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CRÍTICA| "Los eufemismos" de Ana Negri: Los rotos o el más cuerdo es el más delirante

Por: Elisa Montesinos | 23.03.2021
"Los eufemismos" de Ana Negri golpea fuerte en la mesa, reviviendo un debate necesario, ahora que algunos gobiernos ofrecen bonos para “reparar” daños causados en dictadura por organismos del Estado, sin siquiera saber cómo es vivir con una fractura tan enorme como la persecución constante, la tortura, el exilio y la desaparición de un ser querido.

Los eufemismos, la primera novela de Ana Negri (México, 1983), fue publicada a fines del 2020 en Chile, en la colección de narrativa de Los Libros de la Mujer Rota, y este año será lanzada en México por Antílope.

El libro se estructura en cinco capítulos: “Todo cae”, “Migraña”, “Ser clara”, “Cenizas”, “Borrarse”. Estas unidades no generan entre sí sentidos cuya dramaticidad esté en la progresión de la anécdota; más bien nos introducen en una suerte de espiral hacia adentro, hacia el centro de la relación entre Clara y su madre, “un vínculo intenso que evidencia la complejidad de los afectos que se tejen en las relaciones maternofiliales”.

El texto pacta con el lector desde un comienzo que seguiremos al personaje de Clara, como si esta narración en tercera persona en el fondo fuera su voz: “Clara cierra los ojos y respira profundamente. “Soy yo”, piensa, “la que está representando una escena para quién sabe quién”. Este sólido punto de vista, coherente durante todo el viaje, será el lente sensible a través del cual conoceremos a los personajes, sobre todo a Clara y a su madre, mujer vibrante que lucha con las consecuencias de la persecución de la que fue víctima durante la dictadura argentina. Una pugna tanto interior como exterior, en su necesidad de cobijarse en Clara como en su incapacidad para llevar a cabo un juicio que le daría una cierta estabilidad económica a la familia. Todo esto Clara lo observa juiciosamente.

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Especialmente divertidos son los instantes en que la madre le da consejos de sexualidad a su hija (“Si un hombre, aunque sea tu pareja, aunque llegue a ser el padre de tus hijos, quiere hacerlo por la a, vos tenés que decir que no”).

Los personajes oponen sus fuerzas generando empatía y comicidad, sin que por el contraste de puntos de vista estos pierdan humanidad ni contradicciones internas. Clara rechaza a su madre porque su progenitora no ve en ella a una hija sino a un colchón donde echarse encima o una oportunidad de instalar su voz, como cuando le habla en tercera persona de sí misma. La empatía se da cuando Clara se preocupa por su madre y quiere lo mejor para su futuro, como cuando piensa en su alimentación o en el cuidado de sus dientes. Cuando piensa críticamente en lo que pasa alrededor, describiendo la vida en la Ciudad de México. 

Estamos frente a una novela a la que hay que entregarse como al jazz. Es curioso porque aún estando llena de diálogos, chispeantes y originales, estos parecen piezas instrumentales, descargadas de peso. Interlocuciones vivas, ligeras, como esta conversación entre Clara y Elías: “¿Y ahora? / ¿Qué? / ¿Qué quieres hacer? / No sé. / ¿Hay chance de que cojamos todavía?”, o Clara y su madre hablando de una perra muerta como la metáfora de un país. 

Al leer Los eufemismos nos sentimos cerca de la vida

Leer esta entrega (cuyo nombre puede ser considerado un enigma) es como ver el corazón de un iceberg: Clara y su madre. Con un tono juguetón se inventan palabras como “calornoso” y “extravolar”, los diálogos que provocan carcajadas y muy hábilmente se edifica una voz autoral bajo los cimientos de lo que es el lenguaje para los personajes, tal vez un caos, tal vez una ensalada de modismos y palabras heredadas.

Tal como plantea Alejandro Zambra en la presentación del libro en Chile, aquí estamos ante una novela de la cual no es fácil hablar en términos que no sean los propios de la coloquialidad que nos propone la misma. Cuesta abordarla temáticamente ya que la propuesta del libro desacraliza la voz de “lxs hijxs del exilio”, que hemos visto muchas veces en Chile repetir el discurso de los padres, ser una fuente de elogio y una indiscutible vía a la victimización. Una virtud principal de Los eufemismos es mostrar las cosas como son. En este libro conviven sin odiarse, personajes complejos, y como diría Charly García citado por Negri: “el más cuerdo es el más delirante”. 

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Entre el afecto y la reproducción del dolor, conocemos los límites de la angustia de una familia que ha sufrido en carne propia el daño causado por el Estado. “No quise ir a mi cama porque ahí era donde me iban a buscar si entraban, así que me quedé acá, alerta y los oía ir y venir, ir y venir. / ¿Pero quiénes te iban a venir a buscar? ¿De qué comando hablas? /¡Ay, hija, hija! ¿No te acordás de donde venimos? / ¿Del mono? / ¡No te hagás la viva, Clara, por favor te pido! Yo tengo una historia que pesa. Tanto pesa que treinta años y pico después no me pueden dejar en paz”.

Los eufemismos de Ana Negri golpea fuerte en la mesa, reviviendo un debate necesario, ahora que algunos gobiernos ofrecen bonos para “reparar” daños causados en dictadura por organismos del Estado, sin siquiera saber cómo es vivir con una fractura tan enorme como la persecución constante, la tortura, el exilio y la desaparición de un ser querido. “Ahora dicen que ofrecen una reparación porque aquello fue una máquina de destrozos: a mi generación la hicieron mierda”, concluye en un momento la madre de Clara.

En una escena notable, Clara ve un collage de fotografías que hablan de desaparecidos y de muertos. Entonces piensa que ahí, en esa colección, faltan ellas. Que ahí “ni siquiera se habla de los rotos”. De esas familias que se inventaron en el exilio. 

Los eufemismos

Ana Negri

Libros de la Mujer Rota

161 páginas

Precio: $9.500