Las viudas odiosas de Lemebel

Las viudas odiosas de Lemebel

Por: Victor Hugo Robles | 28.09.2020
“Tengo Miedo Torero” de Pedro Lemebel fue escrito para el cine, el mismo Lemebel lo decía y repetía insistentemente. “El guion es la novela”, afirmaba. Finalmente, su novela llegó al cine pero con Lemebel ausente en vida y en la misma película. Yo no lo siento. Lo busco pero no lo encuentro.

"Si algún día haces una película que incluya a las locas, avísanos, ahí vamos a estar todas las viudas odiosas de Lemebel en primera fila".

“Tengo Miedo Torero” del director Rodrigo Sepúlveda, basada en la novela de Pedro Lemebel, es una película libre, extremadamente libre, tan libre como la canción de Paloma San Basilio, que no estaba en el imaginario musical de nuestra querida e inolvidable “mariquita linda”. Es una película tan pero tan libre que contradice, recrea e imagina “Tengo Miedo Torero” de Lemebel pero sin Lemebel. Se omite su ironía, su sarcasmo, su festín a toda hora y su loca mirada de la vida y la revolución. Es una película amarga, una novela rosa, pero sin color rosa, más bien opaca, descolorida, desmotivada, descolocada. Sus locaciones se ven miserables e indigentes, territorios de exportación cinematográfica desprovistos de la limpieza de pobres dignos, esas mismas locas pobres que bailan, colorean e inundan la cariñosa literatura de Lemebel. Malo, pésimo e ingrato casting, destacando la deplorable parodia de un sobrevalorado Luis Gnecco travestido de travesti, el mismo actor votante de Sebastián Piñera que confesó fantasías eróticas con transexuales. "Hay un misterio en torno a ese cuerpo doble, mixto, que me atrae", dijo hace un tiempo en la TV.

Hablo de una película heteronormada que -incluso- podría leerse como un agravio a la comunidad LGBTI, aunque el aplaudido Alfredo Castro asegure a los periodistas que a nuestra comunidad sexo-diversa sí le gustó la película. Yo soy parte de esa llamada loca comunidad y nunca fui encuestado por Alfredo, ni mucho menos por la producción del comentado filme. No sería posible esa imaginaria pesquisa porque hace poco Alfredo Castro me bloqueó y eliminó de sus redes sociales. Me desconcertó porque era deseable y esperable ponernos de frente con “La Loca del Frente” de Alfredo Castro en un Chile de profundas transformaciones sexuales, políticas y culturales. Tal vez se molestó por nuestra mirada crítica sobre la película o se inquietó luego de recibir punzante respuesta cuando nos llamó “viudas”, agregando el descalificativo de “odiosas”. Y sí, somos viudas odiosas, orgullosamente odiosas en una sociedad que mantiene a cierta homosexualidad en el  “closet” aunque a Pedro no le gustaba ese término homo importado. Lemebel prefería hablar de ropero porque -decía- las locas pobres no tenemos closet, poh niña.

“Tengo Miedo Torero” fue filmada para recibir laureles, apuntando al codiciado Premio Óscar. La misma productora lo anuncia y promueve sin pudor en su Instagram. “#LemebelAlOscar”, se lee. Tal vez esa clave comercial ayude a entender la económica asociación entre Chile, México y Argentina para realizar un filme transnacional, hecho que obligó a incluir actores y actrices de diversas nacionalidades, traicionando la localidad local de la novela original. Es un hecho que los intereses económicos han sido poderosos e importantes en este proyecto cinematográfico así como asombrosas las disputas legales por los derechos del guion de una novela que pasó de mano en mano y de director en director.

Pedro Lemebel negoció y renegoció ese deseo así como -aseguran- heredó inicialmente su “Loca del Frente” a Alfredo Castro aunque posteriormente -afirmó- desheredó del polémico papel al mismo actor de cine, teatro y televisión, aunque Castro se esmere en relatar la escena hereditaria acontecida hace más de 20 años en un bar, transformándose él mismo en la novela de la novela. “Tengo Miedo Torero” de Pedro Lemebel fue escrito para el cine, el mismo Lemebel lo decía y repetía insistentemente. “El guion es la novela”, afirmaba. Finalmente, su novela llegó al cine pero con Lemebel ausente en vida y en la misma película. Yo no lo siento. Lo busco pero no lo encuentro.

Este estreno ha sido agitado, productivo e importante, transformándose en la razón del naciente colectivo imaginario de “Las viudas odiosas de Lemebel”, que afloramos en primavera, violentadas e incitadas, enfrentando las odiosidades de productores y actores de la película, incluyendo al mismo Alfredo Castro con su “Loca del Frente”, una loca castigadora, amargada, triste y dolida. La otra Loca, la “Loca del Frente” en la novela, sospecho, reclamaría por la apuesta transnacional del atentado a Pinochet, tan ausente en la película como higienizado suceso histórico en neutralizada representación cinematográfica.

Lemebel también habría reclamado por los diálogos omitidos entre doña Lucía y don Augusto, que en la novela hablan de Gonzalo para arriba y Gonzalo para abajo. Esa curiosa e ingrata tijera no es tolerable así como no es ingenuo la inclusión de un actor mexicano -acento incluido- pretendiendo encarnar a Carlos, el guerrillero del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. El director de la película no reparó en el carácter patriótico de la organización subversiva que atentó contra el tirano. Mi querido amigo Rodrigo Hidalgo, más conocido como "Pícolo", ex integrante del FPMR, dice que tal operación internacionalista se parece al "Plan Z" cuando la derecha, usando a la prensa oficialista, acusó a la izquierda allendista de estar infiltrados por “terroristas extranjeros”. “El atentado a Pinochet fue chileno”, declaró Pícolo en “Siempre Viva en Vivo”, único programa radial de la diversidad sexual y el VIH/SIDA en Chile, emitido todos los domingos a las 22hrs desde las antenas sexo-diversas de Radio Universidad de Chile.

Pese a todo, más allá de nuestras “odiosidades”, como dice Alfredo Castro, considero valioso que exista esta película y circule por todos los festivales de cine del mundo, incluso deseo que obtenga premios porque el celebrado será siempre Pedro Lemebel. Es evidente que el factor Lemebel hizo posible agotar entradas y transformar a “Tengo Miedo Torero” en el estreno del año 2020. Tanto interés ha desatado la película que las locas vivarachas copiaron rápidamente la obra fílmica, haciéndola circular por redes, muchas redes como una telaraña pirata. Era esperable e incluso deseable el pirateo porque el mismo Lemebel avivaba esa cueca proletaria. Lo triste, violento e intolerable fue la lucrativa reacción de los productores de “Tengo Miedo Torero” que amenazaron con cárcel a las locas piratas de Chile. No les duró mucho el matonaje empresarial porque las copias de las copias de las copias circulan sin restricción. Las locas nacionales e internacionales dicen que “Tengo Miedo Torero” de Pedro Lemebel debe verse en desafiante modo pirata.

Es hora de marcar territorios y desafiar el consenso nacional, incluso el consenso LGBTI, honrando al propio Pedro Lemebel que defendía el derecho a la diferencia y el disenso cultural en Chile.  Porque estamos cansadas de bailar la “cueca democrática” y poner -una y otra vez- la otra mejilla. Ya es hora que la industria cultural no use ni abuse más de las diversidades sexuales e identitarias. Es hora que sean las mismas travestis, las mismas lesbianas y los mismos homosexuales los que se presenten y representen en el teatro, la televisión y el cine. Tal como ocurrió en “Una mujer fantástica” con Daniela Vega y como acontece ahora en España con “La Veneno”, exitosa serie de televisión dedicada a una famosa e irreverente travesti reina del destape español, donde la comunidad LGBTI trabaja en la pantalla y fuera de ella. Ya no queremos ser más maquetas sino cuerpos presentes, espejos de nuestros espejos, sin armarios ni caretas, siempre vivas, nunca invivas.