Pérez, la versión Fruna de Chadwick

Pérez, la versión Fruna de Chadwick

Por: Darío Quiroga | 04.08.2020
La salida de Chadwick post estallido social, abrumado por el tremendo peso de la evidencia de violación a los derechos humanos, dio paso a la esperanza de renovación, juventud y moderación que ofrecía Gonzalo Blumel. Pero tan solo 9 meses después se vuelve a otra versión de Chadwick: la del senador Víctor Pérez, un antiguo funcionario de la dictadura que ha sabido construirse una carrera de 40 años en cargos públicos; como alcalde designado primero, diputado y senador electo después.

“La región de La Araucanía fue la primera en ser visitada por el Presidente de la República, Sebastián Piñera. Acompañado por el ministro del Interior y Seguridad Pública, Andrés Chadwick… la gira por La Araucanía contempló reuniones con el gabinete regional, con las víctimas de violencia rural y cita con gremios de la zona.”

El anterior, es un extracto del comunicado que hizo público el Ministerio del Interior el 23 de marzo del 2018, solo 12 días después de haber iniciado su mandato Piñera. La gira era un punto político que quería marcar el piñerismo y el Presidente no había estado solo ahí. Ese día, como dice el comunicado, lo acompañó el entonces poderoso y valorado ministro del Interior Andres Chadwick, primer primo de la Nación.

Aquella fue la primera salida de la capital de Chadwick (la estrategia es suya, aunque el protagonista haya sido el Presidente) y marcó la impronta de un gobierno que llegaba a poner orden, respondiendo a la promesa de evitar que Chile se convirtiera en Chilezuela.

Poco más de 2 años después, la crisis política sin precedentes por los que navega –o naufraga, como usted prefiera- el gobierno de Sebastián Piñera, ha buscado una de las últimas acciones políticas posibles: el cambio total de su gabinete político, incluyendo no solo la modificación de nombres; también el ADN que estos representan.

La salida de Chadwick post estallido social, abrumado por el tremendo peso de la evidencia de violación a los derechos humanos, dio paso a la esperanza de renovación, juventud y moderación que ofrecía Gonzalo Blumel. Pero tan solo 9 meses después se vuelve a otra versión de Chadwick: la del senador Víctor Pérez, un antiguo funcionario de la dictadura que ha sabido construirse una carrera de 40 años en cargos públicos; como alcalde designado primero, diputado y senador electo después.

Su designación como Ministro del Interior sorprendió a todos. No se trata de que estuviera fuera de cualquier terna, o que se pidieran 20 nombres a los mejores analistas de la plaza. No. La elección de Pérez era posible como opción. En tiempos álgidos, en medio de la más grande crisis política desde el retorno de la democracia, Piñera optó por un burócrata de tomo y lomo. También, por un buen representante de la UDI en versión 1.0. Es decir, lo que banalmente se llama un duro, un representante de “los halcones”, algo así como volver a Chadwick, aunque sin su brillo, su capacidad y su ascendiente sobre Piñera. Como se dice hoy en día, sería la versión “Fruna” de Chadwick.

Y la primera acción del nuevo ministro del Interior fue ir a La Araucanía. De nuevo. Es casi una especie de Déjà vu de resultados previsibles que tiene una virtud corta, pero una inmensa deficiencia de largo plazo.

A no equivocarse. Desde cierta perspectiva, la jugada de Pérez es correcta: vuelve al lugar donde el relato de paz versus terrorismo y progreso versus violentistas, encuentra su escena perfecta. También es la demostración de que el gobierno no tiene más registro que volver al lugar seguro que le ofrece los vastos territorios del Wallmapu, donde forestales y comunidades alzadas se enfrentan en un escenario previsible y sin solución posible en el corto ni mediano plazo. Por ello, las imágenes que para muchos resultan grotescas, de habitantes de Curacautín intentando desalojar la toma con canticos racistas –“supremacismo moreno”, como con filosa ironía describió Pedro Cayuqueo-, es música en los oídos de La Moneda.

Pérez hace su entrada en escena mostrando que no viene a ser un mero espectador de la caída de Piñera y llena las pantallas de televisión mostrando violencia en el sur. Tiene su mérito la jugada, porque la raíz profunda del conflicto, lo transversal de la política represiva -con algunos matices- en los diversos gobiernos democráticos, la irrupción del factor “civiles luchando contra civiles”, entre otros elementos, permite abrir un flanco de conflicto conocido que, al menos, distrae algo de la mirada a los inquilinos de palacio y muestra a ese Chile -que también existe- que quiere saltar diciendo que no es indio.

El problema es que los registros propios deben tener correlato con el contexto país que se vive, y ahí es donde el ministro demuestra que es Pérez y no Chadwick (suena aristócrata mi crítica, pero en este caso es mera coincidencia). No estamos en marzo del 2018, Piñera no acaba de ganar una elección con el 50%, sino que raspa el 10% de apoyo popular, el discurso del orden público nunca será el mismo luego de la quema del Metro como expresión de un malestar muy profundo en la sociedad y, por cierto, Camilo Catrillanca no recorre el territorio arriba de un tractor, sino que descansa junto a sus ancestros luego de haber sido asesinado y negado por la policía.

Ese Chile no es el mismo, y parece que en el gobierno y su nuevo ministro del Interior aún no se quieren dar cuenta.