Mujeres en ciencias: conocimiento y desigualdades
Es innegable que a través de la historia las mujeres hemos sido invisibilizadas por la sociedad. Desde nuestra incorporación en trabajos mercantilizados hasta la actualidad, donde aún existe una brecha salarial abundante precisamente por ser mujeres. En las ciencias, estas situaciones no dejan de ser frecuentes, ya que históricamente hemos sido relegadas a tareas de cuidado, trabajo doméstico no remunerado y trabajo reproductivo, el cual ni siquiera es reconocido como tal. Esto último dificulta aún más la participación de las mujeres en las ciencias, y así lo demuestran las cifras.
Desde nuestra primera infancia, los estereotipos de género nos atañen, provocando que nosotras mismas nos sintamos menos inteligentes que los hombres, manteniendo una actitud pasiva, complaciente con los demás y de obediencia.
En Chile, un 23% de las mujeres escoge carreras de tecnología en pregrado versus el 79% que se inclina a educación, relegándonos principalmente a aquellas carreras que implican el cuidado de los demás, desde una perspectiva del servicio social. Esto a su vez nos obliga, a quienes optamos por otras áreas, a encasillarnos en un rol de género muy masculinizado para obtener el respeto y credibilidad que necesitamos.
Para posgrado, si bien el panorama ha mejorado con el pasar de los años, sigue siendo desalentador, ya que la tasa de titulación de nuestro género en programas de doctorado en 2017 fue del 43,7%, pero de este porcentaje sólo el 31% ocupa un puesto de trabajo relacionado a ese grado académico en universidades. En cuanto a liderazgos, tan sólo el 16% de todos los centros de Investigación y Desarrollo chilenos son dirigidos por mujeres.
Peor aún es la situación ante la violencia de género en la academia. Junto a la llegada del movimiento feminista y la campaña #MeToo, en Estados Unidos en 2018 nace un espacio de confort y consuelo, llamado Me Too Stem (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés), que es liderado por Beth Anne McLaughling y que al año 2019 reunía cerca de 700 testimonios de investigadoras. Nuevos estudios siguen revelando la magnitud de este problema, exponiendo que entre el 20 al 50% de las estudiantes de carreras científicas han sufrido violencia de género, tanto física como verbal, de manera explícita e implícita. Todo esto demuestra que las empleadas de instituciones académicas tienen la segunda tasa más alta de acoso sexual en Estados Unidos, después de las instituciones militares.
Como mujeres, productoras de conocimiento, necesitamos que se reconozca nuestro trabajo. No por el sólo hecho de ser mujeres, sino por lo que hemos logrado. No podemos ni debemos seguir soportando que hombres sean quienes llevan el reconocimiento de lo que tanto nos ha costado construir.
Hoy se reconoce el trabajo de Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna entregándoles el Premio Nobel de Química, ambas científicas especialistas en genética que contribuyen significativamente en las futuras terapias oncológicas. A pesar de este hecho, desde 1901 hasta la actualidad, el galardón sólo se les ha otorgado a siete mujeres, lo cual demuestra, una vez más, la invisibilización de nuestro trabajo.
Pero… ¿por qué las mujeres no están presentes? La verdad es que siempre hemos estado, en todas las ciencias y en todos los grados académicos, pero quedamos relegadas a la penumbra de nuestros colegas masculinos. Este es el momento de que ocupemos el lugar que siempre hemos merecido, porque nadie más lo hará por nosotras.
Sin Marie Curie no se habría descubierto el radio y el polonio. Sin Rosalind Franklin no conoceríamos la estructura del ADN. Sin Katherine Johnson no sabríamos cuántos kilómetros recorrió el primer hombre que viajó al espacio. Sin Jane Goodall no conoceríamos de la inteligencia de los chimpancés. Sin nosotras, se para el mundo.