Nazareno de Cahuach 2020: devoción popular en pandemia
Cada 30 de agosto, desde finales del siglo XVIII, se celebra la Fiesta de Jesús Nazareno, conmemorando la llegada de la imagen traída por fray Hilario Martínez a la isla de Cahuach. Esta festividad religiosa se gesta dentro de la comunidad de los “Cinco Pueblos”. Estos cinco pueblos son las cinco islas: Alao, Apiao, Chaulinec, Tac y Cahuach, siendo esta última la anfitriona y dueña de casa en esta celebración. Este 2020, y por primera vez en la historia del Nazareno de Cahuach, la festividad es suspendida producto de la pandemia. Una decisión tomada por la propia Congregación de Jesús Nazareno y Comisión de iglesia de la isla de Cahuach.
La Fiesta del Nazareno es la actividad cúlmine de una seguidilla de procesos, momentos y prácticas rituales que se vienen desarrollando en las comunidades de los cinco pueblos un mes antes de la celebración masiva. Es decir, es una devoción que rebasa la festividad misma, hilvanando y abrazando una serie de hitos de veneración popular hacia la imagen del Jesús Nazareno de Cahuach. Imagen que tiene una gran influenza y carga simbólica en el cotidiano de nuestra gente. Esto se ve reflejado en una serie de procesiones, prácticas y festividades que se dan en cada rincón de la isla grande, así como en las 42 islas de este archipiélago. Por ello, la relación existente con la imagen del Nazareno refiere a un fervor que se da en todo el archipiélago de Chiloé, plasmado en cada iglesia o capilla que cuenta con su propia imagen y/o réplica del Nazareno de Cahuach. Y vemos su retrato, o los característicos retazos morados, en llaveros, colectivos, mini buses y negocios. En las casas de los vivos, y de los muertos chilotes.
Esta devoción popular trasciende a los cinco pueblos, e incluso al total del archipiélago de Chiloé.
Migrando junto al chilote y su bagaje cultural a otros territorios como Aysén, Puerto Montt, Tierra del Fuego, Magallanes y toda la Patagonia chilena y argentina. La influencia cultural chilota ha marcado territorios, y así vemos celebraciones y procesiones del Nazareno de Cahuach bajo la nieve en Punta Arenas, o transbordadores desde Puerto Montt repletos de devotos que asisten cada año al peregrinaje por devoción, para agradecer o “pagar mandas” al Nazareno, evidenciando un patrimonio vivo y comunitario que ha trascendido la festividad misma, incluso más allá de una fecha o territorio establecido. Hoy más que nunca ponderamos el contenido patrimonial de la fiesta religiosa más grande del sur de Chile. Es más patrimonial que la propia iglesia que la alberga, ya que desde el navegar peregrino los relatos e historias tras la llegada de la imagen -así como los mismos momentos de esta gran fiesta- se han adaptado al nuevo contexto y han tomado medidas para evidenciar su memoria y proceso patrimonial.
Por ello, este 30 de agosto de 2020 la comunidad organizadora llamó a vivir la fiesta de una manera diferente y abrió sus puertas a través del mundo digital a distintos momentos de la fiesta. Incluso los más privados o desconocidos, como es la preparación de roscas, las princesas, el cabildo y su novena trasmitida por la radio. Así es el patrimonio. Es dinámico, y son las comunidades que lo viven las que van haciendo, cambiando, creando, adaptándose a nuevos escenarios y recreándolo constantemente. Son los protagonistas de una celebración que, a pesar de la pandemia, han sabido reinventarse y adaptarse a esta contingencia crítica.
A pesar de la pandemia, se aprovechó esta instancia para dialogar, aprender y analizar desde los propios protagonistas de la fiesta. Se abrió así una forma inédita de dialogar entre nuestras comunidades, y reflexionar sobre la importancia patrimonial que tiene esta festividad. Fue una invitación a educarse, a ir entiendo la complejidad de la misma sin reduccionismos y a entender las facetas de la fiesta. Un momento para reflexionar y comprender estos procesos para todos los protagonistas de la misma, desde las comunidades de los cinco pueblos que nos acogen, así como las y los miles de asistentes, sean estos coterráneos, extranjeros, peregrinos, devotos o turistas. El desafío que representa el no poder “juntarnos” presencialmente a venerar al Nazareno fue grande, pues fue una fiesta en casa y desde la casa, pero se mantuvo y engrandeció la festividad comunitaria del Nazareno de Cahuach.