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Por una Constituyente con el 80%

Por una Constituyente con el 80%

Por: Esteban Celis Vilchez | 16.02.2021
Supondremos que en todos los distritos hay una lista del Rechazo y 10 listas del Apruebo. Y supondremos que cada lista del Apruebo conserva su mismo número en cada distrito y se compone de los mismos pactos o acuerdos. Bajo estos supuestos, la propuesta es sencilla: en cada distrito, deben bajarse 9 de las 10 listas del Apruebo antes del 30 de marzo, de modo que en cada distrito compita una sola lista del Apruebo contra la lista del Rechazo. Si eso es así, el resultado debería ser muy parecido al obtenido en el plebiscito.

Esta columna tiene un objetivo simple y práctico: evitar la sobrerrepresentación de la derecha –o del “Rechazo”– en la Convención Constituyente. Sólo eso. ¿Es necesario gastar tiempo en decir que, si usted tiene un 20% de los votos, un 20% de representantes es lo que le corresponde? Supongo que no. Así que sigo.

Es un hecho que, dada la existencia de una única lista de derecha enfrentando a un promedio de 10 listas del “Apruebo” por distrito, esa lista única del “Rechazo” logrará –o podría lograr– un 40% de representantes con un 20% de los votos. ¿Injusto? Por cierto. ¿Evitable? Claro, salvo que el mundo del Apruebo actúe con una mezcla de egoísmo y miopía política, como hasta hoy.

Pues bien, ¿cómo evitar que se consume esta injusticia y que los actores políticos, sean militantes o simpatizantes de partidos políticos, o los ahora impolutos independientes, decepcionen una vez más, y de modo tal vez irreversible, a tantos chilenos y chilenas que los miran casi con ingenua esperanza? Porque, hasta aquí, el espectáculo es lamentable y la tontería se enseñorea... ¿en serio vamos con 10 listas, en promedio? Pero todavía se puede mostrar generosidad e inteligencia.

Antes de seguir, un excurso necesario. En el libro Manifiesto para la sociedad futura, de Daniel Ramírez, que recomiendo con entusiasmo, en el capítulo III, sobre la democracia, se nos recuerda el importante papel que el sorteo –es decir, el azar y la suerte– juegan dentro de ella. Más claro: tras un análisis histórico sobre el ejercicio de la democracia, se nos recuerda que el sorteo era y es un medio democrático por excelencia para escoger a quienes asuman responsabilidades públicas. Por cierto que esto es escandaloso para quienes prefieren asegurarse las elecciones sobre la base del dinero, las influencias y los apellidos. Sobre esto no alcanzo a ahondar aquí. El libro lo explica muy bien.

Ahora retomemos el camino. El asunto es simple. Lo explicaré bajo supuestos que habrán de ajustarse a la realidad, pero que son eficaces para el ejercicio que haremos. Supondremos que en todos los distritos hay una lista del Rechazo y 10 listas del Apruebo. Y supondremos que cada lista del Apruebo conserva su mismo número en cada distrito y se compone de los mismos pactos o acuerdos. Bajo estos supuestos, la propuesta es sencilla: en cada distrito, deben bajarse 9 de las 10 listas del Apruebo antes del 30 de marzo, de modo que en cada distrito compita una sola lista del Apruebo contra la lista del Rechazo. Si eso es así, el resultado debería ser muy parecido al obtenido en el plebiscito.

¿Y cómo decidimos qué lista se queda y cuáles son las 9 que se bajan? Aquí entra el sorteo. Imaginemos que en el Distrito 1 sale sorteada la lista 7 para competir. Entonces, en el Distrito 2, el sorteo se efectuará entre las 9 restantes, excluyendo a la 7. Supongamos que gana la 5. En el Distrito 3, excluimos a las listas 7 y 5. Y así sucesivamente, hasta que en el Distrito 10 compita la única lista que no salió sorteada en las 9 ocasiones anteriores. Y se repite el ciclo a partir del Distrito 11 hasta completar el proceso en todos los distritos. ¿Resultado? En cada distrito tenemos solo dos listas: la del Rechazo y la del Apruebo. Y, consecuentemente, una Convención constituyente que represente a una y otra postura en la misma proporción de los votos que se emitan.

Al fin y al cabo, entre todos los que estuvieron por el Apruebo será mucho más fácil ponerse de acuerdo, en lugar de tratar de hacerlo con una derecha sobrerrepresentada y cercana al 40%. De otro lado, ¿el sorteo no es un mecanismo incuestionable?; además, la distribución final hará que cada una de las 10 listas concluya con un número parecido de constituyentes. Por supuesto, el mecanismo hay que ajustarlo a la realidad de listas que no mantienen el mismo número en los diferentes distritos, que responden a pactos diversos o que no concurren siempre en el mismo número. Esa ingeniería electoral puede efectuarse rápidamente. Hay que comenzar con este esfuerzo de inmediato. No veo razones políticas, morales o intelectuales para no apoyar decididamente esta fórmula. Adiós a los egos, a los intentos absurdos de construir cada uno una Constitución del exacto gusto de su paladar, porque por ello le entregaremos la Constitución a una minoría que, en primer lugar, amaba la que vamos a desahuciar.

Hago esta propuesta desde mi humilde posición de columnista de este medio. ¿Es mucho pedir que hagamos lo necesario para que, en definitiva, el Rechazo llegue a la constituyente representando sólo a Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Colchane y la Antártica? ¿Es mucho pedirle a todos los candidatos y candidatas del progresismo –o del Apruebo, cuando menos– un acto de generosidad y entrega que no nos haga perder la proporción de 5 comunas a 341, de un 20% del electorado versus un 80%?

Hagamos lo correcto, hagamos lo inteligente. De lo contrario, después nadie tendrá derecho a quejarse, porque la estupidez que estamos a punto de cometer es gratuita y enteramente proveniente del mundo progresista. Un poco de responsabilidad. Al menos por esta vez.