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CRÍTICA| "La Taguada": Claudia Di Girólamo y Paula Zúñiga en el Chile de 1830

Por: Elisa Montesinos | 25.09.2020
Dos mujeres (Paula Zúñiga y Claudia Di Girólamo) organizan en el presente una pesquisa de sus propias raíces genealógicas a través de indicios dejados por sus antepasados, descubriendo su relación con los protagonistas de un mito fundacional de nuestro país: el mulato Taguada y el terrateniente Javier de la Rosa, quienes se habrían enfrentado en un duelo de payas en 1830. 

Como símbolo de la historia social y política de Chile, el mito sobre Taguada vendría a ser como el ADN o espíritu que nos define como sociedad. Uno en que se concentran las tensiones y diferencias constitutivas de todo lo que nos identifica y nos repele: la lucha de clases, la explotación del hombre por el hombre y las diferencias insalvables debido al origen, entre otros. 

Lo paradójico es que este relato, ubicado alrededor de 1830, y que fue (supuestamente) una disputa a payas durante 96 horas entre un terrateniente y un mulato, se ha ido perdiendo en la bruma de la historia. Si bien es recogido por diferentes autores (Nicanor Parra, Antonio Acevedo Hernández y Juan Radrigán, ente ellos) y desde la narración oral, no es un relato que podríamos definir como masivo, sino que funciona como una corriente subterránea que permea y define ciertas cuestiones casi sociológicas del ser chileno como la derrota y sometimiento de una clase por otra. El escritor Andrés Montero lo recogió como una construcción polifónica de voces destinada a pesquisar las raíces de este mito fundacional en su novela Taguada, editada en octubre del 2019. Y desde ahí, el dramaturgo y director Luis Barrales lo actualiza pensando en ajustar cuentas con los conflictivos tiempos actuales.

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El mito sobre este suceso se construye desde la tradición del canto popular, por lo que su subjetividad es sinuosa y se va transformando continuamente, aunque en su núcleo late esta especie de resumen de lo que somos como nación. Ese carácter fascinante, a medio camino entre su origen mítico y la evidencia empírica de su naturaleza (o su “verdad”), le confiere al mito de Taguada un curioso estatus casi canónico.

El evidente riesgo totalizante de estas ideas al pensar en una adaptación teatral, y la consecuente tentación de incluir desde el presente muchas de estas relaciones, han sido sorteadas con habilidad por el experimentado dramaturgo, quien dispuso de una estructura dramático-musical para aludir al mito con un par de decisiones acertadas. 

Junto con modificar el género del título al femenino, la primera de estas decisiones fue situar la narración entre dos mujeres (Paula Zúñiga y Claudia Di Girólamo) en el presente, cuando organizan una pesquisa de sus propias raíces genealógicas a través de indicios dejados por sus antepasados que las llevan a descubrir que tendrían relación directa con los protagonistas de esta historia, el mulato Taguada y el terrateniente Javier de la Rosa. 

Esta suerte de estructura ficcionada opositiva, pone en perspectiva el rol de la mujer en la disputa sin discursos forzados, puesto que el conflicto radica en que Taguada se había enamorado de la hija del patrón y además nació un hijo fruto de esa relación. Alejándose un poco del libro de Montero, Barrales juega a entrecruzar los datos que relacionan a estas mujeres con el origen del mito, concretamente unas cartas escritas por antepasados, las que otorgan ciertos aires de evidencia a esta apropiación. 

La segunda decisión relevante, es la aparición de dos payadores que van contando en décimas la historia de este enfrentamiento. La propuesta subjetiva los datos desde la oralidad para recuperar su sentido más mítico, además de restituir la belleza del canto popular que dio origen al relato. Esto refuerza el sentido de un terreno deliberadamente ambiguo en la cual los diversos significados del suceso y de los personajes y sus acciones, son una construcción en espiral no destinada a esclarecer el hecho sino que a ilustrar las distintas posibilidades de este, tomando la base de las décimas y el canto para ilustrarlo.

Barrales acierta con la idea de construir un texto donde tanto el mito expuesto como la reconstrucción de la historia familiar de ambas mujeres está condenada al fracaso puesto que no hay elementos puros que permitan certezas. Todo se levanta desde el sincretismo en que la mezcla de tradiciones, el relato, la presunción, y lo que paradójicamente se define como la inasible chilenidad, parecen descender de Taguada y este mito fundacional. Bien lo expresa uno de los personajes: “hay palabras que no quieren dejarse entender”.

A nivel de puesta en escena, la obra apuesta por la sencillez de recursos. Las protagonistas parecen enfrentarse en un espacio que simula la conversación de proximidad física, apelando a recursos visuales discretos que tienen la virtud de no entorpecer ni intentar “tecnologizar” la imagen. Curiosamente, esa sobriedad permite una libertad formal evidente frente a tantas obras que aún entienden como puesta en escena que el actor esté sentado frente a la cámara de computador. 

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Resulta remarcable que en tiempos en que muchos discursos políticamente oportunistas se toman la cultura, esta obra evita pasar por el lugar común para aludir a temas contingentes que el mito de Taguada pone en escena. Evitar la tentación de la proclama hecha a medida de la audiencia (como el final de la obra Preguntas frecuentes), y situar el alma del relato en el carácter mágico, en la bruma que supone la oralidad y en las posibles interpretaciones de un hecho clave, no solo refuerzan sus ideas sino que aportan sutileza en tiempos de tanta vociferación argumental.

La Taguada

Con funciones en Teatro UC virtual, hasta el 3 de octubre, jueves a sábado 20:30 hrs.

Basada en la novela de Andrés Montero
Dramaturgia y dirección Luis Barrales

Elenco: Claudia Di Girólamo y Paula Zúñiga
Payadores: Manuel Sánchez y Moisés Chaparro
Diseño integral y multimedia: Rodrigo Leal
Asistente de dirección: Aníbal Gutiérrez
Producción: Teatro UC