VOCES| Flojos ellos, ¡vivan los profes de Chile!

VOCES| Flojos ellos, ¡vivan los profes de Chile!

Por: Elisa Montesinos | 25.02.2021
La increíble valentía de la profesora, rodeada de hostilidad y peligro, defendiendo su derecho a protestar pacíficamente, arriesgándose porque era importante llamarnos la atención acerca de su trabajo, no puede dejarnos indiferentes. Con un lápiz y un cartón, señalaba a las autoridades que ella no es una holgazana y que paren de ningunear su oficio. La respuesta a su osadía fue violenta. Le puede costar la vista. 

Recuerdo un profesor. Al terminar cuarto medio, mis resultados en matemáticas eran desastrosos. Me bajó la urgencia vocacional, pero era muy difícil recuperarme. El tiempo es implacable en estos casos. Me salvó la paciencia y preocupación del señor García. Un profe bajito, con una chaqueta gruesa (siempre la misma) que usaba en invierno y verano porque era friolento. 

Nos propuso hacernos clases los sábados en las mañanas y como algo muy normal, esto se mantuvo un semestre completo. Gracias a él recuperé materia atrasada y entendí otras. Por él pude entrar a la universidad. 

García no cobró por eso, tampoco en ese momento nos preguntamos por el tiempo que quitaba a su propia vida, a su familia. Fue tan natural que nos enseñara, porque era profe. No estaba ahí por el sueldo ni para aspirar a un puesto mejor. Solo era un profe dispuesto a enseñar. 

Imagino cuántos señores García existieron en la vida cada una/o. El 2020 se nos volvieron especialmente visibles. 

Está el caso de la profesora que acomodó en su auto una sala de clases para acudir a los hogares de sus alumnos que no tienen internet. O la otra, que se hacía el periplo caminando repartiendo guías para que las chiquillas/os no se atrasaran. Están los que han sudado para ponerse al día con la tecnología y a puro WhatsApp persiguen a los díscolos que no aparecen a la hora de clases en las pantallas. Han realizado un esfuerzo titánico sobre una estructura educativa precaria y desigual en tiempos difíciles. 

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No recuerdo haber tenido profesores/as que se quedaran dormidos/as o que hicieran la cimarra y faltaran a su trabajo. ¿Es que el señor Bellolio (secretario general de gobierno) tuvo malas experiencias? ¿Al ministro de Economía lo abandonaron a su suerte los profes? ¿El gobierno los tiene mal conceptuados y ahora por fin pueden decirlo? 

Algo así debe estar pasando, es digno de estudio. No se entienden las frases ofensivas que lanzan en los medios hacia el gremio. Todo podría haber quedado en comentarios inadecuados. Pero no es así. Hay una profesora herida y puede perder un ojo. 

Estando de vacaciones, Francisca, profesora de Filosofía, no aguantó las expresiones despectivas de las autoridades que aludían a su trabajo y a sus colegas. Escribió en un cartón: ¿Floja yo? y se paró sola en plena plaza con su cartel. A su alrededor, las sirenas pululaban como enajenadas y el guanaco no paraba de dar vueltas, pero ella no se movía. Con una mano sostenía la pancarta y con la otra se refregaba los ojos llorosos por las lacrimógenas. 

Un piquete de carabineros, aperados con cascos, uniformes especiales y escudos, la rodearon y ella con su cartel de cartón, los “enfrentó”. Frente a tal desafío, los cinco o seis carabineros, la sacaron a empujones. Más tarde, la profesora conversaba a resguardo, bajo la entrada de un edificio, con otros jóvenes. De pronto, sin mediar enfrentamiento alguno, recibió un impacto en la cara. Uno directo a ella, potente y certero. ¿Algo así como un balín?

Carabineros en un rápido comunicado aclaró su inocencia. Ellos no la hirieron, porque los más de cuatrocientos casos similares, de pérdida ocular, son pura coincidencia. Incluso afirmaron asistir a la profesora trasladándola al hospital.

Estamos en un punto histórico, donde son tantas las acumulaciones de violaciones a los derechos humanos, que nos vamos quedando inmunes. La asistencia de carabineros, parece un favor que hay que agradecer y una persona mutilada, es una cifra más.

La increíble valentía de la profesora, rodeada de hostilidad y peligro, defendiendo su derecho a protestar pacíficamente, arriesgándose porque era importante llamarnos la atención acerca de su trabajo, no puede dejarnos indiferentes. Con un lápiz y un cartón, señalaba a las autoridades que ella no es una holgazana y que paren de ningunear su oficio. La respuesta a su osadía fue violenta. Le puede costar la vista. 

Todavía no se entiende la saña para empujar a una joven, que solo aplicaba su derecho a protestar. Insisto, es digno de estudio. Cuando sus heridas se cierren, es probable que la profe continúe enseñando. Lo hará  como sea y cada día los jóvenes verán su herida. Sabrán que su profe, un día, tiempo atrás, quedó así porque existió en Chile un Gobierno que encendía la chispa de la rabia con sus ofensas y una policía entrenada para salir a la calle a herir y maltratar a su propia gente.