcan mecanismos y sistemas que aceleren la descomposición de los residuos orgánicos en el mar, lo que no evita los problemas sanitarios, ni que todos estos nutrientes sigan contaminando las otrora prístinas aguas patagónicas. De esta manera, se está perpetuando un tipo de explotación marina que tiene efectos devastadores sobre el fondo marino, similares a lo de la pesca de arrastre, actividades que causan daños importantes a los recursos que utilizan los pescadores artesanales.
Es importante tener en cuenta que las tecnologías de incorporación de oxígeno a los sedimentos son las que llevan mayor desarrollo hasta ahora, pero alguien se ha preguntado, ¿cuál es la huella de carbono que esto tiene? ¿Cuál es la duración en el tiempo de las alzas de oxígeno que generan? ¿O son solo medidas a activar de manera previa a los monitoreos obligatorios del sedimento y así eludir el fondo del problema? ¿Algo así como ponerse un paño frío en las axilas antes de que te tomen la fiebre?
O sea, se está plasmando una nueva norma que como diría Cantinflas, hace como que hace, pero no hace…. y dejando al zorro cuidando al gallinero.
Es por ello, que estimamos de suma importancia, que este proyecto que se debate en el Senado sea claro en la exigencia de prevenir que los contaminantes orgánicos en forma de fecas o alimento no ingerido sigan depositándose y pudriéndose en el fondo de los mares y lagos patagónicos. Hoy en día cerca del 30% de los centros de salmones no opera en niveles compatibles con la capacidad de carga (Subsecretaría de Pesca y Acuicultura. 2019), generando una podredumbre que afecta a los equilibrios biológicos en el mar y lagos y un deterioro de los servicios ecosistémicos de dichas zonas.
Estos impactos ocurren a pesar de que existen tecnologías que se han aplicado para prevenir la sedimentación orgánica en fondos marinos, las cuales están siendo utilizadas en Noruega, Australia y Escocia. Esto como medida de protección ambiental en dichos países. ¿Por qué no acá? ¿O seguiremos exportando nuestros servicios ambientales a precio de ganga? ¿O privatizando las ganancias y socializando las pérdidas con el daño al patrimonio ambiental invaluable? Medidas que no se toman para bajar los costos en la segunda industria nacional, después del Cobre, matando de paso la gallina de los huevos de oro, por la utilidad cortoplacista de empresarios poco visionarios.
Sin duda el país requiere mejorar su marco regulatorio respecto al funcionamiento de la acuicultura, pero también necesita promulgar la Ley de Costas que defina las reglas para conciliar los diversos intereses del borde costero nacional y poner en marcha una Política de Ordenamiento Territorial participativo, aplicables en regiones y comunas, con un enfoque ecosistémico y que tome decisiones vinculantes bajo el marco de la sustentabilidad ambiental y de conservación del patrimonio natural.
Todo esto puede y debe ser posible y más aún, fortalecido por el proceso constituyente y la Nueva Constitución.