Cuturrufo:

Cuturrufo: "El medio del jazz es difícil aquí y en la quebrada del ají"

Por: Wilson Nanculef | 01.04.2021
Es abril del 2003. Sentado en una mesa del viejo bar Serena, cerca de Plaza Brasil en Santiago, espero a Cristián Cuturrufo para entrevistarlo. Voy seguido a sus presentaciones desde la primera vez que lo escuché, a mediados de los 90, junto a su Quinteto en el Club de Jazz de Macul. (Entrevista publicada originalmente en La Calabaza del Diablo, número 15)

Cuturrufo tiene 31 años y acaba de lanzar su segundo disco: Latin Jazz. Hablamos de su origen coquimbano, sus comienzos en la música, las estaciones de una trayectoria que ya anunciaba la figura que llegaría a ser. Una figura cuyo magnetismo no solo radicaba en su nivel musical sino en la pasión con que tocaba y transmitía a quienes lo escuchábamos en esas noches de fuego. "Yo creo que para tocar jazz de verdad hay que estar entre los 40 y los 50", me dijo esa tarde en el Serena. Cuturrufo tocó jazz de verdad, qué duda cabe. Tocó y vivió de verdad. Como lo hacen las leyendas.

[caption id="attachment_653436" align="alignnone" width="683"]Cuturrufo Cuturrufo en el festival Colchagua Jazz 2003 ©Alexis Díaz Belmar[/caption]

-Tú naciste en Coquimbo y vienes de una familia de músicos

Claro, soy de origen coquimbano y vengo de una familia musical de tres generaciones. Bisabuelo, abuelo y padre. Eso te da una base para desarrollarte como músico. Para mí eso fue fundamental. Mis hermanos son todos músicos. También fue importante la tradición y el ambiente musical que había en Coquimbo.

Había muchas boites y burdeles. Estaba el Tropicana, el Mogambo y no eran como ahora, como los topless. En ese tiempo había show, orquestas grandes, como la Guambalí que era la mejor orquesta de mambo que había en Chile. Mi viejo se crío en ese ambiente y tenía una orquesta de música bailable, de ahí nosotros agarramos la hueá. Entonces se juntan una serie de factores.

Estudiaba en la escuela de música, lo que me daba un conocimiento de la música clásica, tocaba en bandas, en orquestas bailables, todo un espectro musical que te permite desarrollar un oído especial. Eso reforzado por el talento, que es un don, y por el apoyo y la alegría familiar.

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-¿Había discos de jazz en tu casa?

-No muchos. Mi papá tocaba temas de Cole Porter en el piano y me hacía sacar cositas para tocar juntos. O eran típicas las veladas de los domingos en familia. Los cuatro hermanos nos poníamos a traquetear con bongó y acordeón cantando temas de la Olivia Newton John, de Los Jaivas o Congreso. Eso fue la base de lo que ahora soy como músico y persona.

-Luego te vienes a estudiar a Santiago

-Me vine a estudiar música clásica al Conservatorio de la Católica. Y empecé a ir al Club de Jazz de Santiago. Ahí conocí a Daniel Lencina y me enchufé con ellos. Con Daniel Lencina chico, el guatón Ignacio González y otra gente más. Poco a poco me fui dando a conocer como el trompetista que venía de Coquimbo. Así empecé a surgir hasta convertirme en una especie de promesa del jazz. Después me chatié y me fui a estudiar técnica a Cuba, el año 93. A la vuelta se formó el grupo Motuto, que era latin jazz, aunque tenía una onda circense. Puro hueveo no más. De ahí me dio otra crisis y me fui a Europa. A la vuelta de Europa formé el Quinteto.

El Quinteto marcó una época especial, un sonido nuevo, muy marcado por la edad porque éramos todos hueones pendejos. Empieza a caer la generación de Alejandro Espinoza y Daniel Lencina hasta llegar a ahora, en que estamos nosotros de protagonistas y hay un grupo de gente que nos sigue. Eso hay que aprovecharlo, no para ganar fama, sino grabando discos, armando producciones. De todas formas, yo creo que para tocar jazz de verdad hay que estar entre los 40 y los 50. Para allá vamos, si es que llegamos.

Ensayar poco y tocar mucho

-Hablemos más del Quinteto

-Del Quinteto quedamos Felipe Chacón, Jorge Díaz y yo, que nos mantenemos en la música. Ivan Lorenzo está estudiando Sonido y Jimmy Coll trabaja en el Ministerio de Educación. Jorge Díaz toca en La Marraqueta y con el Felipe seguimos tocando harto. El lema del Quinteto era ensayar poco y tocar mucho. Entonces nos parábamos en cualquier escenario, delante de cualquier hueón, y tocábamos como teníamos que tocar.

Nos juntamos los cinco hueones buenos para el hueveo, buenos para la piscola. El grupo tenía un swing, muy especial. Pero acabó cuando murió la flor y cada uno disparó para su lado. De todas formas, marcó una época importante y creo que no ha salidos un grupo que suene igual. Yo tuve la suerte de liderarlo y aún mantengo el concepto del purismo en jazz, que es el bebop. Fue una época increíble que marcó la evolución que iba a tener como músico.

De Coquimbo a Tongoy

-Andaban de un lado a otro en un Wolkswagen, bien apertrechados

-Claro, andábamos en el auto sin frenos, siempre con dos botellas de pisco, la Coca Cola, los vasos plásticos, la bolsa de hielo y los equipos entre medio. De Coquimbo a Tongoy, o a La Serena, tomando en la carretera las piscolas hechas ahí mismo. Era el paraíso del hueveo.

[caption id="attachment_653437" align="alignnone" width="683"]Cuturrufo Cuturrufo en el festival Colchagua Jazz 2003 ©Alexis Díaz Belmar[/caption]

-Leí por ahí que definías el bebop como sinónimo de una vida licenciosa

-Sí, siempre está rodeado de copete y carrete y minas. Mucha caña. Harto cigarro, cocaína, porqué no decirlo, marihuana. Ese es el entorno, es así la hueá. Sin dejar de lado el profesionalismo, los músicos somos buenos para el hueveo, qué le vamos a hacer. Entonces llevamos una vida licenciosa. Eso es el bebop: hueveo.

-Supongo que habrá varias anécdotas memorables

-En Concepción, una vez hicimos cagar un bar. Ciento noventa lucas. El dueño nos había contratado para tocar por cincuenta lucas, diez lucas para cada uno, pero con bar abierto. El peor error de su vida. Tuvimos que arrancarnos. Hay muchas historias, fue una gran época, un peldaño para mí y para todos los que tocaron ahí.

"La cueca no tiene nada que hacer con el jazz"

-En Estados Unidos y Europa existe un circuito jazzístico establecido, un público, lugares donde tocar ¿Cómo es ser músico de jazz en Chile?

En términos laborales, el medio del jazz es difícil aquí y en la quebrada del ají. En cualquier parte los que van a tener pega son los que están tocando más y están a mejor nivel. Yo no tengo problema, nos está yendo la raja, aunque sé que hay otra gente que, como se dice, “está rayando la zanahoria”.

A nosotros nos va bien. Llenamos todos los bares, damos conciertos con las entradas vendidas a full. Eso te permite armarte un circuito de tocatas. Además, hay una nueva generación de músicos jóvenes. Están Los Titulares, Angel Parra, Cristian Galvez, yo. Hay cuatro o cinco grupos que están haciendo trabajos, grabando discos y tocando en todas las hueás juntos. Yo creo que está todo pasando con el jazz en Chile y que hemos sido importantes para que esta hueá tire para arriba y evolucione. Se puede hablar de una escena de jazz chileno.

-¿Cuáles serían las características del jazz chileno?

-Como dijo Pat Metheny cuando estuvo en Chile, el jazz chileno es el jazz, el bebop, tocado por músicos chilenos. Lo otro, meterle cueca al jazz. Eso es fusión, no jazz. Además que la cueca no tiene nada que hacer con el jazz. No tenemos una tradición melódica sólida que haya estado a la par con la evolución histórica del jazz.

Puro toyo

-¿Podría ser la música tropical una posible fuente para el jazz chileno?

-Eso es fusión, no veo que se pueda identificar como jazz chileno. Yo creo que eso es puro toyo. Porque sería refácil. Con todo lo que he tocado y lo que sé, metería en la juguera diez mil hueás. Un poco de Tommy Rey, otro poco de Los Titulares o Ángel Parra, pero eso no es creación, eso es juntar nada más. El jazz ya fue. Ahora lo estamos cultivando los que nos gusta el jazz tradicional. Además, como forma es una música nueva, recién tiene un siglo. Está también el asunto de las circunstancias políticas y culturales que son irrepetibles. Ya están los elementos básicos, toda la química echada. No hay otra, por lo menos para mí. Y al que le gusta le gusta, y al que no, que se vaya a la chucha no más.

-¿Por qué elegiste la trompeta como instrumento?

-Le regalaron una trompeta a mi hermano, y a mí, como pendejo, me gustó y terminaron regalándomela. Al principio quería tocar trombón o batería. Llegué a la trompeta por cueva. Vi un instrumento bonito, que brillaba, y empecé con la trompeta. Pero me hubiera gustado mucho ser trombonista, como el maestro Parquímetro.

Miles Davis en la cúpula

-Desde Louis Armstrong, la trompeta ha sido uno de los instrumentos protagónicos en la historia del jazz. Sé que una de tus referencias es Clifford Brown. Me gustaría que habláramos de la tradición de la trompeta, de los trompetistas que te han marcado.

 A mi me han marcado mucho los trompetistas californeanos. Sobre todo Donald Byrd, Clifford Brown, boperos puros, tocaban puras melodías. Por otro lado, Miles Davis, por la evolución. Tocó con Duke Ellington, después tocó el bop, luego tocó el coll, después inventó el jazz rock y después se murió. Una evolución perfecta como músico. Los que más me gustan son los puristas. Ahora en Estados Unidos hay unos boperos, pendejos de la edad mía, tremendos. También me gustan Kenny Dorham, Freddie Hubbard, y por supuesto Gillespie. Pero Miles está en la cúpula. Ese hueón tocaba en otra dimensión, no es comparable con ningún hueón, una sonoridad incomprensible, inalcanzable.

-Miles dejó de tocar por largas temporadas

-Claro, se iba a la chucha por la droga, era yonkie. Pero cuando volvía, ya tenía una hueá nueva. Era un genio.

En la Sinfónica leyendo el Condorito

-Has tocado con muchos músicos célebres: James Moody, Wynton Marsalis

-Con Marsalis me subí de puro patudo a una jam sesión. Con James Mooddy estuve en una gira organizada por la radio Classica. También toqué en una jam con Herbie Hancock, con Lew Tabackin. Fue una experiencia bonita. Lo que más me ha marcado de tocar con estos hueones es saber que si eres bueno aquí, eres bueno en cualquier parte.

En el jazz, el que toca, toca. Cuando toqué con Hancock, después que terminé mi solo, se paró y me dio un abrazo. Eso es como si para un católico el Papa le diera un abrazo. Es bonito saber que puedes pararte en cualquier escenario del mundo y tocar jazz. Aunque estés en Chile, en el culo del mundo, con los recursos mínimos. Otra cosa es que los hueones más grandes que han venido son los más humildes. Si ven que un hueón toca bien, se lo dicen. Y si no, no le dicen nada nomás.

-Hablemos un poco más de tus viajes: Cuba, Europa

-Como te dije estuve en Cuba el año 93. Fue una experiencia la raja. Te enseñan trompeta científicamente, las clases son con libros, aprendes anatomía del cuerpo. Más la exigencia del yoga, que es maravilloso, toda la técnica de respiración es en base al yoga.

La mayoría de los profesores son como la raja, no saben respirar, son trancados. La generación de los hueones que salieron conmigo de la Católica ni siquiera eran capaces de hablar de música; algunos sí, pero otros no. Son empleados de banco de la música. Están estudiando diez horas, buscando el sonido perfecto en la nota larga, pero no saben mirar una flor, no tienen idea que son las nubes. Aquí eso es lo que te da el  Conservatorio.

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Todas esas trancas fueron las que me hicieron salir a buscar hueás afuera. Sino estaría tocando en la Sinfónica leyendo el Condorito, esperando los 12 compases hasta el solo que viene. La enseñanza de los conservatorios es doctrinaria, mecánica. Sales convertido en un robot, en un zombie.

Hay algunos músicos que son buenos, habilosos, sensibles. Pero esos están todos afuera, se van. Los otros están todos comiendo completos ahí en El Baquedano.

[caption id="attachment_653438" align="alignnone" width="683"]Cuturrufo Cuturrufo en el festival Colchagua Jazz 2003 ©Alexis Díaz Belmar[/caption]

De la calle en París a la orquesta de Horacio Saavedra

-En Europa estuviste tocando en la calle

-En París, con un amigo danés, tocábamos bossa nova en los bares o pasábamos el gorro en la calle. Era entretenido, porque París es París; tocábamos 'La chica de Ipanema' y los hueones se ponían a llorar. Lo importante es el carrete de jam sesión, de domingo a domingo, en distintos bares. Eso lo hice en Estocolmo, en Copenhague; recorrí toda Europa. En Copenhague me fui haciendo conocido y tuve mi propio cuarteto. Trabajaba “a la negra” así ganaba más plata.

-También estuviste en Islandia

-Tremendo festival de jazz. Estaba el Ray Brown Trío, en fin, músicos increíbles. Yo era el único invitado sudamericano. Islandia es un lugar extraño. Solo están habitadas las cosatas, al medio hay un glaciar gigante y volcanes. O te cagai de frío o te morís quemado. En la capital, Reikjavik, que se parece a Coquimbo, hay veinticinco bares de jazz. Son experiencias maravillosas. Es importante viajar, ver lo que pasa afuera.

-Trabajas en la orquesta de Horacio Saavedra ¿cómo ves la televisión, todo ese mundo?

-Lo único que puedo decir es que esa hueá me da plata. Vivo bien, lo paso bien, es una pega relativamente relajada. Eso. No tiene mayor comentario la hueá. No es ni una hueá más. No estoy ahí para salir en pantalla. Es pega, con eso vivo y puedo hacer lo otro.

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