CRÍTICA| TVN, Santiago a Mil y el Don Quijote de 31 minutos: ¿Para qué se llenan la boca con la palabra teatro?
La publicidad invitaba a ver el domingo 3 de enero a las 18 hrs. El Quijote de La Mancha en la versión de 31 minutos, show musical de títeres que sería transmitido por TVN inaugurando el tradicional “enero teatral” de la Fundación Teatro a Mil. Pero recién a las 18:20 apareció en la pantalla Carmen Romero, dedicó este festival al mítico creador de La Negra Ester, Andrés Pérez, y se despidió con un ¡viva el teatro! que no pudo sonar más aburrido y fuera de contexto.
El desprecio o no entendimiento de cómo funciona la experiencia estética, de identificación con un espectador, o aún la interfaz de todo game player, parece flagrante. TVN atenta contra la cultura. Es un dispositivo esquizofrénico y pervertido en el sentido íntimo y autofagocitante del término. Sabemos que el show de 31 minutos, su versión de Don Quijote, así como de Romeo y Julieta, ha sido presentado en vivo en eventos musicales y ante teatros llenos. Sabemos que no es lo mismo verlo en vivo que verlo por la tele, pero algo es algo. ¿Qué necesidad hay entonces de hacerlo como se hizo, atentando contra lo más mínimo que un niño pide, que es simple y mera empatía con un hechizo pasajero?
¿Para qué se llenan la boca con la palabra teatro y por qué mencionan a Andréz Pérez? ¿Qué sentido tiene nombrarlo si no aclaran que en esta fecha se cumplen 18 años de su muerte? Y luego además de que no cumplen el horario y comienzan cuando se les da la gana, a la media hora te cortan el show y meten propaganda. ¿Qué tiene que ver eso con el teatro?
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La adaptación de El Quijote hecha por 31 minutos es una joya por donde se le mire, el trabajo de APLAPLAC dirigido por Peirano y Díaz, la música, el arte visual de Mauricio Garrido en los collages de fondo, todo es un espectáculo creado bajo estándares dignos de Broadway. Y digo Broadway porque Broadway es un teatro. TEATRO. Y es teatro lo que intentan hacer la Rana René y compañía en El Show de los Muppets, legendario hito que inspiró a nuestros héroes de 31 minutos. Pero así como estamos ante un Gobierno y una clase política que vive en otro país lejos de la realidad, estamos también ante una televisión cuyo “canal de todos los chilenos” es el gráfico reflejo de un control ideológico flojo e inescrupuloso. Y como la clase política, la televisión chilena está igualmente en su peor momento en términos de credibilidad, de popularidad, y de sintonía. Es palmaria y evidente la lógica con que se opera. Dale nomás, total a quién le importa.
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Imaginar como acto de rebeldía
Don Quijote de 31 minutos no es un mero show de títeres, un musical con el exitoso yo nunca vi televisión porque es muy fome como cortina, es obviamente una instancia ingeniosa, lúdica y humorística para promover la lectura, que no desaprovecha además la oportunidad para jugar a las muñecas rusas, en un elaborado contar una historia dentro de otra historia dentro de otra historia. Porque primero está el propio Cervantes (Bodoque) ante un juez, condenado a morir en la horca por escribir leseras. Entonces Cervantes comienza a contarnos su libro, el Quijote (urgido, el juez pregunta si mejor no hay un resumen. No, no hay). Luego, el propio Quijote cuenta sus aventuras, valiéndose de canciones, y cuando estas no son suficientes, el propio Cervantes monta un pequeño teatro de títeres para seguir contando la historia del Quijote. O sea los títeres hacen a su vez un show de títeres.
Este juego de niveles narrativos, esta elaborada estructura, propia como es sabido del mismísimo Quijote, solo demuestra el cariño y rigor con que se trabaja para que el espectador acceda mínimamente y aunque sea sin darse cuenta, a lo fundamental de la obra. Si el Quijote y Cervantes se estudian hasta el día de hoy en colegios y universidades es entre otras razones, por esa, por su fundante estructura y su mensaje tan simple como a la vez trascendental. De qué se trata la historia: de un viejo que se volvió loco por estar siempre leyendo y que ahora se cree héroe de esas historias. El milagro del movimiento sinfín; toda historia conduce a otras miles, el motor inagotable de la imaginación, y la puesta en valor del acto de imaginar como acto íntimo de rebeldía. Eso es mucho más comprensible que una declaración espúrea en un himno o una constitución, si se trata de enseñar la palabra libertad.
¿Cuál acceso a la cultura?
Por eso sostengo finalmente que la publicidad es enemiga de la magia. Cuando interrumpes una obra con publicidad, conviertes al espectador en tu enemigo. Los publicistas debieran de una vez por todas entender eso. No entienden nada, persuadir, convencer, seducir no tiene nada que ver con imponer o someter al espectador a una tiranía absolutamente innecesaria, como si el formato televisivo exigiese per se la publicidad cada 25 minutos, siempre impertinente. No es así y lo saben.
El Quijote de 31 minutos no dura ni siquiera una hora. Podía transmitirse sin cortes publicitarios. Habría sido un gesto auténtico y creíble, habría hecho ciertas las palabras de Carmen Romero declarando que lo que les importa es el acceso a la cultura. Porque ¿de qué acceso a la cultura hablan si esto no significa brindar la posibilidad de vivir una experiencia estética significativa? La experiencia, con un impertinente corte publicitario entre medio, frustra la magia y la convierte en todo lo contrario: en evidencia de la brecha entre quienes pueden pagar entrada para ver un show en vivo, y quienes no tienen dinero para verlo si no es de este modo triste y ominoso.