La distorsión de la realidad según el documental “Posverdad: Desinformación y el costo de las fake news“
Noticias falsas han existido desde siempre. La mentira y el engaño son “gatillo fácil” para falsos comunicadores que buscan generar impacto en base a fantasía disfrazada de verdad. Sin embargo, en nuestros tiempos de hiperconexión a internet (con toda su máquina virtual), ha facilitado que las personas –y sus discursos– estén separadas digitalmente a solo un click de distancia, situación que se ha demostrado ser potencialmente peligrosa debido a que este público digital le cuesta más detectar la información tendenciosa proveniente del universo de la web y, pero aún, muchas veces simplemente no les interesa hacer la distinción entre una información falsa y una verídica porque la primera se adapta a su propio universo discursivo (ideologías, religión, creencias, etc.). Una profunda crisis cultural que afecta no solo al periodismo, sino a la ciencia, la medicina y la educación.
En ese contexto, el documental Posverdad: Desinformación y el costo de las fake news (disponible en HBO Go) analiza los efectos nocivos de las noticias falsas, enfocándose en las consecuencias que genera la desinformación. La pseudociencia o las teorías de conspiración en la vida real. Acá es donde la película encuentra su mayor fortaleza, al humanizar el fenómeno de la posverdad en la sociedad a través de distintos casos que se dieron en Estados Unidos durante la última década –Pizzagate (una fake news que involucraba a políticos y al dueño de una pizzería inclusiva en un perverso negocio de niños vendidos como esclavos sexuales), el asesinato de un empleado de la corporación del Partido Demócrata, un ejercicio militar en Texas–, en donde la viralización de noticias falsas, pasadas como verdaderas por ciertos personajes con claros problemas de irracionalidad y desvergüenza para comprender los principios básicos del contrato social para vivir en sociedad (como Alex Jones y Jack Burman, personajes sórdidos que solo intentan vender ideas inventadas para conseguir réditos personales) se vuelve un asunto sumamente difícil para quienes resultan afectados. Los testimonios exclusivos tanto de estas víctimas, como la de los autores de fake news, así como la de expertos en derechos digitales y periodistas, contextualizan el impacto de esta espiral de mentiras virtuales y reafirman la importancia del periodismo de calidad en un mundo donde los bordes de la realidad se están desdibujando para dejar solo espacio a la percepción.
El leitmotiv del director neoyorkino es mostrar la preocupación inquietante por la desinformación y qué ha llevado a una crisis de confianza terrible, en donde la búsqueda de la verdad parece no importar. Por tal razón, la acuciosidad de la investigación en los casos que se muestran es su motor, por sobre la entrega de un producto audiovisual con más ritmo. Sin embargo, las historias que se van relatando y el cómo se va profundizando en ellas van atrapando, a la vez que de reojo vas mirando tu propio celular para ver si cierras Facebook. Porque es tal el nivel de exposición que muestra el documental al que estamos sometidos en el universo digital, que solo basta con algún loco inmoral que quiera hacerte daño para salpicar algún rumor y crear un multiverso de tu persona, y el que otros creerán sin la más mínima duda. La razón es una sola: las fake news han hecho que la desconexión de la realidad se vuelva normal.