En medio de intensas jornadas de votación presencial y escrutinio de los millones de votos involucrados en una de las elecciones más reñidas de los últimos años en EE.UU., con un Donald Trump desesperado y desplegado en diversos planos acusando fraude electoral, su adversario político, el candidato demócrata Joe Biden, logró los 270 votos electorales que requería y se transformó en el nuevo presidente de Estados Unidos.

Específicamente, el candidato demócrata sumó votos tras quedarse con la victoria en Pensilvania, un estado que le otorgó 20 sufragios, asegurando su llegada a la Casa Blanca, una noticia que se genera en un complejo escenario marcado por la incertidumbre desatada por la actitud de Trump, quien desde que comenzaron los conteos se ha dedicado a desacreditar el proceso electoral del que es parte, apuntando directamente a sus “suspicacias“ y a un fraude.

En consecuencia, el camino a la victoria de Biden no ha estado exento de dificultades, no sólo por una campaña que generó ciertas dudas en su comienzo -luego de lo cual logró consolidarse en medio de las problemáticas que ha enfrentado su adversario- sino también por una cris sanitaria de proporciones a causa de la pandemia del coronavirus, a reactivación del histórico conflicto racial este año con el caso de  George Floyd, quien falleció producto de abuso de la fuerza de un policía el 25 de mayo del año en curso.

Lo que vino después fue una arremetida de Biden, quien logró posicionarse y darle alcance a Trump, dándole férrea pelea no sólo en varios de los estados en disputa, sino también fuera de los locales de votación, tras los intentos del ex presidente de impulsar una campaña de desacreditación del proceso electoral que lideró prácticamente en solitario, siendo incluso censurado por varios canales de televisión este jueves en la noche, cuando ofreció un punto de prensa en el que insistió, sin evidencia alguna, en acusar nuevamente un fraude en su contra.