La esperanza tras la brutalidad vivida por la niña W
El jueves 7 de enero de 2021 era un día especial para una pequeña niña mapuche que llamaremos W. Era su cumpleaños número 7 y, además, ese día saldría con su mamá y abuela a escuchar la sentencia en contra del carabinero que había matado hace un poco más de dos años a Camilo Catrillanca, su papá. Ese día, que había comenzado como un día esperanzador, dado que su familia finalmente tendría algo de paz y justicia, terminó siendo un día lleno de brutalidad y violencia. Lamentablemente, situaciones como estas no son inéditas en el Wallmapu.
La infancia de W, como la de muchos niños mapuche, no ha sido fácil. A sus escasos 4 años sufrió la pérdida de su padre, lo que, sin duda, le causó mucho dolor, dolor que se iría acentuando en los días siguientes al asesinato, cuando se escuchaba a autoridades decir todo tipo de historias falsas sobre su papá, como que había robado autos, que había disparado a los policías, que había estado en la cárcel y otras mentiras que aparecían en los medios de comunicación. Tuvo que ser fuerte cuando se confirmó que a su padre le habían disparado por la espalda, en la cabeza, mientras iba en su tractor con su amigo M, de 15 años. Afortunadamente este amigo, pese a los golpes que le propinó otro carabinero (que también disparó hacia el tractor ese día), sobrevivió y pudo contar lo que realmente había pasado. La pequeña W debió ser fuerte también cuando se supo públicamente que todas las historias que se decían de su papá eran falsas. Tuvo que acostumbrarse, como muchos niños y adolescentes en el Wallmapu, y como su propio amigo M, a vivir bajo el amedrentamiento y vigilancia permanente de Carabineros a su comunidad, especialmente tras la muerte de su padre.
Pero ese día 7 de enero era distinto. Cerca del mediodía el tribunal decidió que el ex carabinero Carlos Alarcón Molina era quien había matado a Camilo Catrillanca, y condenaron a siete personas más (seis ex carabineros y un abogado) por lo que había pasado ese día. La joven mente de W probablemente aún procesaba toda esta información mientras iba en el auto con su mamá y su abuela, cuando un grupo de policías armados, que además usaban cascos negros y chalecos antibalas, las detuvieron y las obligaron a bajarse. De acuerdo al relato de la propia niña a la Defensoría de la Niñez, a ella la tomaron entre varios policías de la ropa y del pelo, la obligaron a tirarse al suelo, un policía le puso la rodilla encima de la espalda para impedir que se moviera, mientras veía como hacían lo mismo con su mamá y su abuela. Todo esto, entre gritos, un arma desenfundada y mucha violencia. Luego tres policías la “escoltaron”, tomándola de los brazos y la ropa, hacia un vehículo policial. Cómo no pensar en lo vivido por su amigo M el día que mataron a Camilo Catrillanca, cuando el (ex) carabinero Raúl Ávila Morales (condenado por el delito de apremios ilegítimos en su contra) lo reducía, golpeaba y esposaba al costado del tractor mientras el joven de entonces 15 años le decía a los uniformados que sus balas habían alcanzado al papá de W.
La pequeña W pasó cerca de tres horas bajo la custodia de policías hasta que fue entregada a su abuelo Marcelo, cerca de las 17:30 horas, probablemente con la preocupación de que su mamá y abuela seguían detenidas, y con el cansancio y miedo por lo vivido. ¿Habrá podido recordar en ese momento que el ya ex carabinero Carlos Alarcón Molina había sido declarado como el asesino de su padre esa misma mañana? Ante los cuestionamientos de la ciudadanía al ver a la niña en el suelo, reducida y retenida por personal policial, el director general de la Policía de Investigaciones declaró que se trataba de una “realidad falaz”, ya que se habría tratado sólo de la detención de dos mujeres adultas (madre y abuela de W), y la niña habría sido “trasladada” a una comisaría para no dejarla sola en la vía pública. Una versión “alternativa” de la máxima autoridad de la PDI, tal como la hubo de parte de Carabineros en el caso del homicidio de Camilo Catrillanca. Resulta preocupante ver cómo la costumbre arraigada en Carabineros, de realizar una defensa institucional pese a todas las evidencias en su contra, el 7 de enero fue abrazada por la policía civil tras las acciones ilegales cometidas en contra de W, dos años después del homicidio de su padre por agentes del Estado. Esta “falacia”, como la llamó el director general de la PDI, quedó registrada minuto a minuto en imágenes que muestran una crueldad inexplicable. Y lo más triste aún, es que esta falacia quedará impregnada para siempre en la memoria de W como recuerdo del día en que cumplió 7 años.
A tres semanas de este cruel hecho vivido por la pequeña W, en los tribunales de Justicia le han dado una luz de esperanza. Por una parte, la Corte de Apelaciones decretó que la Policía de Investigaciones debe abstenerse de realizar acciones arbitrarias e ilegales respecto a ella y a cualquier otro niño o niña. Y, también, el Tribunal Oral en lo Penal de Angol determinó que el ex carabinero que asesinó a su padre y que disparó a su amigo M, Carlos Alarcón Molina, deberá ir a la cárcel por más de 16 años. Esperamos que esto pueda ayudar a W a borrar en parte lo vivido ese día 7 de enero.