Análisis | Cuando fallan las autoridades, la ciudadanía responde
Entre una lluvia de conversatorios, seminarios y variados encuentros Zoom, surgen voces de personas que se destacan por su originalidad. Basados en una comprensión profunda de la actualidad, dan pie a la co-creación de un mundo nuevo, no para mañana, sino desde ya. Esta semana que recién pasó, pude participar de dos actividades de esta naturaleza, sencillas, modestas, pero muy importantes.
La primera, organizada por el geógrafo, Francisco de la Barrera, de la Universidad de Concepción/CEDEUS (Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, de PUC y UDEC), reunió a dos académicas, Alejandra Rasse y Katia Valenzuela, y dos dirigentas, Daniela Guzman y Ernestina Gatica, para cruzar conocimientos sobre Estallido y Pandemia: Transformaciones Comunitarias en los Barrios.
Estelar las propuestas y observaciones, hasta llegar al desafío de cómo mejorar la colaboración, academia y comunidad. Allí, frente a una (auto)crítica valiosa e iluminadora, salió la típica propuesta de siempre: Escuelas (de académicos) para enseñar a líderes locales. Es verdad que todes tenemos mucho que aprender, pero quedé con la convicción de que el problema de nuestras organizaciones locales no es falta de conocimientos. Y por lo mismo, la solución no es “qué aprendan” más.
De hecho, el paradigma del pueblo ignorante que requiere la iluminación de los más educados, o que no puede aspirar a entender la materia “técnica”, porque es demasiado difícil para sus pobres inteligencias, no corresponde a ninguna realidad en Chile. Durante décadas, las organizaciones ciudadanas han demostrado una capacidad de investigar y aprender todo lo que necesitan para avanzar con sus causas. En muchos temas, la ciudadanía sabe más que la academia y mucho más que las “autoridades”.
El problema central de Chile es que los conocimientos, deseos, y aspiraciones de las mayorías no se plasman en decisiones, políticas, programas e inversiones públicas. Esto, por lo tanto, no es un problema de “educación”: es un problema de poder. Y allí, la verdad, los académicos tenemos que aprender de las porfiadas organizaciones ciudadanas.
Respuestas de la comunidad organizada: más rápidas que los gobiernos
Mientras el gobierno nacional perdió semanas esenciales, armándose para la foto de cada entrega de caja de mercadería, en cada rincón de Chile, la respuesta de las juntas de vecinos, las agrupaciones de Pudahuel y la red Olla de Chile, organizaciones pro movilidad sustentable, como Map8, y otras instancias fueron casi instantáneas. En Bellavista, la Junta de Vecinos 13 Mario Baeza realizó una encuesta para este propósito, y la ayuda va en formato de cajas, pero también un bono que pueden utilizar las familias necesitadas, en negocios locales. Así ayudamos al comercio local y a la comunidad.
En muchos casos, brilla por su ausencia y su tozudez las autoridades, en este caso de Providencia. Durante más de un mes, la JV de Bellavista le ha enviado listas de vecines con necesidades — llegan cajas, incluso a la gente “de al lado”, pero la municipalidad se muestra incapaz de colaborar directamente con las organizaciones vecinales.
Un triste error, y uno que será histórico. Hoy, las organizaciones locales, independientes y ciudadanas, están floreciendo a pesar de autoridades que no las quieran ver. La participación está mayor que nunca, y de una calidad marcada por las experiencias y los avances en la educación, logrados por les estudiantes y las mujeres, entre otros movimientos.
Foto: Como parte de una serie sobre ciudades y movilidad con y post-Covid19, el colectivo Muévete se reúne con expertas de México, Bogotá y París, recolectando experiencias y conocimientos que son centrales para el cuidado de la salud en las condiciones actuales. Mientras, el Ministerio de Transporte entraba planes y argumenta que le toca a las municipalidades financiar estas iniciativas.
CEDEUS & Muévete - academia y ciudadanía unida frente a autoridades negligentes
Un ejemplo poderoso es la colaboración emergente entre académicos de CEDEUS y Muévete, "colectivo de personas y agrupaciones promovilidad sustentable que incentiva la escala humana para transformar la ciudad en un lugar amable, justo y sostenible…”
Para el Día Mundial de la Bicicleta (3 Junio) CEDEUS-Muévete se unieron para conversar con las autoridades de transporte y vivienda de respuestas al Covid19. Estas propuestas se centran en mejoras a la caminata (modo mayoritario en nuestras ciudades, especialmente entre las comunas y ciudades de menores ingresos, y los viajes de mujeres) y la cicloinclusión.
Las autoridades de vivienda y transporte se lavaron las manos de cualquier responsabilidad por mejorar las condiciones de estos dos modos de transporte, dejando la responsabilidad en las municipalidades. Pueden gastar US$2.500 millones en una línea de Metro, con futuro incierto dado los desafíos de circulación del aire asociados a los contagios Covid19, pero no tienen US$200 millones para una red ciclovial para la Región Metropolitana, lo que dejaría US$2.300 para las regiones.
Si bien han sido grandes pioneros en estos temas, las municipalidades no cuentan con el financiamiento y los poderes necesarios para crear las redes integrales caminables y cicloviales, que son lo indicado. Aún así, municipalidades emblemáticas, especialmente Santiago y Rancagua, Chillán y Temuco están armando soluciones reales y rápidas — a la altura de las urgencias — con insuficiente apoyo y mínimos recursos.
El desafío: crear una economía centrada en el cuidado
Por muy maravilloso que sean estas iniciativas y la evidente capacidad de autoorganizarse y responder, Chile enfrenta desafíos estructurales de una institucionalidad fundamentada en una desconfianza total, un centralismo excluyente, y un sistema que pone infinitas trabas a las propuestas de la ciudadanía.
Como revelaron los movimientos sociales que se tomaron la política desde el 18 de octubre 2019 en adelante, el problema va mucho más allá de “una ayudita”.
¿Cómo, entonces, avanzar en estas condiciones?
Un ejemplo de una respuesta integral surgió en julio, cuando la Fundación Huertas Comunitarias invitó a apoyar la creación de huertas, no solo ollas, para saciar el hambre. Una huerta comunitaria crea lazos, capital social, actividad física y bien estar, al mismo tiempo que genera alimentos sanos, consume residuos sólidos. Elimina viajes a los vertederos, y con eso reduce el consumo de combustibles fósiles y emisiones de metano, un potente gas de invernadero. Reduce la isla de calor, recicla agua, recupera espacios residuales, incluso basurales, y mejora la seguridad y la participación social.
Tenemos que entender que las “bases” son las fundaciones de cualquier respuesta colectiva. Tanto para investigadores como para las organizaciones ciudadanas, al mismo tiempo que buscamos remediar necesidades inmediatas, enfrentamos el desafío común de sembrar cambios de fondo.
Más que seguir “educando” a los sectores vulnerables, como dicen les grandes pensadores de la planificación urbana-regional, debemos unirnos para “decirles la verdad a los que detentan el poder."
Foto: Participantes en una red de huertos urbanos organizado por Ciudad Viva y el Instituto de Medio Ambiente, con participantes de Recoleta, Bellavista Providencia, Pudahuel, y Buin, se reúnen (2019) para compartir conocimientos, lecturas de la realidad, y proyectos de cambios. Fuente: © Laboratorio de Cambio Social.
* Buckminster Fuller, citado en la p. 12, La Economía del Donut, Kate Raworth, 2009
Lake Sagaris. PhD Planificación urbana y comunitaria, Profesora Ingeniería de Transporte e investigadora Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS), Centro de Excelencia en Transporte Rápido BRT+, Pontificia Universidad Católica de Chile.