VOCES| Ministerio de la Mujer: No nos representa una mujer a medias tintas, con un pasado que se vuelve más claro cada día que pasa
El Ministerio de la Mujer es una institución lograda a partir de las voces que clamaron por una representación de género en el Estado. Una necesidad que surge por el lugar de la mujer y la necesidad de nivelar su desmejorada posición en la sociedad. Desigualdades salariales, derechos maternales, trabajos no remunerados, etc. Pero uno de ellos, el más relevante, se refiere a los derechos humanos, en el marco de la violencia ejercida sobre la mujer de parte del hombre, que desplegando un poder desnaturalizado, comete estupro, abusos, violencia doméstica, mutilaciones y una larga lista de atropellos en nuestra historia.
Quien nos represente ha de tener una clara e inequívoca posición al respecto, y para esto no basta enunciarla en el presente y reconocer que esta triste realidad es parte de nuestro país. Es fundamental ser representadas por alguien con una trayectoria intachable como defensora de la mujer y las violencias ejercidas contra ella, ayer, hoy y siempre. No se trata de si sus relaciones familiares son aceptables o no, cada persona tiene derecho a desarrollar sus propias creencias, tampoco si tiene determinada simpatía política o si pertenece a un partido. Pero sí es importante lo que piensa y expresa aquí y ahora, respecto a una dictadura donde se cometieron cientos de violaciones a mujeres, en forma sistemática y planificada. Donde existieron centros de tortura, uno incluso llamado irónicamente “La Venda Sexy”, destinado de manera especial para presas políticas, donde fueron sometidas a vejámenes innombrables con animales domesticados y hombres bestias, para luego asesinarlas y hacer desaparecer sus cuerpos.
¿La razón económica, puede justificar estos crímenes? ¿El crecimiento versus vidas humanas? ¿Basta con calificarlos como un karma del pasado y ya está, como si sus responsables no rondaran en la mesa familiar? Aceptar que hubo violaciones no es suficiente para ejercer el delicado cargo público de un ministerio que debe representar a sus ciudadanas, a las hijas y las madres de esas mujeres cuyos restos aún no aparecen y la justicia todavía no llega.
Se vuelve más exigente el concepto de derechos humanos, no es un tema al que se le da vuelta la hoja o se afirma que pertenecer a un lado o a otro del espectro político ya no está de “moda”, como la nueva ministra opinó en una entrevista. No se trata de “lados”, se trata de principios que no cambian después de un par de generaciones ni son justificables en ningún otro lugar del planeta, como bien dice.
Esto pasó aquí, en su tierra, en su familia. Y es aquí, al escucharla alivianar o disminuir lo injustificable, cuando el papel de ministra de la Mujer le sobra por todos lados y su relación familiar se apropia de su discurso y vuelve presente su karma.
Mencionar su triste experiencia de haber perdido un ser querido y así ser sensible al dolor de esa desgracia, es desconocer la magnitud del daño causado. Usted pudo llorar sobre ese cuerpo, pudo acunarlo, lo enterró, pudo despedirse, vivió el duelo. Esas madres y esas hijas todavía guardan la esperanza de que verán aparecer por la puerta ese ser querido, reclamando el abrazo nunca dado, perdido en el tiempo, abrazo que su tío les negó para siempre.
Las madres no necesitan que les asesinen a sus hijos para entonces, aprender que nunca más en nuestro país puedan violarse los derechos humanos, ellas siempre lo supieron. Las mujeres no necesitamos ser violadas por militares para saber que nunca más debe volver a pasar, lo sabemos desde siempre, desde antes del dictador, lo hemos condenado desde que nuestra voz se ha alzado fuerte y clara, y lo seguiremos haciendo, sea quien sea quien gobierne aquí o en China.
No nos representa una mujer a medias tintas, con un pasado que se vuelve más claro cada día que pasa, con nuevas generaciones que tiemblan al escuchar los relatos de esos años, y que ya las viejas tratamos de no hablar, no para minimizar o desconocer la historia, sino porque ellas nos han mostrado una y otra vez que distinguen con total lucidez sus derechos, que un discurso maquillado no las confunde y que una ministra no ha de tener un ápice menos de esa claridad respecto a las atrocidades vividas por sus antepasadas.