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CRÍTICA| "Luz de día" de Blanca Varela: Como un cuchillo iluminado a media mañana

Por: Elisa Montesinos | 01.12.2020
Llama la atención, el reconocimiento tardío en nuestro país a una de las más trascendentes poetas latinoamericanas. Con una poesía precisa e intensa, Varela marca un precedente para las generaciones actuales en Perú y otras latitudes.

En tiempos tan duros como los actuales, es sin duda un motivo de celebración que la poesía siga circulando y editándose. Más aún cuando se trata de dos países de larga tradición poética, como Chile y Perú. Hace un par de semanas se realizó el lanzamiento de Luz de día (Komorebi), el segundo libro de la poeta limeña Blanca Varela, en conversación con Soledad Fariña y Natalí Aranda.

El interés por Varela, fallecida en 2009, ha sido creciente en los últimos años en nuestro país. En abril de 2019 Editorial Universitaria en conjunto a Ediciones Altazor publicó Degollado resplandor. Poesía Selecta (1949-2000), la primera antología que se publicaba de su obra en Chile, además de Canto Villano. Poesía reunida 1949-1994, que circulaba en librerías locales, publicada por el Fondo de Cultura Económica en el extranjero. Llama la atención, sin embargo, este reconocimiento tardío a una de las más trascendentes poetas latinoamericanas.

Con una poesía precisa e intensa, Varela marca un precedente para las generaciones actuales en Perú y otras latitudes. Su primer libro, Ese puerto existe (1959), tuvo una cálida recepción de la crítica y fue seguido por una serie de títulos memorables, entre ellos Valses y otras falsas confesiones (1972), Canto Villano (1978), Del orden de las cosas (1993), Ejercicios materiales (1993), Concierto animal (1999) y Falso teclado (2001). Tal como en otros de sus libros, en Luz de día queda de manifiesto el contraste entre luminosidad y oscuridad que atraviesa su obra. Aparecen también la precisión, las palabras elegidas con mesura, la permanente contención que en ocasiones se desborda. 

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Para el poeta peruano Mario Montalbetti, Blanca Varela fue pasando de una poesía más críptica y “metafórica” a una cada vez más literal y transparente, sin perder profundidad, como indica en su ensayo El más crudo invierno: notas a un poema de Blanca Varela (2016). En esta nueva publicación de la editorial valdiviana Komorebi hay poemas en prosa y verso libre, breves y alargados, aunque la mayoría de ellos mantienen una voz sintética, a ratos tajante, como un cuchillo iluminado a media mañana. Se repiten, además, temas que en sus libros posteriores serán claves, como la animalidad, la muerte, la maternidad y los viajes. Destacan por su lucidez los primeros poemas en prosa que abren el libro, en especial el primero, “Del orden de las cosas”, dedicado a su amigo Octavio Paz.

A través de sus páginas, ingresan animales pequeños como compañía de la hablante. Colibríes, arañas, moscas y otros pájaros viven un instante de trascendencia y cotidianidad en los poemas desplegados, en un imaginario alejado de la épica. Pero este día a día está cruzado por la luz. En el poema “Así sea” la autora escribe: “el día queda atrás, apenas consumido y ya inútil/ comienza la gran luz”. En otro fragmento se pregunta: “¿de qué perdida claridad venimos?”, siendo común que en sus versos irrumpa una luz que no encandila, sino que facilita la lucidez. Por eso, luego Varela insiste en “hacer la luz aunque cueste la noche”, es decir: lo bueno aunque cueste lo oscuro, como indica Natalí Aranda en el prólogo del libro. Porque en la poesía de Varela también aparece una mirada sombría del mundo, tan clara en la sección “Muerte en el jardín”, de este segundo libro. 

Por otra parte, resulta interesante en su poética la relación con los objetos, en permanente enrarecimiento. Por ejemplo, en el estupendo poema “Bodas”, Varela escribe: “perdidos en la niebla/ el colibrí y su amante./ Dos piedras lanzadas por el deseo/ se encuentran en el aire”. En él lo abstracto (el amor) se vuelve concreto en una imagen (una piedra lanzada). Este tipo de lógica se repite en otros de sus poemas, y es parte de la particular visión que entrega la poeta de su relación con los objetos y la realidad. 

Asimismo, en “No estar” Varela escribe: “Tiempo, rostro de limo, espejo trizado/ repite este aire caliente que gira, / hazlo una piedra, / un círculo en el agua que me devora”. Ese aire caliente que se transforma en una piedra y luego en “un círculo en el agua” nos habla de una manera de entender el lenguaje como “el lugar en que las cosas se convierten en otras cosas”, como dice Montalbetti en Sentido y ceguera del poema. Para el autor, Varela entendía perfectamente el poder de la metáfora, y sin embargo optó por apegarse progresivamente a una relación literal con el mundo, aun sabiendo de su imposibilidad. Sin duda Luz de día permite reconstruir la trayectoria de Varela, y de paso salda una deuda fundamental con esta poeta peruana, que esperemos sea cada vez más leída.

Luz de día

Blanca Varela

Komorebi Ediciones

56 páginas

Precio de referencia $8.000