No conocen su país
Cuando en marzo aparecieron los primeros positivos por Covid-19 en Chile, en Europa se vivía una verdadera pesadilla de contagios, muertes y abatimiento social. Mirábamos con terror cómo en Italia y España se reportaban más de 1.000 fallecidos diarios y sus líderes hacían cadenas nacionales para mantener en alto la moral de sus ciudadanos en medio de una completa catástrofe. En ese entonces Chile tenía la ventaja de poder mirar el futuro, revisar qué hicieron mal muchos gobiernos del viejo continente y adelantarse con medidas inmediatas para evitar replicar el desastre. Tres meses después tenemos 250 mil contagiados, 7.000 muertos, hospitales colapsados y miles de personas sin trabajo y participando en ollas comunes.
¿Por qué llegamos a este punto?
Porque quienes han liderado la crisis no conocen su país y han perdido el pudor frente a la gente. Es cierto que la llegada de la pandemia no se podía evitar, pero también es verdad que “Chile siguió el ejemplo de naciones ricas para constatar que gran parte de sus ciudadanos son pobres”, tal como señaló en un análisis el medio estadounidense Bloomberg.
Y es que en estos 90 días hemos visto de todo: un Presidente rompiendo el protocolo de funerales en cuarentena; un senador subiéndose a un avión a la espera de resultados de exámenes PCR; alcaldes reabriendo centros comerciales; ministros felicitándose por no ceder un peso en el ingreso familiar; y la autoridad sanitaria con ataques de sinceridad reconociendo que no tenían idea del hacinamiento en Chile. Y cómo olvidar el show de las cajas con el instructivo comunicacional para aprovecharse del hambre; la televisada cuarentena de un alcalde en una residencia sanitaria y la reciente votación en el Senado contra del Postnatal de Emergencia. ¿El lema no era “Los niños primero”?
Cada uno de estos episodios sólo viene a confirmar la profunda desconexión que tiene la clase política con la realidad de la mayoría de los hogares de nuestro país.
Desconocen que hay más de 77 mil familias viviendo en condiciones de hacinamiento con 10 personas en casi 40 metros cuadrados. Desconocen que en comunas como Vitacura, Las Condes y Providencia el acceso a internet supera el 90% de los hogares, pero que en Cerro Navia, La Pintana y Lo Espejo no alcanza ni al 30%, afectando seriamente sus posibilidades de educación a distancia durante la crisis. Desconocen que el 75% de los ingresos de los chilenos y chilenas se destina a pagar deudas y que el 82% de los mayores de 18 años es deudor moroso. También desconocen que el 70% de los trabajadores ganan menos de 550 mil pesos mensuales, que más de 3 millones de chilenos tienen trabajos informales, que hay 2 millones de personas que tienen serios problemas para acceder al agua potable y que hay miles de hogares con madres solteras cuidando a hijos, hogares en los que incluso llegan a convivir hasta cuatro generaciones bajo un mismo techo.
Es esta realidad la que las autoridades no conocían hace tres meses y que hoy nos tienen con hospitales colapsados, jóvenes cumpliendo su cuarentena en autos, estudiantes arriba de los techos para conseguir señal de internet, ollas comunes para enfrentar el hambre, y movimiento obligado de trabajadores que salen con la necesidad de conseguir algún ingreso, sin saber si podrán evitar el contagio del maldito virus.
Es este el Chile que se ha vuelto a desnudar durante la pandemia, con una élite política indolente, desconectada de la gente y sin capacidad de representar sus necesidades ni entender sus problemáticas.
Pero no todo ha sido negativo.
Ante esta desconexión y ausencia de un Estado que esté a la altura del desafío, la respuesta del pueblo ha sido la organización y empatía. En diversos sectores vemos cómo se multiplican plataformas solidarias, se diversifican los centros de acopio de alimentos y comienza la colaboración entre vecinos y vecinas. Ante este vacío político aparece la organización comunitaria y el liderazgo ciudadano. Al igual que el 18 de octubre, nuevamente es la gente la que le da una lección de dignidad y compromiso a esa clase política que cada vez conoce menos a su país.